cocina solidaria
Por fin parece que ahora, más de cuatro meses después de que el Ayuntamiento anunciara
a los cuatro vientos la inminente puesta en marcha de un servicio de Cocina
Solidaria para ofrecer la colaboración del Consistorio a las familias roteñas
más desfavorecidas y golpeadas por la crudeza de la crisis, ha empezado esta
Cocina sus actividades.
Lo hizo público
la municipalidad en pleno ternurismo prenavideño y olvidando mencionar que este
servicio formaba parte de una batería de propuestas solidarias en las que llevaban
trabajando, desde tiempo atrás, asociaciones humanitarias locales, para llevarse
ellos los méritos. Hasta publicitaron financiar al menos parte de la operación
rascando por decreto los bolsillos de los propios concejales, en lo que apestaba
a alarde demagógico sin precedentes.
Lo aceptable
es que por fin, al parecer, la gestión y puesta en marcha de este operativo (evidentemente sencillo y para el que
existían incluso previamente las infraestructuras más necesarias) parece
haber resuelto las trabas burocráticas fruto de la proverbial ineficacia del equipo de gobierno o de su simple desinterés, una vez satisfecho el principal
objetivo publicitario que era, sin duda, anunciar a troche y moche el evento.
Aunque hay
quien piensa que, tanto en este caso como en el del reciente y sorprendente
filtro municipal de las candidaturas a trabajar en MacDonalds o en todos cuantos
tengan una mínima relación con prebendas, favores o puestos de trabajo, la
auténtica razón para estos retrasos y estas decisiones aparentemente
inexplicables haya que buscarla en el clientelismo político que alumbra en el
fondo todas estas decisiones municipales.
Esa obsesión enfermiza
que demuestra el Consistorio por convertir en votos futuros cualquier detalle que pueda vender en el presente, esa prisa por rentabilizar la administración
de lo que es de todos, esa permanente “amenaza” de no salir en la foto que trasmiten
a cualquiera que se mueva…, ¡cómo apestan!
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