miércoles, 21 de diciembre de 2011

agitadores y números

Si os teméis que, tras esta larga ausencia, vaya a machacaros hoy, como cada año, con mis habituales disgresiones antinavideñas, estáis equivocados. Nada de eso. Esta vez hablaremos de números.

Andan las asambleas del 15M, movimiento al que pertenezco y en el que participo casi desde el día que comenzó su andadura, preocupadas. Están mis gentes con el corazón en un puño porque se miran las tripas y no les salen las cuentas. Antes éramos muchas, afirman compungidas, y vamos quedando bastantes menos. ¡Qué desilusión! ¿Qué estaremos haciendo mal? A mí me gustaría decirles que lo que pasa no es malo, pero que podría ir a peor si no reaccionamos.

No es malo, sino lógico. Del surgimiento espontáneo, de la indignación y de la emulación, nació el contacto. Efectivamente, éramos muchas las indignadas, las vapuleadas por el sistema, las hartas, las acosadas, las defraudadas por los políticos y por la política, o mejor dicho por el modo en que los políticos hacen la política. Hablábamos y nos escuchábamos, escrutamos nuevas maneras de existir en común, desarrollamos y nos impusimos descubrimientos semánticos, metalenguajes y modos de colectivizarnos sin diluir la identidad. Fue apasionante construir ese mundo. Y más todavía descubrir que ese proyecto era compartido por tantas, presentes o no, que daba igual. Nos dijeron que estaban y era cierto y lo demostraron saliendo a la calle a cada convocatoria. Y ahí siguen estando. Atentas y esperando nuestras propuestas. Como decía antes, eso es lo bueno.

Pasó el verano y, donde tantos enemigos nos deseaban disueltos, ahí seguimos. Menos, pero sobreactivos y con aquella capacidad de convocatoria incólume. Por eso siguen tragando quina. Porque les damos miedo. Pero éramos menos cada día las que nos veíamos las caras. Éramos menos las personas pero, sin embargo, como contrapeso, nos movíamos más. Vicioso círculo, espiral nefasta. Activismo. Peligro. Ese es el germen de la posible deriva que antes anunciábamos, contra la que deberíamos vacunar al movimiento. Porque la mera existencia de cualquier activismo contiene en su propia esencia el desarrollo de todos y cada uno de los síntomas grupales, que son lo peor en cada casa. La cerrazón, la ausencia de análisis, el sectarismo, el pesimismo, la inapreciable pero segura sustitución del criterio por el dogma, del pensamiento por la ideología, de la independencia por el tabú, de la espontaneidad por la militancia... Prefiero no seguir antes de que me duelan las tripas.

Metidos hasta las cejas en tamaña actividad diaria, lo más normal es que seamos incapaces de mirar más allá de nuestras narices y que así no podamos ni intuir por dónde trascurre lo verdaderamente importante, por dónde va la vida ni lo que piensa nuestro pueblo. Porque, mesianismos aparte, la verdad de la buena es que lo que realmente importa es lo que le importa a la gente, y lo que menos importa es lo que nos importa a nosotras. Ya lo dijimos el 5 de junio en Sol y lo repetiremos las veces que haga falta. Mirarse al ombligo no conduce a nada ni le aporta nada a nadie. Algunas andan en ello, ufanas y hasta satisfechas, dictando de paso doctrina, pero otras muchas nos estamos dando cuenta de que para estar en la gente hay que ser como la gente y sentir y sufrir y echar cuentas y avanzar y frenar como la gente, no como si estuviéramos iluminadas por no sé cuáles ni cuántas verdades universales.

El 15M crecerá de nuevo lo que haga falta cuando nuestras actividades y nuestras propuestas alternativas respondan a lo que los ciudadanos esperan de nosotras. Que hay una Ley injusta, ¿cómo hacer para pararla? Que nos machacan por culpa de la deuda, ¿de qué manera demostramos quién es el que debe, a quién y por qué? Que se presentan unas elecciones, ¿cómo usar las urnas a favor de una democracia directa y contra los mercados? Que vienen nuevos deshaucios, ¿qué hacer para detenerlos? Que la alcaldesa hipoteca al pueblo, ¿cómo denunciar la deuda municipal y a sus causantes?

Esto es lo concreto y lo verdaderamente necesario. Construyamos un nuevo mundo, paso a paso, pero en el mientras tanto acaso lo mejor sea aprender de la realidad que nos rodea y aplicar con valentía todo nuestro esfuerzo para trasformarlo cuanto nos sea posible. Eso espera la ciudadanía de nosotras.