martes, 25 de diciembre de 2007

qué país, qué gente

Cuando terminaba la mañana del día 24, en el bar habitual del polígono sólo estábamos tres o cuatro desgraciaos, todos de mi empresa, a modo de guardia de corps de las camareras del lugar. Constituíamos sin duda la retaguardia etílica de los vigías de Occidente, mientras todos los demás conducían seguramente en cerrada formación camino de sus casas, hacia esas últimas compras que te arrancan hasta el forro de la cartera, o más probablemente andaban negociando el aguinaldo con la bis mientras la legítima se creía (o no) que estaban cumplimentando las dos primeras opciones. Entró en el bar el hermano de una de las camareras, metalúrgico de pro, encallecidas manos y adusto gesto, el cuál, tras breves instantes de cháchara y langostino, no encontró manera de resistirse a los ruegos insistentes de su Asun rubia de bote y extrajo del cofre de su vehículo, do deduje que habitualmente mora, un laúd con su funda y todo y púa de Cajamadrid, para arrancarse de inmediato por unos peces en el río que, la verdad, interpretaba como los ángeles. De no sé dónde apareció la encargada rascando con ganas una botella de anís del Mono, mis jefes y otros voluntarios venidos de la nada entonaron el villancico a voz en berrido, otra botella rascó en las manos de la propia Asun, que contemplaba su obra con el orgullo que sólo produce sentirse responsable del trabajo bien hecho, y hasta yo descubrí una pandereta agotada sobre la barra y me marqué con ella el ritmo base y algún adorno de cuando entonces. Nos mirábamos incrédulos los unos a los otros y debo afirmar que aquello sonó bien por momentos. Terminó la cosa y ya lo dejamos, acaso algo avergonzados, pero a mí me quedó en la retina la mirada, absolutamente asombrada y sospechosamente húmeda, de la otra camarera, una rumana llamada Mirela, que lleva años de emigrante sin disfrutar de su familia.

Me sentí oblicuamente orgullosos de mi país y de mi gente. Creo que puedo asegurar que sólo en España puede darse algo como esto. O no, pero a mí así me lo pareció.

Nota: para quien pueda interesar, la noche fue dos o tres veces buena, según se mire.

6 comentarios:

Browner...Seguro? dijo...

jajajaja... me imagino la escena de peli de almodovar, bar de poligono, trabajadores y emigrantes cantando un villancico, genial... si es que lo que no consiga el alcohol y la navidad no lo consigue nadie... por cierto, felices fiestas... y que conste que lo de la paja colectiva en una capilla me ha dejado transpuesto.. jajajaja

Juan Pedro Ayllón dijo...

La paja como complemento, nunca como sustitutivo D. Antonio, que estamos en épocas de compartir.

Me alegra enormemente que su noche fuera buena y guena, pero cuídeseme usted de los excesos no sea que se me quede sin médula.

Felices fiestas que no Navidad, que el niño-dios y el barbudo pedófilo me tocan un poquito lo que cuelga.

Antonio Piera dijo...

Si tu te quedaste traspuesto, dilecto browner, imagínate el reclinatorio...
Pues no es por tirarme el pliego, Némesis, pero eso que menciona que menciono no ha hecho más que empezar. Suma y sigue, y a la médula que la den. Igual de felices Saturnalias le deseo.

Anónimo dijo...

Hola, aprovecho para desearos una feliz.... que noooo, que ya os lo han deseado bastante. Sólo decir que he sobrevivido a la Navidad, y que ahora me estoy preparando para el segundo round: fin de año. Por cierto, si visitáis mi blog veréis una entretenida postal navideña: www.yonostudio.com/web

Luna Carmesi dijo...

Cualquier dia te veo en un canal de television especializado en viajes y lugares curiosos.
;-)

Anónimo dijo...

Feliz año y venga, vuelta al tajo. El café me ha costado sólo 10 céntimos más, el menú del dia sólo 50 céntimos más, y el bono del metro aún no lo he contabilizado. ¿Y a vosotros cuánto os cuesta de más?