el cómplice silencio de los corderos
El secretismo se hace seña de identidad cuando una tragedia
se cobra víctimas, como sucede siempre en Italia con la mafia. Nadie sabe,
nadie habla, todos callan y guardan el silencio cómplice de los corderos. Pero
los que hemos organizado eventos y conciertos sí que sabemos con total
seguridad que hay muchas personas que conocen a ciencia cierta lo que allí
ocurrió. Lo que sucedió antes y después de la estúpida masacre que se ha
llevado por delante a cuatro jóvenes mujeres. Muchos son los que están al cabo
de la calle de esos detalles que resultan fundamentales a la hora de valorar
una tragedia como la de Madrid Arena, que tan de cerca ha tocado a la compañera
de mi vida. Yo les acuso si siguen callando.
De los responsables auténticos, dejando de lado asquerosas
cortinas de humo del tal Sostres o
de la Botella y del Fiscal General, que me parecen tan
deleznables como torticeras, lo sabemos casi todo. Desde el empresario Miguel Ángel Flores, con más de
cincuenta expedientes por irregularidades en Space y Macumba, discotecas que regenta,
a la larga lista de políticos del PP que han hecho la vista gorda ante los
tejemanejes de este fulano, como Antonio
de Guindos, concejal de Seguridad del Ayuntamiento, hermano del Ministro de
Economía, Pedro Calvo, presidente de
la empresa pública Madrid Espacios y Congresos, propietaria del Madrid
Arena, el vicealcalde Miguel Ángel
Villanueva, que mintió al desmentir su amistad con el empresario, o Emilio Monteagudo, inspector jefe de la Policía
Municipal de Madrid, por no hablar de los responsables locales de Protección
Civil. Todos, con la alcaldesa a la cabeza, se lavarán las manos, todos
se irán de rositas, ninguno guardará en su alma el menor atisbo de dolor ni vergüenza
ni traza alguna de reconocimiento de su responsabilidad. Pero no olvidarán, eso
seguro, la misa matinal del domingo.
No era de ellos de quien quería escribir hoy, sino de los
otros. De los ciudadanos de a pie que tanta información manejan y tanto callan.
De los que estaban en taquilla y saben con exactitud meridiana cuántas entradas
se vendieron y guardan ominoso silencio. De los que sumaron uno a uno cada
moneda y cada billete y, manejando los datos exactos de los más de 630.000 euros que Flores habrá ingresado de esta
sangrienta operación, los esconden a la opinión pública. De los que saben que
los ingresos de esta fiesta debían haber sido inferiores a los 260.000 euros
sobre el papel y no lo dicen. De las secretarias que guardarán el secreto de
qué autoridades estaban en el ajo. De los de seguridad que recibieron las
órdenes de no tener las puertas de emergencia operativas pero no lo manifiestan.
De los camareros, los del guardarropas, las enfermeras, los médicos, los de los
servicios, las de la limpieza, los disc-jockeys
que gritaban “ya somos 15.000” para animar aún más aquel cotarro…
De todos los que, guardando cobarde silencio, se constituirán
en cómplices necesarios de esta tragedia y participarán en el lavado de cara de
los autores y beneficiarios materiales de esta desvergüenza. A ellos me quiero
dirigir para intentar que comprendan qué necesario es su testimonio público y cuánto
precisa la sociedad de su valor y firmeza, de su solidaridad con los que han
sufrido en la carne muerta de sus familiares y amigos las consecuencias de una
tragedia debida, una vez más, a la implacable ambición de unos pocos y al
infame colegueo de los poderosos con sus políticos de jardín. La ignominia de
esta tragedia radica en la ‘omertá’ que ampara a todos sus responsables. Si
vosotros no hacéis la luz, solo nos quedará humillar un poco más la cabeza.
Todavía os esperamos.
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