qué país, qué gente
Cuando terminaba la mañana del día 24, en el bar habitual del polígono sólo estábamos tres o cuatro desgraciaos, todos de mi empresa, a modo de guardia de corps de las camareras del lugar. Constituíamos sin duda la retaguardia etílica de los vigías de Occidente, mientras todos los demás conducían seguramente en cerrada formación camino de sus casas, hacia esas últimas compras que te arrancan hasta el forro de la cartera, o más probablemente andaban negociando el aguinaldo con la bis mientras la legítima se creía (o no) que estaban cumplimentando las dos primeras opciones. Entró en el bar el hermano de una de las camareras, metalúrgico de pro, encallecidas manos y adusto gesto, el cuál, tras breves instantes de cháchara y langostino, no encontró manera de resistirse a los ruegos insistentes de su Asun rubia de bote y extrajo del cofre de su vehículo, do deduje que habitualmente mora, un laúd con su funda y todo y púa de Cajamadrid, para arrancarse de inmediato por unos peces en el río que, la verdad, interpretaba como los ángeles. De no sé dónde apareció la encargada rascando con ganas una botella de anís del Mono, mis jefes y otros voluntarios venidos de la nada entonaron el villancico a voz en berrido, otra botella rascó en las manos de la propia Asun, que contemplaba su obra con el orgullo que sólo produce sentirse responsable del trabajo bien hecho, y hasta yo descubrí una pandereta agotada sobre la barra y me marqué con ella el ritmo base y algún adorno de cuando entonces. Nos mirábamos incrédulos los unos a los otros y debo afirmar que aquello sonó bien por momentos. Terminó la cosa y ya lo dejamos, acaso algo avergonzados, pero a mí me quedó en la retina la mirada, absolutamente asombrada y sospechosamente húmeda, de la otra camarera, una rumana llamada Mirela, que lleva años de emigrante sin disfrutar de su familia.
Me sentí oblicuamente orgullosos de mi país y de mi gente. Creo que puedo asegurar que sólo en España puede darse algo como esto. O no, pero a mí así me lo pareció.
Nota: para quien pueda interesar, la noche fue dos o tres veces buena, según se mire.