otro poco
Alguien declaró, hace algunos años, que en el deporte de competición español cambiarían las cosas cuando las selecciones nacionales se poblaran de jugadores jóvenes y exportados a otras ligas. Que la culpa de nuestros profundos complejos de mindundis era básicamente del provincianismo, de la falta de perspectiva acerca de cómo están hechos los humanos deportistas de ahí fuera y por dónde se visten allende esas fronteras que gracias a la autarquía franquista nos separaban del resto. Que cuando hubiera, en el caso del fútbol, jugadores en la Premier Ligue o en el Calcio cambiaría la mentalidad perdedora y acomplejada que era característica esencial de las sucesivas selecciones nacionales. Eso, y la pérdida de complejos de representatividad frente a los nacionalismos periféricos que hacían imposible entregarse a la defensa del proyecto común español si eras vasco o catalán.
Pues ambas condiciones dadas, los que disfrutamos de estos deportes con una permeabilidad que bastantes de quienes visitáis esta página no comprendéis, y lo asumo, estamos como chicos con zapatos nuevos experimentando sensaciones no por intuidas menos placenteras. La verdad, viendo la Eurocopa yo estoy feliz como una lombriz. Dicho lo cual, os confieso que también estoy viviendo esta eclosión futbolera con el sin par rubor de la vergüenza ajena ante el tratamiento desmesurado y patriotero, profundamente hortera e ignorante, que los media de este País (ya que hablo sobre todo de cuatro) están ofreciendo día tras día. Me refiero no sólo a todo lo que hacen y dicen unos indocumentados comentaristas, maestros del todo-vale, sino a su evidente compromiso bastardo con quienes les pagan, que hace evidente el uso ventajista de los resortes más primitivos de la agi-pro para obtener los todopoderosos privilegios del share a mayor gloria de Prisa. Filosofía polanquista en estado puro.
Los efectos de estas nada sutiles maniobras coreográficas entre las masas populares, que decíamos antes, están en el origen de la excepcional viñeta de Forges que ilustra estas líneas, y que he sustraído prestada de El País en un arrebato de justicia distributiva. Aunque nada de esta procaz manipulación (que ellos mismos reconocen repitiendo hasta la saciedad lo de jo-de-mos) deba tomarse en el fondo a broma, no me diréis que el puñetero Fraguas no pone el dedo en la llaga de uno de los aspectos (eso sí, en el más folclórico) de esta auténtica ofensiva monocolor.