un hombre nuevo
Dicen los que de esto entienden que es imposible follar y a la vez barrer. Yo siempre, en plan original, había respondido que acaso con una escoba ensartada en tal parte..., muy gracioso yo. Pero es ahora mismo lo único que me falta. Lo de la escoba, digo. De polvo ancestral hasta las orejas, muerto de cansancio, con mil cosas por hacer a las que persiguen con saña otras mil inasequibles, para poder sentarme ante el ordenador he tenido que pasar una pierna sobre una enorme bolsa de basura ya que no se puede mover la silla al estar flanqueada por una interminable e inamovible pila de cajas de todo género menos el humano, y eso sin descoyuntarme el peroné ni enredar la zapatilla con el cable de los auriculares, que pende, hoy más que nunca, como si quisiera unirse a este desbarajuste con evidentes ganas de juerga.
Nunca hubiera pensado que caben tantas cosas en un apartamento, ni que mi capacidad de olvido hubiera alcanzado tan altas cotas. Sin conmiseración, sin perdón, me estoy deshaciendo de proyectos, anteproyectos, megaproyectos y algunas realidades que me han acompañado hasta ahora en los mil vericuetos que componen mi historial de transitario de la vida. Me asombro a mí mismo al encontrar relatos cortos que parecen de otro, escritos a lápiz a razón de cincuenta líneas por folio, casi doscientas páginas de un libro sobre el neoliberalismo que titulé Mañana, la barbarie, cuatro presentaciones de programas para la televisión, montones de presupuestos de cesión en régimen de alquiler de variados de insectos palo, pirañas, cucarachas y hasta cuatrocientos huevos de mariposa a punto de eclosionar, una carta de Gallardón asegurándonos el interés de la Comunidad por superar el atraso madrileño en asuntos de Internet e interesándose por nuestra oferta, toda la documentación, cartelería y diseño de un espectáculo de circo abortado casi al límite que se llamaba primero Prometeo y después Olympus, otro montaje de circo para discotecas con boas, cocodrilos y lanzadores de hachas, del que realizamos varios, por cierto, un proyecto muy documentado sobre cine a través de las ventanas del metro compuesto por centenares de fotos fijas retroiluminadas colgadas en las paredes de los túneles...
Me da vértigo. Pero os aseguro que romperlo y reciclarlo ha sido una de las decisiones más liberadoras que recuerdo. Amigos, hoy soy un hombre nuevo. ¿O era un Fénix?