jueves, 21 de mayo de 2009

Pérez Rodríguez, Florentino: el aspirante (I)

Hace unos días me pidió el amigo Adrián Vogel una colaboración para su blog El Mundano, sugerida por nuestro asiduo Gustavo. El encargo era alrededor de la figura del magnate de la construcción Florentino Pérez y se trataba de elaborar una aproximación que permitiera conocer las luces y sobre todo las sombras que rodean la trayectoria de este personaje. Basándome en datos biográficos públicos y alguno de mi particular cosecha, he intentado acercarme a su figura interpretando a mi entender las claves de su fulgurante ascenso que le han conducido a inventar y encabezar la segunda empresa de construcción del mundo. Como la entrada era excesivamente larga para lo que se lleva, la dividí en dos partes, de las que la que sigue es la primera con algunos retoques de Adrián y propios que, a mi entender, no han hecho más que mejorarla. Es ésta:


Cuando el 20 de diciembre de 1975 veían la luz del kiosko las 64 páginas de La Guía del Ocio de Madrid, pocos imaginaban que aquella aventura editorial, fruto de la visión comercial de un joven y oscuro ingeniero de Caminos, iba a sentar las bases de una de los mayores grupos empresariales de nuestro país ni que se iniciaba el camino de Florentino Pérez Rodríguez hacia la presidencia del club de sus amores, a la que aspira ahora por tercera vez. Sin vergüenza alguna, había calcado de arriba abajo el muy contrastado Pariscope, copiándole desde el formato “de bolsillo” y los contenidos de pé a pá hasta la tipografía de la cabecera. Traía consigo la experiencia adquirida con la revista que editaba la Asociación Española de Carretera, la cual dirigía desde 1973. Y alguna sinergia de recursos debió aplicar. Con esta jugada empezó el apodado Floro a ganar el dinero con que sentaría luego las bases de su imperio de la mano, entre otros, de aquél José Luis Gutiérrez que luego dirigiera el Diario 16 y ahora pontifica cual Erasmus, al que, por cierto, dejó olvidado en el camino y de quien acostumbra a renegar en privado.

Nacido en Madrid en el 47, hijo de una familia oriunda de Valladolid, su padre llevaba un negocio de perfumería que le permitió educar a sus cinco hijos en colegios de pago, por lo que nuestro protagonista pasó a engrosar la lista de sufridores del prefecto Rufino, quien regía con mano de hierro los escolapios de San Antón de la calle Farmacia y fue uno más de los que se burlaban del pobre Cañerías, aquel seglar bueno para todo alto y calvo que tanto se parecía a Mortadelo. Ya le apasionaba el fútbol, aunque en aquel pío recinto que fuera cárcel franquista en posguerra se practicara en la modalidad fútbol-patio, en la que las porterías estaban pintadas en las paredes y el balón sólo salía fuera si le acertabas a una puerta o rompías los cristales de alguna ventana distraída. Como portero era bastante bruto y algunos aseguran que bueno, por lo que estuvo a punto de engrosar las filas de los juveniles del Real Madrid, aunque no lo consiguiera. Lo mismo de ahí le quedó la querencia.

Al terminar la carrera de Ingeniero de Caminos y tras iniciar la aventura de la Guía junto a Jaime Borrell y José Miguel Juárez, ya había descubierto no sólo que le adornaba la rara cualidad de relacionarse de maravilla con los poderosos de su entorno, sino que se le daba bien sacarle partido a esas relaciones. Se hizo un auténtico experto en la materia, y lo sigue siendo a los sesentaypocos. Cuando Juan Carlos Escudier le bautizó de conseguidor en su libro “Florentino Pérez: retrato en blanco y negro de un conseguidor” (FOCA-Akal), libro que, por cierto, tomó por costumbre desaparecer de las librerías madrileñas nada más llegar a ellas y que se convirtió en uno de los títulos más vendidos y menos leídos del mundo, como bien comenta en cuanto se le presenta la ocasión el que fue su editor, Ramón Akal, acertó de pleno en la característica esencial de la fulgurante carrera de este aprendiz de magnate, aunque cabe decir que no la única. Buen estudiante, inteligente y capaz, tal vez le deba al fútbol (lo otra constante de su vida, además del poder) su extraordinaria capacidad para “ver el hueco”.

Así supo entender que hay que sembrar para luego recoger y dedicó el primer tercio de su vida profesional a lo que los argentinos llaman “posicionarse”, por lo que hizo sus pinitos en la vida pública, primero del Ayuntamiento de Madrid, luego del Gobierno del Estado, ya en las listas de la UCD. Y todo gracias al padrinazgo de su mentor político Pedro Antonio Martín Marín –con quien fundaría la productora Cartel-, quien décadas después sería el tercer pasajero del famoso viaje a Sudáfrica de Ignacio “Nacho” González. Su evolución en este terreno puede seguirse en la Wikipedia, de modo que nos referiremos aquí a las amistades cultivadas, su auténtica pasión. Desde Arias-Salgado a Juan Abelló, desde Eduardo Zaplana a Rubalcaba o los Albertos, desde Luis Eduardo Cortés a Jaime Lissavetzky, pasando por el tándem Esperanza Aguirre/Nacho González, desde Gallardón a José María Aznar (cuya sesgada aventura madridista está aún por escribirse), desde Juan March a Botín, todos han acabado sucumbiendo en uno u otro momento a los ocultos encantos del hombre a quien Mendoza definiera, en un alarde de la prepotencia ciega a la que era tan dado, como “tristón, gris y con aire de cenizo”.

Cuando se supo preparado, y con el riñón blindado por las ganancias de la revistilla, se tiró Florentino al mundo de los negocios, entendiendo que el futuro pasaba cerca del ladrillo. A peseta la acción se hizo primero con Construcciones Padrós, la base de su imperio, con una inversión de cinco millones, y al mismo precio por acción fue adquiriendo otras sociedades previamente saneadas como OCISA. Había visto el hueco en dos direcciones: que la chicha estaba en la obra pública, que de esa hay siempre y más con el desarrollismo tardío que abordaba la recién llegada democracia, sin olvidar que justamente ese era el territorio en que campaban sus recientes pero buenos amigos, y que hacía falta crecer, tener volumen para abordar el modelo alemán hacia el que estas obras públicas derivaban, es decir que el concesionario financiaba su propio trabajo para cobrarlo bien cobrado pero a posteriori. Con estas claves disfrutaréis sin duda repasando la ilustración adjunta hasta intuir, si no entender, las razones del brutal crecimiento de su cabecera, el grupo ACS, conglomerado de cerca de mil sociedades para el que trabajan 140.000 personas y que factura… Luego iremos con ello, porque hay un antes y un después en el valor de ACS entre el año 2.000, fecha en la que se hizo Pérez con la presidencia del Real Madrid, y aquel 2.006 en que salió del club por la gatera.









Obsérvese la enorme entidad de las incorporaciones al grupo acontecidas entre 2000 y 2006, el tiempo que Floro estuvo presidiendo el club de sus amores.


BIBLIOGRAFÍA:

Florentino Pérez: retrato en blanco y negro de un conseguidor. Juan Carlos Escudier. Ed. FOCA.

Riquísimos. Jesús F. Salgado. La Esfera de los Libros

ENTRADA RELACIONADA:

Yo, Florentino

(continuará)

3 comentarios:

Adrian Vogel dijo...

Es un lujo poder tenerte de vuelta. Gracias por tu colaboración.

Anónimo dijo...

Bueno, he leido la primera parte y aunque el personaje no sea santo de mi devoción, no veo más que un buen olfato empresarial y mucho carisma. A ver qué nos cuenta en la segunda entrada, pero de momento yo no lo veo tan monstruoso como me esperaba.

Sólo espero que no nos quite a Iniesta y Messi, igual que hizo en su día con Figo -sí, soy del Barça-, ¡ey! ya de paso podría hacer una entrada con la figura de Joan Laporta, otro personaje que ha subido como la espuma desde que es presidente del Barça.

Anónimo dijo...

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