martes, 28 de abril de 2009

refundación

Me sucedió hace unos días, por la mañana temprano. Eran las siete y media. Un sol apenas horizontal atravesaba los ventanales, mientras el mar rugía los postreros coletazos de una noche bravía de viento y marea. Tras tomar el primer sorbo del café de arranque de actividades, me acerqué a la cristalera de la terraza haciendo equilibrios con la taza, las tres pastillas de cada alborada en la otra mano para tomármelas a la vez, como hago siempre, mirando el paisaje. Nada de entre tanto gesto habitual presagiaba el cataclismo que se iba a producir súbitamente instantes después. Entonces, ocurrió.

Con una claridad insoportable, supe, en un instante, que mi vida en este lugar carecía de coherencia. Que la estaba viviendo hasta ese mismo entonces sin naturalidad, sin espontaneidad, sin alegría, ajeno a la realidad que yo mismo me había fabricado, sin embargo, hace más de un año cuando cerré la tienda y me vine al sur tras los pasos de mi amada. En un pispás comprendí que llevo todo este tiempo viviendo aquí como si estuviera allí, lo que resulta aberrante además de francamente estúpido. La idea se presentó de repente, sin previo aviso, como suele suceder con los pensamientos trascendentales. De sopetón se te viene encima lo gordo para, instantes después, cuando todavía no te has recuperado del fulgor del rayo de su evidencia, desconcertado e inerme, irse desgranando en razones que pretendías ignorar y verdades en las que no habías querido reparar, insidiosamente reveladas irrefutables de golpe y porrazo. Pocas veces en mi vida se me ha hecho patente una realidad con tanta evidencia.

Hasta ese mismo instante, desde el comienzo de este mi exilio tan voluntario como definitivo, he dedicado cada mañana, sin reparar en otra cosa, a leer las noticias en toda la prensa nacional ante la misma pantalla frente a la que ahora escribo esto y a paladear críticamente las opiniones de los columnistas hasta aislar un tema de mi particular interés, a rebuscar luego al acopio de datos, (impasse para leer el correo), para anotar de seguido informaciones, contrastarlas y pergeñar un comienzo antes de, con el criterio claro y un mínimo esquema en mente, proceder a escribirlo hasta descubrir que se me escapaba un elemento esencial, perseguirlo canino por la red, confirmarlo, integrarlo en lo ya escrito, argumentar, darle una salida, buscar enseguida la ilustración adecuada, tirar de photoshop cuando hace falta y publicarlo al fin en esta página tres o cuatro horas después de haber empezado el proceso... Otras veces, cuando no encontraba nada nuevo ni original que llevarme a la boca, he rumiado mi fracaso por no publicar (tras haberle dedicado a la intentona, eso sí, algún par de horas hasta desembocar en esa amarga evidencia), leyendo relatos ajenos, repasando los blogs de los amigos o viendo tetas y culos cibernéticos para desterrar la frustración del impotente.

Para entonces, ya la vida de mi alrededor llevaba horas pasando por mi lado sin percibir yo constancia alguna de ello y se acercaba la hora de preparar la comida, ella o yo, e iniciar esa parte de la rutina.

Se acabó. Estoy aquí, ya soy de aquí, vivo aquí. Me debo y le debo a este lugar respirar el aire de sus mañanitas, pasear temprano sus vericuetos, hacer la compra a pata en los colmados y tiendas, huir del súper, olvidar el coche, aprender a diferenciar quién vende el pescado más fresco, el pan más rico, las hortalizas apenas arrancadas de la tierra, los huevos más recientes, dónde paran las tenderas más divertidas, los tenderos más sabios y fiables, o al revés... Integrar mi vida con el entorno que he elegido, saludar a los ancianos que se caen de la cama de madrugada y se tiran a la calle como voy a hacer, tomarme un café con churros o su media tostada con jamón a su lado, escucharles y charlar con ellos en cuanto se dejen. Sacarle provecho a las monedillas, encontrar lo mejor, más bueno y barato. Buscar amiguetes para mariscar con ellos cuando las mareas bajas, o regar y cavar un poco en sus pequeños huertos de supervivencia, o echar un pito sentados al sol aunque haga fresco. Que nos inviten a sus festejos. Ir al fútbol de Primera regional autonómica. Saber el nombre de los jugadores locales. Que nos saluden los vecinos por las calles, y saludarles con educación y elegancia. Conocer la vida y milagros de quienes nos rodean. Dejar de vivir el pueblo como si no existiera. Hablar con todos. Pasear por la playa, al borde del mar, de la mano con mi chica, por disfrutar más que por deporte. Curtir la piel. Bajar barriga sin darme cuenta. Cambiar las cenas por un té tardío. No estar tanto tiempo sentado. Hacer cosas, ir a las romerías, al teatro local y alguna noche a los conciertos de la sala alternativa, que tenemos de todo. Doctorarnos en el mercadillo de los miércoles. Saber cuándo van a traer camarones saltarines para marcarnos unas tortillitas con su perejil y su harina de garbanzos o quién tiene las mejores gangas.

Esas han de ser mis mañanas, tal mi vida de aquí en adelante. Alguna tarde, cuando tenga algo interesante que decir, me sentaré a escribir una entrada para este blog. Sé que, de vez en cuando, algunos seguiréis pasando por aquí a mirar por mi ventana. A los que no vuelvan, decirles que estoy encantado de haberles conocido.

Mientras, los unos y los otros podréis suponer que soy feliz en la ausencia.

lunes, 20 de abril de 2009

dinero negro contra dinero negro

En estos que son tiempos de simetría y paradoja, en los que te puedes encontrar a un Gabilondo entrevistando a otro Gabilondo (¡qué bonito debe ser que te nombren Ministro a un hermano y poder sentarte con él a entrevistarle!), en los que tampoco es raro que los causantes de la crisis descarguen su justa ira por haber perdido el negocio del siglo contra los pobres curritos, hoy principales paganos en carne propia de beneficios insanos que jamás les beneficiaron, tiempos en los que cabe apreciar (con cierto sarcasmo, creedme) que los que vendieron sus almas al demonio de la especulación no pueden realizar sus delictivos beneficios al carecer de compradores con lo que (¡por una vez!) se ajusta el efecto al causante, sale a la luz una cantidad aterradora, un número que por sí solo expresa toda la podredumbre de esta sociedad hipócrita en que vivimos. El 56.000.

No es un número para un sorteo. ¡Qué más quisiéramos! 56.000 son los millones que tienen guardados los sinvergüenzas de este país debajo del colchón de su ignominia y en los paraísos fiscales en los que se gestó esta crisis. 56.000 millones de euros en billetes de 500, morados como el dominante de la pasada santa semana. Ahí es nada. Una cantidad idéntica al fondo de reserva de toda la Seguridad Social española de 2008, de la que comemos los parados y jubilados y gracias a la que nos curamos en los hospitales públicos el resto de los ciudadanos de a pie. Más dinero que el patrimonio personal de Bill Gates, el hombre más rico del mundo, que sólo tiene estos cincuenta y seis mil millones en dólares, el pobre iluso. Una cantidad similar a la hipotética liquidez de un Banco tan enorme como el Santander, al volumen total de las exportaciones de Alemania al resto de los países de la CE, al montante del préstamo del Fondo Monetario Internacional a todo un país como México para hacer frente a la crisis...

Son algo así como 112 millones de billetes morados, que constituyen la cuarta parte de los que se han emitido para toda Europa. ¿Dónde los tenéis? ¿Cómo los habéis juntado hasta rebosar esos sacos de plástico enterrados, esos dobles fondos, esos maletines o maletones, esas cajas fuertes soterradas debajo de los ladrillos de la chimenea? ¿A quién se los habéis quitado? ¿Cuántos delitos contemplan? ¿Cuánta ignominia? Los han ido juntando como urracas, teñidos con la sangre del resto de nosotros aunque limpios de cualquier traza de sudor, de trabajo, de honradez. ¿Quienes sois vosotros, asquerosos monstruos sociales, para construir vuestro futuro sin incertidumbre a costa del hambre de tantos?

Seguro que me cruzo con tres o cuatro cada día. Seguro que van por la vida con la cabeza bien alta, mirándonos por encima del hombro. Seguro que no se cortan un pelo a la hora de hablar en público o doctorar de fútbol en la barra de un bar. Apuesto corderos contra pajaritos a que muchos de ellos ostentan cargos públicos y no se empachan al opinar de lo divino y lo humano como si fueran gente decente. A que tienen secuestrado el equivalente al 5'32 por ciento del Producto Interior Bruto de España y dan lecciones de ética, de moral y de justicia. A que muchos de ellos, causantes de la inflación que todos sufrimos, dan lecciones de economía con el riñón bien forrado.

Izquierda Unida ha propuesto que se retiren de la circulación los billetes de 500 euros en todo el continente y que se emitan de nuevo en otro color, que proponen negro como las almas de los usureros. Tres meses para aflorarlos y el que no lo haga que los use luego para envolver caramelos. Al Banco a cambiarlos, como se hizo con las pesetas, pero contra ingresos en cuanta corriente, que Hacienda se iba a poner las botas. Si se hiciera algo así, en medio año salíamos de la crisis de los cojones. Una medida de esta naturaleza, que en nada afectaría a las gentes honradas que pueden justificar sus ingresos o sus ahorros, obtendría además una larga lista (negra, como no podía ser menos) de todos los delincuentes de cuello blanco de este país, desde propietarios de gasolineras a traficantes, desde empresarios insolidarios a los mangantes comisionistas del "¿cómo va lo mío?", desde políticos indecentes a magistrados amigos.

Lo que se podría hacer con los que figuraran en esa lista, prefiero dejarlo a vuestra imaginación...

miércoles, 15 de abril de 2009

ética contra Ministerio

Parece que está siendo una constante de la actualidad política que el presidente Zapatero elija para encabezar los Ministerios del Gobierno de esta nación nuestra a presuntos implicados. Sin ánimo de globalizar y sólo a modo de ejemplo, me refiero hoy a los nombramientos de Cristina Garmendia en Ciencia e Innovación y al reciente de Ángeles González-Sinde para Cultura. Ambas dos comparten una trayectoria empresarial específica interrumpida el día en que el cartero motorizado llamó a su puerta. En los dos casos, cabe suponer que ambas reanudarán esta trayectoria en la empresa privada tras el paréntesis de mandamases en el que se encuentran ahora y esto es lo que me da pie para plantear la cuestión que figura en el título de esta entrada.

Se podrá argumentar, desde luego, que es buena cosa que cada departamento esté dirigido por un conocedor de la materia específica que atiende. Yo opino que no es así por innecesario, aunque entendería este argumento si no fuera porque implica otro género de fisuras que pueden ser peores que la relativa ignorancia de los contenidos que les son propios. A mí me parece que cada Ministerio debe regirse conforme a principios políticos e ideológicos, más que estrictamente técnicos, y que se debe obrar en ellos con la eficacia como obsesión y la precisión, la contención en el gasto, el equilibrio y el avance hacia los objetivos como elementos inspiradores de su metodología. El Ministro o la Ministra son, en esta democracia que tenemos, el brazo ejecutor de la política del Presidente en cada campo, siendo éste, a su vez, supuestamente, quien aplica la política del Partido al que pertenece. Todos ellos, claro está, al servicio de los ciudadanos que les votaron para que cumplieran los compromisos contenidos en su oferta electoral, en concreto, y ese otro tipo de compromisos morales adjuntos a las siglas, colores y banderas de cada uno, una política progresista en el caso de unos o conservadora en otros.

Por lo tanto, para ese viaje solo serían necesarias alforjas de buenos gestores, gente con las ideas claras, los objetivos concretos y los asesores necesarios, cual es el caso de la Chacón en Defensa o el más reciente de Salgado en Economía, por seguir de ministras. Lo demás, la excesiva especialización en la materia, me parece un engorro que es aconsejable evitar.

Todo Ministro ha de tomar continuamente decisiones en el terreno de su jurisdicción, promoverlas, concretarlas, firmarlas y conseguir que sean decretadas. Si eres del oficio, no podrás evitar conocer de primera mano y después valorar a ciencia cierta en qué o en cuánto estas decisiones que tu mismo debes tomar favorecerán o no tu futura trayectoria empresarial. Es evidente. Que las saques adelante, las promuevas, te las inventes o las rechaces si te peta es igual porque el conocimiento exhaustivo de las interioridades de cada disposición te colocarán siempre en situación de privilegio para posteriormente aprovecharlas en beneficio de tu gestión particular cuando vuelvas a ser de a pie. ¿O vamos a creer de golpe ahora en la esquizofrenia ministerial?

Al margen de que nos parezca posible o imposible que sean a la vez juez y parte escrupulosamente objetivas en cada cuestión, es innegable que a las Ministras especialistas de este cuento se les plantearán sin duda por esta causa problemas añadidos (impensables para cualquier otro "no-especialista") susceptibles de nublar su objetividad a la hora de tomar decisiones, me es lo mismo si las toman, finalmente, a favor o en contra, si las potencian o las paralizan.

Cualquier Ministro establecerá por su cargo cientos de relaciones con empresas y dirigentes del sector en que trabaja. A unos para consultarles, a otros para favorecerles, a otros para... Si éste sector coincide con el profesional, es absolutamente congruente que dichos "conocimientos" sean posteriormente puestos al servicio del empresario que seguirán siendo cuando cuelguen la cartera. Por no presuponer lo que una mente rebuscada podría elaborar para que lo plantado hoy obtenga sus efectos a largo plazo.

Todo empresario, antes de ser Ministro, tiene además una trayectoria profesional que se demuestra en sus gestiones, opiniones y manifestaciones públicas. Cuando alguien así es nombrado a encabezar su sector no cabe pensar que deja de existir su pasado, ni que carece de importancia su trayectoria previa. Nadie como Ministro va a hacer en su puesto lo contrario de aquello por lo que lleva peleando años sin entrar en conflicto y salir por la tangente de la dimisión, ergo si no sale por ella es porque sigue aplicando desde su cargo público las mismas premisas que cuando era un civil cualquiera, salvo que tenga tragaderas de ballena y moral de almeja.

...

Que dice la Sinde que "los internautas no tienen que preocuparse o tener miedo", porque internet es "imparable". Ya te digo.

Además, no duele nada, le dijo el lobo a la oveja...

pie de foto al modo del que se fue.- adiós saliente silente, hola reciente sin demora, dijo este paciente intransigente, ¡que sea en buena hora!

martes, 14 de abril de 2009

14 de abril, pues que viva la República

Cada año me pongo tricolor por estas fechas. Qué le voy a hacer, así es mi vida, siempre a contracorriente. Pero así será por siempre hasta que algún sesudo biólogo o cualquier hemoespecialista de pro me demuestre hasta el convencimiento que la sangre de los borbones o la de cualquiera otra dinastía del mundo es diferente de la que cabalga por mis venas cuando me solivianto o de la que, a ritmo lento, bombea, bum-bum-bum, mi negro corazón cuando esto escribo mientras las jodidas coronarias se piensan y deciden si les apetece echar el cierre. Hasta ese momento, mi entendimiento se niega a aceptar la existencia de humanos superiores por nacencia, ya sean de la aristocracia o de las grandezas de España o de alguna otra cualquiera real familia. Puede decirse, entonces, que la primera línea de mi acendrado republicanismo está asentada en la biología, aunque posiblemente encuentre su acomodo y mayor proyección posteriormente en el orgullo que siento de ser tan humano como cualquier otro.

Luego seguirán las otras líneas, las racionales, las históricas, las legitimistas, las realmente democráticas..., aunque una república burguesa tampoco me parezca la panacea universal ni el bálsamo del gigantón Fierabrás, que república es la del Bush y sus invasiones hasta la del Berlusconi del camping todo incluido para los recién expoliados abruzzos. Eso sí, pretender la proclamación de la Tercera con ese todo y ruptura que habría de traer me parece un hito altamente positivo para extraer con los fórceps de la Historia a este pueblo nuestro de las garras del franquismo residual y las fauces del clericalismo rampante, que hoy me he debido levantar decimonónico.

Así que, amados cyberhermanos, decid conmigo desde la discreción pero el mayor convencimiento, musitadlo por los vericuetos, escribidlo en las pizarras de las escuelas o en los muros de los palacios, pasadlo por los móviles de tercera generación cual proclama de libertad o consigna o santo y seña, acaso sólo pensadlo sota mano desde el interno regocijo del que fuera perdedor hasta que llegue la hora de clamarlo a voz en grito por nuestras calles y plazas, que lo haremos, no lo dudéis..., que ¡Viva la República!

viernes, 10 de abril de 2009

anónimos

Tu vas y escribes lo que piensas sobre las cosas que pasan o las que sospechas que pasarán o las que recuerdas que pasaron. Haces público lo que piensas porque existe un medio que te lo permite por la cara y es la manera que has encontrado de rentabilizar la pasta que te cuesta el adsl, además de otras ventajas que le vas descubriendo a mantener a ese precio la conexión. Firmas tus escritos con nombre y apellidos porque te parece lo correcto, aunque no imprescindible, pero has nacido así y tampoco tiene tanta importancia lo que dices, coño, como para andar pillándotela con papel de fumar. De repente descubres que has encendido una bombilla allí donde antes sólo se podía imaginar la lucecita de El Pardo y te asombras de que, desde aquel ya tan lejano diciembre de 2006 hayan visitado tu casa cybernética para leer tus palabras nada menos que 71.348 seres, en su mayoría humanos.

Muchos de ellos han tenido a bien hacerme llegar sus opiniones acerca de lo que aquí he escrito, algunos a favor, otros en contra, e incluso algunas veces se han propiciado entre los comentaristas debates apasionados aunque dirimidos siempre desde la cortesía y la moderación no exentas de sentido del humor, pátina con la que siempre he intentado tamizar la hipotética radicalidad de mi pensamiento sobre todo en algunos temas de los que habitualmente levantan ronchas porque tocan donde más duele. Siempre he pretendido, y me jacto ante mi propia mismidad de haberlo logrado a menudo, decir cuanto la actualidad y sus expresiones me sugerían, intentando aportar a cada comentario un plus de novedad, algún elemento nacido de mi coleto en forma de análisis original o comentario de los que le sacan la punta al lápiz, tanto como hacerlo tratando con el mayor de los mimos el idioma en que escribo, este español que adoro y admiro por su incuestionable riqueza y profundo acervo. Aquí he intentado escribir desde el máximo respeto por mi lengua y por las ideas que combato tanto como por las que comparto. Así creo que ha sido hasta ahora y así pienso que seguirá mientras me guste hacerlo y a vosotros, lectores, muchos tan silenciosos, leerlo.

Pero también por estos lares aparecen de cuando en vez (pocas las veces, debo decir) algunos personajes que aprovechan el oscuro manto que les ofrece el anonimato para, escudados debajo de él, insultarme y arrojarme a la cara su desafuero. Como el que recibí no hace mucho, que decía: "hijoputaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa vete a trabajá que no das ni puta ostia to el día odiendo y naciendo na cabrondelosmalos malaaaaandro". Está bastante claro que su autor debe conocerme a fondo y disponer de la información privilegiada que le permite emitir sus exabruptos con tamaño convencimiento y profundo conocimiento de causa, sólo comparables en cuanto a sus proporciones desmesuradas con su escaso seso. Enseguida llegó el comentario de una habitual de esta página, que le agradezco aquí tanto como ya hice en los comentarios, en defensa de este escribidor acusando al espontáneo de cobardica por esconderse en el proceloso anonimato para insultar gratis.

Lo cierto es que ese comentario lo dejé publicar voluntariamente para que me sirviera de gancho para esta entrada. Por eso pasó el filtro del que dispongo en esta página, gracias al que os ahorro algunos otros del mismo jaez. Lo hice porque entiendo que tras estas palabras no sólo se esconde un/a gilipollas/pollos, sino además un/a ignorante.

Un/a bobo/a tecnológico/a que no sabe que con su vómito de las 5,28h. de la mañana del 7 de abril (digo yo que volvería con el calentón de alguna conquista frustrada, o pedo como una cuba o ambas cosas, porque no se me ocurren otras razones plausibles para explicar el hecho de meterse en una página como ésta a tales horas de la madrugada si descontamos un profundo ataque de insomnio fruto sin duda de la mala digestión de su propia bilis), que con su vómito, decía, viajan también informaciones acerca de sí mismo, tales como la dirección IP de su ordenador (83.49.41.25) o el DNS bajo el que se cobija (25,Red-83-49-41.dynamicIP.rima.tde.net), que su servidor es Telefónica.net y está situado en los alrededores de la calle Garganta de los Montes de Madrid y ante el que podría denunciarle con un simple mensaje al servicio nemesys de la compañía para que le dieran un toque o acaso de baja por una temporada, inscribiéndole de paso en el registro correspondiente de indeseables en la red.

Lo mismo lo hago un día de estos.

miércoles, 8 de abril de 2009

pues mejor

Así que ahora la cosa ha pasado de carteles de linces y bebés-Losantos a los lazos blancos de los pasos y los cofrades. ¿Sabéis lo que os digo? Pues mejor.

Lo más cutre de la ICAR (o SICAR, como dice algún ilustre visitante) ha sido siempre su innata tendencia a la insidia. A tirar la piedra y esconder la mano, como afirmábamos por aquí, a que la mano derecha no sepa lo que hace la mano izquierda elevando la amoralidad y el cinismo a categoría de dogma. Pero todo ello llevado siempre por los mandos eclesiales en segundo plano, con discreción, sin alharacas que llamen en exceso la atención. Hasta ahora así era, durante el largo periodo de la transición y hasta nuestros días. Se conformaban con mantener sus prebendas, su porcentaje de la declaración de la renta, su parte del león de las cuentas del Estado merced a unos acuerdos vergonzosos renovados de tapadillo y cobrados sin vergüenza, su exención del IVA, sus inmensas propiedades y riquezas amasadas tras siglos de explotación de la ignorancia y el temor de las buenas gentes, tesoros ocultos gestionados hacia el fin último que no era otro que la conservación de su especie.

Ahora, sin embargo, han tirado de los reservistas del capirote, haciéndoles salir a la palestra y arrojando así las procesiones a los pies de los caballos. Que den la cara, una vez más, otros. Exactamente los mismos que asumieron sin rasgarse las vestiduras los 500.000 abortos, reitero, de cuando mandaba Aznar. Entonces no les impelieron a agitarse. Entonces el derecho a la vida que ahora les rebosa la boca (ojo, ese derecho que exclusivamente ellos orientan y definen, del que quedan al margen los diferentes, los civiles palestinos, los homosexuales, las madres forzadas, los enfermos de SIDA...) no estaba en peligro, ni era conveniente "politizar" un ritual que les arrojaba (de paso) pingües beneficios. Entonces era mejor callar y reventar los bolsillos del turista boquiabierto.

Ahora, sin embargo, le conviene a la clerigalla tirar del hilito y manipular a lo más rijoso y descerebrado de su retaguardia, porque hay en el Vaticano un mandamás enajenado que suspira en clave de Torquemada. De modo que les lanzan a la calle para que enarbolen el lazo blanco (ellos no dan la cara, faltaría más) sin reparar en que están quemando sus propias naves al mezclar el negocio del santurreo con la evolución de la Historia y las consecuentes e imprescindibles regulaciones del poder civil aunque sin valorar, a mi modo de ver lo suficiente, que están cortándole el cuello a una de sus gallinas más ponedoras, la de los huevos de oro. Pues mejor.

Yo mismo, que hasta había paseado por Calanda y Zaragoza mis fervores patriochicos enajenando para ello mis profundas creencias agnósticas (y paradójicas, ça va de soie), le acabo de hacer cruz y raya a la semana santa y hasta la escribiré en adelante con letras tan minúsculas como las neuronas del obispo portavoz Camino a ninguna parte. Paso desde ahora de ceremonias asentadas sobre el terror al invento del infierno y sobre la exaltación ritual del cuento chino que me siguen evocando, ahora con más fuerza al haberlas despojado de su forzada pátina cultural/costumbrista, las danzas de los salvajes ciudadanos negros del Sherenguetti con sus máscaras del hombre del saco en la cocorota saltando alrededor de la hoguera, rebosantes de respetables creencias y algunas hierbas animosas, para obtener de sus dioses una buena caza.

Así veo yo ahora los cucuruchos, al cofrade mayor y a la de la mantilla española, a los costaleros y a las rijosas autoridades desfilantes, al tamborilero, las trompetas y a la pecadora descalza que arrastra las cadenas de la ignorancia, a los picaos y a los que les hacen la sangre, a la de las saetas y a la cofradía en pleno del santo sepulcro, a los cirios sin fin y al preso conmutado, todos de cera a mis ojos, a través de su hipócrita lazo blanco.

¿Eso han querido? Pues mejor.

jueves, 2 de abril de 2009

grandísimo hermano

Mi capacidad de asombro ante las prisas que se da la tecnología es cada vez mayor. O tal vez sea al contrario y lo que me está pasando es que casi nada en este campo me sorprende demasiado, pero el caso es que os quiero hacer partícipes de mi último descubrimiento, aún a riesgo de llegar tarde y quedar, como en la canción de Brassens que tan bien versionó Javier Krahe, yo allí con la flor como un gilipollas (j'avais l'air d'un con, en el original).

El aparato está a la venta, aunque todavía en versión beta, y se puede obtener por unos 279 dólares tan solo. Así que los milagros no salen muy caros. Consiste en un pequeño robot al que basta adosarle una cámara digital y marcarle los cuatro extremos del enfoque panorámico que deseas fotografiar. Él solito calcula las fotografías que tiene que hacer y procede a ello con diligencia, como podréis observar en el vídeo que os pondré dentro de un rato cuando me haya explayado. Obtiene así cientos de tomas con las que después, mediante un programita adjunto, elabora como si fuera un puzzle el mural panorámico que le habías solicitado, fundiéndolas todas en una única fotografía. Hasta aquí, todo normal y casi diría yo poco espectacular. Para más información técnica, pulsar aquí.

Lo que sucede es que el resultado tiene una resolución tan enorme (imaginad una fotografía que mida 59.783 X 24.658 píxeles, compuesta por 220 tomas) que puede ampliarse a voluntad hasta límites insospechados, con resultados no sólo pintorescos sino sublimes. Vedlo vosotros mismos aquí, y tomaos por favor la molestia de bucear mediante cuantos dobles-clicks os apetezcan dentro de ella hasta percibir con asombrosa nitidez cualquier detalle ínfimo de la fotografía en cuestión.

En este caso de la toma de posesión de Obama, fue el fotógrafo norteamericano David Bergman el que logró un registro de la ceremonia en un tamaño equivalente a casi mil-quinientos megapíxeles, con lo que se ha hecho famoso. Para lograr dicha resolución, que pesa como archivo digital en formato TIF cerca de 2 gigabytes, Bergman montó una Canon Powershot G10 sobre un dispositivo robótico Gigapan y le dio al botón. Como podréis observar en los detalles del montaje que ilustra estas líneas, se dan extraños casos en el curso de las tomas, como movimientos bruscos y/o cambios de postura, con lo que descubrimos que en el primer acto de la nueva era estuvieron presentes el hombre invisible (sólo se ve su sombrero) y un par de alienígenas. Mirad con cuidado para descubrirles.

Existe una página en la que se pueden ver y disfrutar más de 14.000 fotografías tomadas con este sistema (confieso que he pasado en ella muchas horas muertas) e incluso tenemos algunos ejemplos de aplicaciones similares en esta España nuestra, como esta hermosísima fotografía de la catedral de Murcia en la que podemos observar al detalle, acercándonos hasta tocarlos con los dedos, los múltiples elementos que ha dispuesto la autoridad para evitar que las palomas se caguen sobre los santos apóstoles. Es fascinante.

Si alguno pensaba que era todavía posible escapar a la inquisitorial mirada del Gran Hermano, que se vaya haciendo a la idea de que la tecnología no es ningún juguete. A pruebas como ésta me remito.