millonario
Mientras escribía la entrada de ayer dedicada a la contemplación de una planta, caí en la cuenta de que la que describía era una práctica bastante similar a la de escribir un blog. Las dos tienen en común la profunda soledad del agente, la íntima satisfacción que le producen empero (similar en ambos casos, os lo puedo asegurar), la exclusividad de la perspectiva, siempre personal e intransferible y también, si me apuráis, la serenidad que aportan al actor como valor añadido. Esas que enumero me parecen las semejanzas apreciables en cuanto a los sentimientos del protagonista, que soy yo en este caso aunque podría ser cualquiera, pero encuentro más paralelismos no tan subjetivos: en los dos casos se ignora si la respuesta (lo que ahora llaman feed-back y antes tan solo retorno) del objeto paciente va a ser favorable, desfavorable o, lo que es aún peor, indiferente, independiente del mimo, la atención, el cuidado y el cariño que tu ofrezcas en el intercambio. (Sí, cuanto más lo pienso, más se semejan ambos procesos, aunque deseo pensar que este de escribir es mucho más creativo que el de la mera contemplación).
También se semejan, creo, en los efectos que las dos acciones obtienen, que es algo parecido a lo anterior, pero no es lo mismo. La planta, agradecida, crece y engorda a ojos vistas. Es su manera de gratificar mis desvelos y de coquetear cuando la miro. Hasta me está dando (se está dando solita, no os vayáis a creer) un hijo que ya puja debajo de sus hojas más antiguas. Y vosotros, visitantes y lectores, lo hacéis disfrutando de lo que os cuento, intuyo, y añadiendo vuestros comentarios para el enriquecimiento general cuando os apetece, siempre bien recibidos aunque a mi entender escasos.
A veces, después de terminar una entrada, me siento enormemente satisfecho. No pasa casi nunca, pero sucede de ciento en viento. Son esas entradas que relees una y otra vez buscándoles la última vuelta y limando sus imperfecciones, para que cuando aprietas la tecla de publicar experimentes la íntima satisfacción de las cosas bien hechas. Me ha ocurrido con las dos últimas, la de las galletas y la del aloe, y hacía ya tiempo que no me pasaba. Bueno, pues debo deciros que, habitualmente, son esas precisamente las que menos respuestas vuestras reciben. Sospecho que la paradoja anida entre nosotros, de lo que no me quejo aunque no deje de constatarlo en vuestra presencia, que sigue siendo tan masiva a pesar de mis temporales defecciones sabáticas que una página en inglés, de esas que encuentras buceando, ha valorado este blog, mi blog, vuestro blog, en más de siete mil dólares USA como podréis constatar en la viñeta que pego a continuación. Mira por donde, vosotros me estáis haciendo millonario. Digo vosotros porque no imagino otro valor cuantificable por los americanos que no sea el número de visitantes de una página o al menos ignoro otra fórmula de cálculo de valor aplicable y pienso que vosotros, vuestra continuidad, vuestra reiterada presencia, sois lo más mensurable que hay por aquí.
Pues gracias, gente. Tendré que invitaros a algo.
My blog is worth $7,339.02.
How much is your blog worth?