martes, 28 de octubre de 2008

de paseo

Me decía hace nada una amiga que anda por el Japón que todos somos turistas, aunque ella lo decía en el sentido viajero tradicional y yo lo interpreté en el de cercanías, pero creo que tiene razón sólo en parte. No todos lo somos, pero sí algunos. Hay demasiados que pasan la vida transitando los lugares habituales, convirtiéndolos en paisajes reconocibles, pero sin disfrutarlos. Es como asumir la realidad que te rodea para incorporarla al archivo de lo ya conocido, de lo inmutable, al perfil del entorno archisabido, con lo que se consigue indefectiblemente desnaturalizar tu propio marco geográfico, vaciarlo de humanidad y adocenarlo. Matarlo, de alguna manera, puesto que con ese procedimiento acabas con la percepción de la vida que hay a tu alrededor. Muchos lo hacen sin ayuda alguna, simplemente obviando fijarse en lo ya conocido, dándolo apriorísticamente por sabido. Otros se ayudan de cascos estéreos y atruenan su cerebro para que no trabaje y perciba lo justito. Otros leen, equivocando la ocasión y corriendo el riesgo de descubrir lo rápido que se desplazan las farolas cuando se ponen a ello.

Ayer rellené el plazo de espera de la pelu (donde luego me dejaron hecho un san Luis pero con las ideas a flor de evidencia) recorriendo con despacio los alrededores del lugar, por donde paso tan a menudo, en plan turista. Me descubrí la otra mirada y aproveché sus capacidades para captar docenas de pequeños detalles en los que nunca había reparado, incluyendo hasta callejuelas ignoradas, que no eran tan pequeñas. No fueron una ni dos cosillas, pues, sino que capté e inventarié montones de ellas, de olores, sonidos, contrastes, sensaciones, perspectivas inesperadas..., tantas que por un momento tuve la certeza de haberme desayunado churros y aguardiente, lo que no fue el caso pero al efecto como si lo hubiera sido.

Así que no es de extrañar que, todavía latente esta borrachera de percepciones, me abandonaran los reflejos que hubieran sido necesarios para responder correctamente a la curiosidad de Cristina, expresada en cuanto tomé posesión de su particular potro de tortura, y fui y le dije que sí, que vale, sin reparar en que lo que me acababa de preguntar, a modo de saludo y sospecho que a traición tras interpretar-y-decidir-aprovechar mi desconcierto pasajero, había sido algo así como "¿muy cortito, no?"

Para cuando quise darme cuenta y reparar mi error, coronaba ya la maquinilla al dos la mitad de mi cráneo, y subiendo, hasta que conseguí detener su devastadora maniobra a la altura de donde los curas de antes marcaban tonsura, más o menos. Y así ando yo ahora, las ideas al fresco pero feliz por los hallazgos de mi turismo interior. Una mañana redonda.

viernes, 24 de octubre de 2008

S.O.S.

Atribulado estoy. Tengo todo el cuerpo malo, que se cantaba entonces. ¿O era acalorado? Vete a saber, lo mismo lo recuerdo en cuanto impasible el alemán deje de hacer travesuras y me devuelva las palabras que ha escondido para hacer unas risas a mi costa, como si tuviera algo de gracioso cambiarles las letras a las canciones de mi vida. Esta disquisición no resta certeza a mi aserto inicial. Ando atribulado, cariacontecido, compungido y hasta un poco, quizás, jodido desde que me he enterado de que se van a morir los blogs. Miro al mío con cariño, le acaricio el estilo y la frente y un suspiro se me va por la pechera abajo émulo de epitafio. Pobrecito. Y yo que le creía dotado de una salud de hierro... Miro los blogs de otros, leo a los amigos, me distraigo con las diatribas de un desconocido simplón, repaso los comentarios... ¡No me lo puedo creer! Parece todo tan normal...

Como va de canciones, me acuerdo de aquella en la que el vídeo mataba la estrella de la radio. Me vienen a la cabeza luego, a raudales, las fatídicas conjeturas disfrazadas de certezas de los apocalípticos, esos seres inanes para los que las enseñanzas de la vida importan menos que una buena orgía de sangre y fuego, esos a los que parecen excitar hasta el orgasmo las condenas a muerte producto sólo de su inmensa necedad, de su falta de conocimiento acerca de cómo la cosa se mueve desde siempre, de cómo el ser humano asume la coexistencia de contrarios y la llama evolución. La imprenta matará la conversación, el teléfono acabará con las charlas de café, la radio causará la desaparición del disco, la televisión finiquitará la radio, la imagen conducirá a la extinción del libro, el fax conducirá la correspondencia hacia su desaparición, internet arruinará los periódicos y los gratuitos llevarán a la extinción a los diarios de pago, youtube enviará la televisión al otro barrio... Lo mismo y más de lo mismo, ¡qué hartura! ¡Qué hartazgo de agoreros!

Nunca entenderé la erótica de estos voceros de la desgracia, ni qué les pone tan cachondos, como jamás me reiré como un lelo de la factura que pagamos y pagaremos por esta crisis mundial apenas iniciada. Mientras tanto, a fecha de hoy, me divierte una buena conversación compartida con buenos amigos en un café, hablo por teléfono cuando se me antoja (vaaale, lo justito) oigo discos y cd,s, pongo la radio si me peta, leo un buen libro en cuanto puedo, escribo y recibo más cartas que nunca, disfruto del 20minutos o compro aleatoriamente prensa nacional y local, me cuelgo de la tele si hace falta y disfruto de escribir lo que se me ocurre y ponerlo aquí colgado para que lo lea quien bien le parezca mientras echo mis barbas a remojar y elevo una pagana plegaria a santa Rita que me quede como estoy con la que está cayendo sobre nuestros bolsillos.

Y aquí seguimos.

domingo, 19 de octubre de 2008

a vueltas con las palabras

Ya se decía por aquí el otro día que no estaría mal refundar el diccionario, al estilo de la propuesta de Cadalso, o exigir a las voces públicas un más decente apego a los significados reales de las palabras, porque si no algunos van a tener que llevar sobre los lomos de forma permanente una cabina con traductor simultáneo incorporado, con lo que pesa eso.

Así, por ejemplo:

- Cuando desde la Renault dicen que van a incrementar la producción de vehículos, lo que quieren decir es que preparan un ERE que afectará a 5.500 trabajadores. (Lo que, por cierto, a lo mejor no es tanta contradicción si a los que mantienen el puesto de trabajo les encaloman la jornada europea de 65 semanales, y si no te gusta, ya sabes...).

- Cuando Rajoy dice que las medidas económicas del gobierno favorecen a los bancos y se olvidan de los trabajadores, lo que quiere decir es que cada vez le falta menos para presentarse a líder sindical.

- Cuando MacCain basa no ya toda su campaña presidencial sino el resto de su figura política en su condición de héroe de guerra, lo que quiere decir es que hay que olvidar que fue un delator, según él mismo reconoció en el pasado "Había decepcionado a mis compañeros, a mi país y a mí mismo", que firmó una confesión a cambio de que le hospitalizaran, que fue fue uno de los pocos que rompió el código militar y cedió a la presión de los agentes vietnamitas durante los interrogatorios.

- Cuando Esperanza Aguirre, alias Clarence, dice que lo de Garzón es esperpéntico, lo que quiere decir en realidad es que mejor sería dejar a los muertos en las cunetas, que a ella qué más le da.

- Cuando el funesto "Pepiño" exclama en público: "Tengo un asco al Madrid que no lo puedo ni ver", lo que quiere decir es que se alegra de que Gallardón y Espe gobiernen en la capital durante muchos años.

- Cuando Rodríguez Zapatero anuncia que entraremos en recesión en 2009 si la citada recesión lo es "a nivel" global, lo que quiere decir es que entraremos, que nos vayamos preparando.

Y así hasta mil, por lo que veo cada día. Admito complementos (según la acepción primera del de la RAE: Cosa, cualidad o circunstancia que se añade a otra para hacerla íntegra o perfecta).

miércoles, 15 de octubre de 2008

the Blog Action Day y los 385 gramos

Todos los días me peso por las mañanas, en una báscula supercalifragilística que tenemos aparcada debajo del lavabo del baño principal, justo antes de desayunar. Es como un rito, pero sin más gestos mágicos que los precisos. Me descalzo, la extraigo de su plaza y me encaramo sobre ella (confieso que a veces me ronda por la cabeza cuando voy a hacerlo un "que se joda", inexplicable porque hasta donde alcanzo ella no me ha hecho nada) hasta que arroja un resultado en dígitos de esos formados por la diferente aunque precisa disposición de esos modernos y estirados paralelogramos a los que algún ignorado impulso consigue resaltar, que eso sí que es para mí magia pura. No os diré cuánto, pero si hablamos de arrojar, ella arroja lo suyo. Luego, todos los días apunto el resultado en una libreta que escondo de inmediato, no vaya a ser que tenga que verla sin estar preparado. Bueno, el caso es que tras la ceremonia de esta mañana me he vuelto a sentar al ordenador, dispuesto a celebrar como se debe que hoy, 15 de octubre, es el día del blog, escribiendo algo a tal efecto y, con el fin de dejarme guiar por los que saben, me he conectado con la página oficial del evento para buscar alternativas pero me he encontrado, ay de mí, con que estaba escrita en inglés. Soy tan antiguo que mi segunda lengua era el francés, qué le vamos a hacer. Tal vez sea por eso por lo que me ha cabreado tanto encontrarme de manos a boca con que unos pintamonas que lanzan a la red una idea supuestamente universal ni siquiera se toman la molestia de hacerlo en otras lenguas en las que, por cierto, se escriben al día algunos centenares de miles de blogs, qué coño, de bitácoras. Estaba en ello cuando un providencial retortijón me ha venido a recordar que el segundo café con leche de la mañana estaba haciendo su oficio, por lo que he salido a buen paso a encerrarme con el señor Roca, como hago también cada mañana. En mi cabeza se entremezclaban mi cabreo con los del día del blog de los cojones con el recogimiento propio de mi genuflexa postura y también con algo parecido a la satisfacción, ¿por qué negarlo? al comprobar que la mayoría de los anuncios de la televisión me resbalan ya que mi tránsito resulta excelente (algún día escribiré algo sobre este país en el que los estreñidos han tomado el poder y perdido la vergüenza). Al terminar y tras proceder a las maniobras que la higiene establece, me ha venido a la memoria un loco maravilloso con el que estuve en Carabanchel que llevaba siempre en el bolsillo una botellita con alcohol y un pequeño saco repleto de algodón, ya que sostenía un combate frontal contra el papel higiénico porque lo consideraba todo lo contrario. Se llamaba, creo, Gonzalo noséqué y estaba en la trena por haber escrito un libro titulado "Los encartelados" con el que tanto bromeábamos uno al que decíamos el taxista-leninista y yo mismo, aunque de verdad creo que la risa era en venganza porque siempre nos ganaba al ajedrez. Tal vez la causa de esta mojada evocación haya que atribuirla al uso por mi parte, a modo de guinda final, de esas toallitas húmedas que tanta satisfacción aportan al común de los mortales desde que aparecieron en el mercado. Pero el caso es que en mi cabeza bailaban para entonces una numerosa familia de grillos y, acaso por eso, tuve la peregrina idea de volver a sacar de su plaza la supercalifragilística balanza y subirme a su chepa sintiéndome muy gamberro. Ahora sé que mi alma pesa 21 gramos y les dedico a los del día del blog los 385 gramos que arrojó de menos la báscula por no escribir ni su convocatoria ni su página en esta bella lengua de Cervantes.

A la mierda.

lunes, 13 de octubre de 2008

palabras, siempre

Me preocupan las palabras. Si ejerciera mi profesión de periodista diría que vivo de ellas, pero no es el caso. Lo que no quita para que me sigan preocupando, no tanto ellas como la perversión sistemática de sus significados. Nada es ya como se dice que es. Todas las palabras, las importantes y las del montón, van adquiriendo poco a poco, con cierta insidia, significados bastardos que hacen difícil entenderse y complicado dialogar. Cuando Fedeguico habla de libertad, sé que se refiere a otra cosa. Cuando en la Bolsa esgrimen regulación, debo entender que hablan de mantener sus beneficios. Cuando una patera se hunde, la prensa habla de ilegales o de inmigrantes clandestinos, pero no dice náufragos. Así hasta el millón, o más, las palabras han abandonado su fidelidad al diccionario y se ofrecen como putas al mejor postor para cambiarse de bando. O a lo mejor es que hay demasiados que prostituyen las palabras y a las pobres las hemos dejado indefensas, al pairo de una sociedad que las usa para engañar a través de ellas. Sí, debe ser por eso que andan las pobres enfermas y acomplejadas. No es extraño encontrarte con una paz envejecida cuya zeta es el cabestrillo en que reposa sus heridos miembros. El otro día me crucé con ella en mi paseo mientras contemplaba el daño que hace el agua en una playa, valiente pero aparente contradicción que ilustro aquí al lado. Me pareció una metáfora de lo que os estoy diciendo, por eso no me importó en absoluto que la pobre, ensimismada, ignorara mi respetuoso saludo. El agua de la lluvia, mensajera de ese destrozo de la naturaleza que llaman cambio climático, ocupa sus lugares y da por fluir por donde solía, sin aceptar que en medio de su espacio natural alguien haya construido un muro, un adosado o una carretera. Llegado el caso, se lo lleva por delante y santas pascuas. Rezo a mi dios inexistente para que no tarden mucho las palabras en hacer lo mismo con cuanto han construido a sus espaldas.

Lo escribe mucho mejor que yo García Montero entre las bárbaras inquietudes que le estoy leyendo, pero ya lo anunciaba en la segunda mitad del XVIII otro listo ilustre, el gaditano José Cadalso. Leo a García Montero pero no en su supuesto fuerte, que es la poesía, sino en su escribir comprometido con la realidad de la actualidad, que también rima. Debe ser como yo, un pesimista ilusionado, o yo como él, vete a saber. Cadalso murió joven pero dejó tras de sí varias joyas de enorme ingenio y largo alcance. Juro que se le lee como si fuera literatura contemporánea. Cuenta en una de sus Cartas marruecas que anduvo don Nuño tan preocupado ya entonces por lo que aquí hablamos que se proponía escribir un diccionario con los significados reales de las palabras. Lo escribía así: "Mi ánimo es el publicar lisa y llanamente el sentido primitivo, genuino y real de cada voz, y el abuso que de ella se ha hecho, o sea, su sentido abusivo en el trato civil. -¿Y para qué se toma ese trabajo? -me dice un señorito, mirándose los encajes de la vuelta. -Para que nadie se engañe -respondí yo, mirándole cara a cara-, como yo me he engañado, por creer que los verbos amar, servir, favorecer, estimar y otros tales no tienen más que un sentido, siendo así que tienen tantos que no hay guarismo que alcance". Podéis leerlo íntegro en la carta VIII reproducida en esta maravillosa página en la que os recomiendo, por otra parte, bucear a destajo.

No lo lamentaréis.

sábado, 11 de octubre de 2008

de La Habana ha llegado un barco cargado de...

Pretendía compartir algunas cosas que voy encontrando en la red, o que me mandan los amigos, y me ha venido a la cabeza la frase del título que creo recordar era de una canción, o de un juego infantil de adivinanzas. Valga como introducción, porque hoy de allí apenas llegan noticias y las que llegan cuentan más fracasos que alegrías, como si vinieran del parquet. Pero encontrar cosas válidas, sensatas, divertidas, geniales o llamativas en la Red tiene algo de eso, de llegada del barco de ultramar. Internet es como un barco que llega a tu ventana y te trae de todo en su panza, en la sentina, la santabárbara y hasta en el palo mayor, que decía una canción del proyecto de opereta que escribíamos un día con Moncho y Joss. Te arrima también noticias de allende fronteras, de amigos casi olvidados, escritos que te complacen o sublevan, miradas de soslayo, opiniones como abejorros, feroces contradicciones..., hasta que de golpe haces balance y extraes algunas gotas del limón como su jugo, que es lo que pretendo hacer yo ahora, para que lo bebáis a vuestro gusto, sólo, con cola, cerveza o sirva para darle el toque a una mayonesa elaborada como mandan los cánones.

Este vídeo, que no es de ayer, me lo manda Xan desde Galicia y me ha parecido una manera entrañable de acercarse al conocimiento de la crisis del capital que nos invade. Va subtitulado y me he reído un montón con él.



Esta maravilla me la envió mi gran amigo Jorge, dibujante espléndido y músico clandestino. Igual que Shakespeare dijera "desconfía del hombre que no tiene música en su corazón" (El mercader de Venecia, creo), yo desconfiaría de los que ignoran de qué estamos hechos, por lo que confiaría a ciegas en el autor de este dibujo sublime.

Aunque con algún retraso, no me resisto a reproducir aquí el dibujo con el que el eterno Forges evocó la sentida muerte de Paul Newman:











Otro día seguiré con una nueva entrega, que la máquina de subir cosas se está poniendo boba, pero no me resisto a terminar con un juego que podréis encontrar aquí. Se trata de convertirse por unos instantes en un diablo cojuelo para ir abriendo ventanas en una espléndida panorámica de Paris. Las abres y miras lo que hay dentro, el sueño del Acteón que todos llevamos dentro.

miércoles, 8 de octubre de 2008

el cielo y la crisis

En tiempos de crisis, la gente mira el cielo. No tanto en busca de alivio, creo yo, sino para verlas venir. En el 29, por ejemplo, los que miraban al cielo en la Gran Manzana lo hacían sobre todo para evitar que les cayeran encima alguno de los muchos brokers de Wall Street que echaron a volar por esas fechas, más que buscando inspiración divina para adivinar las fluctuaciones de la Bolsa. Las miradas al cielo de ahora tienen más que ver con la contemplación del desplome del Nikkei o del Dow Jones, por no mentar al selectivo patrio. Pero eso no desalienta a los curas. Jamás permitas que la realidad te estropee un buen sortilegio. En cuanto ven que la gente mira al cielo, los obispos y esas gentes que viven de la magia se engallan y sacan pecho porque creen que ha llegado su hora de jugar a ganador y se aprestan a hacerlo como lo hacen siempre, con ventaja.

Unos claman por refundar el capitalismo a la sombra de la moral, pero cuando entendemos que se refieren a la suya se nos vienen abajo las expectativas. Que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda (tiemblo al imaginar la ignorancia requerida de las dos extremidades hacia lo que haga algún otro miembro singular por libre), que ignore el Papa lo que hacen sus mensajeros USA, que no sepa el Vaticano lo que hace Rouco aquí con el bachillerato…, hasta donde yo alcanzo ésta era ya la estrategia del capitalismo antes de que nadie amenazara con refundarlo. No hacen falta estas alforjas para tan manido viaje.

Otros la emprenden de paso con el más débil, como son para la Iglesia los homosexuales, siempre que no sean curas, por pescar a río revuelto. Así vemos como, jocosamente, el capellán de la Bolsa de Londres (¿qué coño pinta un Capellán en la Bolsa, qué pinta una misa para abrir el curso de nuestro Tribunal Supremo?), un tal Peter Mullen, escribe en su blog, según informa el Telegraph, que a los homosexuales habría que tatuarles en la espalda frases como la sodomía puede dañar seriamente su salud, para que las leas como cuando estás procediendo o la felación mata, que ahí ya la postura para leerla en plena acción se me escapa por imposible si el tatuaje se encuentra donde el deslenguado describe... Este heredero de Austwisch afirma para justificarlo, en broma, claro, que la homosexualidad es "claramente antinatural, una perversión y la corrupción de los instintos naturales y los afectos", además de "causa de enfermedades fatales", por lo que a sus practicantes habría que tatuarlos a fuego como si fueran cajetillas de tabaco o judíos o gays en Treblinka.

Estando como está la Bolsa, en Londres y en todo el mundo, no me negaréis que es toda una proclama de independencia de pensamiento la de este fulano capellán, que sería inexplicable si no se interpreta como su particular aportación al río revuelto, en línea con el rechazo del Vaticano al embajador francés propuesto por París (hasta ahora el secretario general adjunto de la Cancillería francesa Jean-Loup Kuhn-Delforge) debido a su condición homosexual militante. El mundo, ahogado, pero ellos, a lo suyo. A mover peones.

Está demostrado que, en épocas de crisis, es casi mejor no mirar al cielo.

Nota.- Foto del capellán Mullen mirando al cielo, tal y como le veo yo, en broma.

martes, 7 de octubre de 2008

anonadado

Me ocurrió también el 11 de septiembre de 2001 y así mismo delante de la pantalla de la televisión, como me pasa ahora. Aquel día, acodado en la barra del bar-restaurante en el que solíamos comer los currantes de dos periódicos semanales, periodistas casi todos, soldado literalmente a ella durante horas, no pude apartar mis ojos de la tele mientras el resto de mis compañeros, en una mesa larga y estrecha, daban cumplida cuenta del menú del día, ajenos al sonido de las trompetas de Jericó que atronaban a su lado. Anonadado entonces, mi cerebro grababa y guardaba y luego reseteaba la primera imagen del avión hendiendo una de las torres gemelas mientras en una esquina del mismo se iba haciendo sitio la idea de que nada después de aquello sería como antes. Creo que me perdí un buen cocido, pero a cambio obtuve la mirada profunda del que ve y comprende, vaya lo uno por lo otro.

Me está pasando lo mismo ahora. La misma sensación, idéntico drama. Otra vez me está siendo dado contemplar con los ojos de ver el preciso instante en que el imperialismo muestra desnudos aquellos pies de barro que le pronosticaron los marxistas de mi cuerda hace tiempo, de nuevo el gran teatro del mundo desfila ante mi en directo, escena tras escena, en un pornográfico desnudo de las incontables vergüenzas del sistema que se sustenta exclusivamente en el dorado becerro del beneficio. Uno detrás de otro van quedando a la intemperie los meollos malolientes de esos grandes bancos hasta hoy mismo rebosantes de miles de directivos de intachable traje alpaca gris, soberbios y deslenguados guardianes de la moral pública mientras con la otra mano invierten por debajo de la mesa el dinero de otros en el barro del máximo beneficio aunque sea fruto corrupto de la basura hipotecaria. Hipocresía, lección uno.

Anonadado también mientras aprecio los patéticos esfuerzos de los gobernantes del primer mundo, llamado sarcásticamente del bienestar, por asegurar las inversiones de sus súbditos en esos mismos bancos (que lo son todos) , haciéndolo con su propio dinero, conscientes al máximo de que todo el alambicado sistema se puede venir abajo arrastrándoles consigo en cuanto los auténticos protagonistas, hasta hoy mindundis despreciados, vapuleados, explotados, engañados, estafados, vilipendiados, reducidos a un número de cuenta, esos millones de individuos como vosotros de los que todos se han servido hasta hoy sin vergüenza ninguna, decidan retirar de golpe su dinero de las arcas de las entidades que les machacaban para guardarlo bajo el colchón hasta que escampe. Renace el fantasme del corralito. Ahora la palabra clave es confianza, donde hasta ayer era sólo explotación. Hipocresía, lección dos.

Ante este espectáculo, reconoced conmigo que nada tienen que hacer las hazañas del Barça, las escaladas de Contador ni las disquisiciones costumbristas de este escribidor.