domingo, 23 de diciembre de 2007

la víspera (I)

Aunque no lo podáis creer, no nos ha tocado la lotería, ni a mí, ni a ninguno de los lectores que tanta fe mostraban en sus sietes y otros. Aunque os resulte inaudito, ni siquiera lo he o me lo han preguntado, así que tampoco ha sido el día de la salud (mientras haya salud...). La vida sigue, las cosas pasan y lo cotidiano sigue imponiendo su fuerza y su rigor espartaquistas, con la mano dura de lo que no admite ensoñaciones.

De la mañana del 22 me quedará para siempre el recuerdo de la casa de Zaragoza, en mi niñez ya inquieta, porque era justo el primer día de las vacaciones y acunaba mi despertar súbitamente tardío, al calorcito de las mantas aquellas tan pesadas, la lejana cantinela que desgranaba la radio desde la cocina, niños de San Ildefonso a pleno pulmún cantando la pedrea, veinticincomil...pesetaaaaaas. Ese es mi recuerdo secreto e imborrable, de cuando nada esperaba de aquella ceremonia porque ignoraba su profundo significado concitador de esperanzas y porque todavía no había tele que te contara el pormenor de la gorda llorosa que va a comprarle una casa a cada hijo y tapar algunos agujeros, que oyéndola parece que este país sea de gruyère.

Eran vísperas de días de vino y rosas confusos, desordenados, de vacaciones ajenas a la castrense organización de los otros, días en los que empezabas a apreciar el significado de la libertad nada más levantarte. Vaya desde aquí mi homenaje al bombo que tanto ruido hacía cuando daba vueltas, y a los pobladores residentes todavía vivos de aquella España franquista en la que tan bien vivían los familiares de Rato, o de Mayor Oreja, que no recuerdo al autor de tan solemne parida. Se pueden tener buenos recuerdos de casi todo, creo yo. Hasta de mis estancias en la trena guardo momentos agradables en el caletre, y no creo que ello tenga nada que ver con la realidad opresiva de aquél régimen despótico y tirano creado a imagen de la estúpida soberbia de los traidores a una democracia legal rendidos en brazos de la misma Iglesia retrógrada que sigue ahora, todavía, maniobrando para prolongar su agonía.

Levanto mi copa por ese bombo y por ellos, por los supervivientes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por más que he ojeado la foto no logro reconocerte. Sitúame un poco Antonio.

Antonio Piera dijo...

Lamento decepcionarte, dilecto David, pero la foto sirve tan solo como ilustración de época. En el año 60 yo tenía 10 años, así que dificilmente me encontrarás entre esta pandilla de audaces defensores de los valores patrios y eficaces vigías de Occidente. Lo sorry (cuando tenga un scan en condiciones, lo mismo posteo algunas de las de verdad y os propongo un acertijo, esta vez no esdrújulo.

Anónimo dijo...

Algo me olía yo... Mis disculpas por la "metedura de pata"

Salud y felices fiestas