miércoles, 5 de noviembre de 2008

la noche americana

Ha sido curioso cumplir años en mitad de la campanada electoral por la que los americanos del norte se han puesto de largo. Parecía que los hados se hubiesen empeñado en condimentar ese magno espacio y adosarlo a mi celebración personal, como si la esperanza del cambio en el país referencia del mundo mundial se arrimara a este rincón que habito, ahora azotado por los fríos resoplidos de un mar embravecido y oscuro, para aportar dimensión histórica a lo que cada año concebimos mi mujer y yo como una fiesta íntima. La televisión e Internet crepitaban previsiones vestidas de noticias cuando dieron las doce y recibí de frente la mirada enamorada de mi adorada, precediendo un beso de los que crujen el sentío y un hermoso reloj de pulsera que tampoco estaba mal. Emocionado por la sucesión de acontecimientos que acongojaban mis delicados adentros, me fui a bajar la basura, que había iniciado, acaso para unirse a la juerga, su particular revolución orgánica. La poesía, es que me puede.

Di un breve paseo luego para asomarme al mar y por un instante me pareció que Truffaut hacía de las suyas o que había bebido de más porque me vino a la mente un flash vívido y claro, se iluminó la escena y pude contemplar ante mis ojos el abigarrado esplendor de la playa en agosto. Luego, todo volvió a su normalidad oscura, lo que no tiene nada de raro porque eran las tantas de la noche. Había sido como el efecto cinematográfico de aquella vieja película, aunque por desgracia no apareció en el fogonazo ninguna dama siquiera parecida a Jacqueline Bisset, o como si la cámara de mis ojos hubiera adoptado por un segundo el celuloide trucado que hace de la luz sombras y noche del día.

Subiendo en el ascensor me froté los ojos tan fuerte que vi lucecitas de colores. Eran los colores de las barras rojiblancas y las luminarias me parecieron estrellas por lo que entendí el fenómeno como una premonición y supe en aquél momento, con toda certeza, que las elecciones iban a dar cumplido final a la larga noche americana, ¿cómo se dice?, ¿cómo se llama? Obama.

El hombre hará lo que pueda, o lo que le dejen los lobbys, pero para mí su sola presencia en la Casa Blanca ya es una satisfacción bastante. Con la seguridad de esa reconfortante certeza nos fuimos a la cama y retozamos como quinceañeros. A las seis menos cuarto me arranqué del arrullo y fui a comprobar en la tele que todo iba conforme debía. Eran menos diez cuando me adosé de nuevo a los calientes costados de mi bella durmiente con una sonrisa que sólo desapareció, imagino, cuando me volví a dormir tan tranquilo...

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Es decir, que tú esta noche también has triunfado.
Yo también me siento optimista, pero con prudencia.

Antonio dijo...

Bueno, quiero desde aquí, y no desde mi trabajo, felicitarte por tus 59 y darte las gracias por tu estoica paciencia esperando que los procelosos caminos de la Administración se avinieran a abrir la caja de los euros.

Antonio Piera dijo...

Con mucha prudencia, amigo Gustavo, que para cambiar aquello hacen falta algunos siglos y a lo mejor no llegamos ni usted ni yo a verlo. Seguiremos de cerca el fenómeno, pero en el mientras tanto reciba usted un saludo que se me acaba de ocurrir. Salud y Obama.

Cuánto de bueno por esta casa, don Antonio, tras meses de hollar impaciente la suya. Gracias por la felicitación, que he recibido además envuelta en sabios consejos, y por su apreciado regalo cargado de futuro. ¿Tiene usted un blog? No puedo acceder a él, aunque me encantaría. Sea bienvenido y vuelva cuanto quiera.

Más claro, agua dijo...

O sea, que te volviste a la cama a disfrutar del "sueño americano"... :-)

Anónimo dijo...

Qué tierno...
¿qué hora es?
Felicidades otra vez.

Amigo dijo...

El poder de los lobbis no es nada comparado con el poder de Dios, Don Antonio. Se lo aseguro. Piense un poco en Él, sea generoso con el más allá. Amén.

Anónimo dijo...

Amigo, eres como un grano en el culo; peor. Eres una auténtica almorrana en plena acción.
Qué plasta!!!!

Amigo dijo...

Disculpeme Oyana. Solo quiero ayudar, se lo aseguro. Si todos están de acuerdo, no volveré a aparecer x aqui.

Anónimo dijo...

No se trata de que no vuelva por aquí, aunque a mí me trae sin cuidado; se trata de no pontificar, de no sermonear constantemente y de concentrarse en decir algo que tenga que ver con el post, a ser posible, y que sea ingenioso (aunque esto es más difícil) ¿No le han explicado a usted eso de que lo poquito agrada y lo mucho enfada? Deje a su Dios tranquilo y récele mucho a ver si consigue que él le perdone.
Saludos

Antonio Piera dijo...

Querida oyana, no haga usted ni caso. Cuando me canse, dejaré de publicarle y listo. Sus palabras han dejado de molestarme desde que he recapacitado y colegido que tanto su personaje como su blog forman parte del experimento sociológico de algún escritor investigando acerca de la capacidad de reacción de los grupos. Y, si no es así, pues tampoco me importa un huevo.
Gracias, de todas formas, por tu gallarda defensa.

Amigo dijo...

Creo que me daré unas vacaciones. He sido malinterpretado. Que Dios les bendiga.