refranes
De la vida sacarás, lo que metas, nada más. No sé si habíais
escuchado antes este refrán, cuya formulación siempre me ha parecido un tanto
grosera y bastorra, acaso porque meter y sacar suenan a verbos ordinarios (aunque uno los recuerde y evoque desde
perspectivas mucho más sanas, saludables e incluso atractivas). Pero bueno,
a lo que iba, el caso es que en mi biografía reciente, preñada de novedades de
salud y atenciones primarias, está resonando con bastante reiteración, tanta como
si quisiera subrayar que la lógica a la que se refiere el refrán se cumple a
rajatabla en las condiciones de balance práctico en las que me encuentro.
No recuerdo si os he contado que ando arrastrando ciertas
dolencias que me han obligado, por el momento y espero que por corto plazo, a
depender de otros para mantener la movilidad en la que me desenvuelvo
habitualmente. Pero ese es el caso, al menos en una de sus vertientes, y en ese
plano exacto es en el que debo deciros con orgullo y repleto de satisfacción
que los amigos sí han dado un claro paso al frente y han cubierto con creces (y lo siguen haciendo) hasta las mínimas
apariencias de necesidad para prestarme raudos su más desinteresado apoyo
logístico en el sector automoción y transporte.
Quiero creer, y ciertamente creo, que tal abundancia de
respuestas positivas a mis necesidades particulares se pudiera deber a cierta
reciprocidad bien entendida, nunca como deuda sino como respuesta adecuada. Al
menos, os aseguro que es lo que más me gustaría que estuviera sucediendo. Pero,
vamos, que esté sacando lo que en su día metí, así, sin anestesia, debo deciros
públicamente que no me tranquiliza. Que, incluso, me predispone algo en contra.
Que me niego a aceptar la lógica de ese frío refrán.
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