la piel del oso
Los españoles disfrutamos revolcándonos en la piel del oso con anticipación. A cazarlo previamente se le aplica la misma premisa que al valor en la mili. Se supone, y basta con ello para precipitarse sin vergüenza en las especulaciones más escandalosas y en las certezas de gloria más absolutas. Entre nosotros, el éxito no se alcanza a través del buen trabajo, del esfuerzo permanente, de la disposición y las cualidades, ni de una miaja de suerte, sino porque sí. ¡El oro está en Polonia!, ¡tiembla Sudáfrica!, se desgañitan los que viven de la gloria de los demás sin pudor. El mundial de fútbol es nuestro, aseguran a coro con la certeza más absoluta, que es un no parar de vender ilusiones, aunque sea la nuestra desde siglos tierra de desafueros, en la que igual da encumbrar a cualquiera sin contar con él que clavarle luego a un poste entreteniéndose con el mazo.
Aunque esto sucede también con cualquier personaje público, me refiero hoy a los recientes éxitos deportivos, pórticos sin duda de los previsibles holocaustos que se avecinan. Ya pasó con Nadal, antes con Raúl o Ferrero, ahora mismo con Verdasco y ya asoman indicios de similar comportamiento de las masas con la hasta ahora intocable selección española de baloncesto. Basta leer los comentarios de Internet para que te tiemblen los pelillos del cogote. Los mismos que levantaron manifestaciones desmesuradas de trasnochado honor patrio, exactamente los mismos jugadores a los que perseguían las gentes por los pasillos de los hoteles y los accesos a los aeropuertos, aquellos por los que cualquiera sacaba pecho antes de la finalísima olímpica, Pau, Rudy, Navarro y compañía serán, están ya siendo, crucificados sin rebozo en cuanto las cosas no marchen al gusto del respetable. En este lugar de frustrados y envidiosos del triunfo ajeno, nadie perdona que le roben una ilusión y enseguida exhiben la factura a la que no tienen derecho.
El deporte profesional, que no es otra cosa que una fábrica de dinero con los sueños de las mayorías, está sometido inexorablemente a criterios de eficacia, preparación, oportunidad y opción, como cualquier negocio. En el caso del baloncesto de la Selección, se cambió de entrenador por intereses espúreos y el nuevo, italiano aunque afincado, ni se ha olido de qué iba la cosa, tragándose la propaganda hasta las cachas. Así que creyó que podría cambiar el estilo sin problemas. La ha cagado, punto, consiguiendo que los chicos no sepan a qué juegan. Pero eso es todo. Se perderá, hoy o pasado mañana, y a casa, como tantos otros. Nada habría que decir. Nos han entretenido un rato y sanseacabó. Gracias, chicos, por el esfuerzo.
Pero esta tierra que adoro no perdona, como bien sabemos. Ya pueden los muchachos de Del Bosque poner las barbas en remojo, que después irán ellos.
3 comentarios:
Verídico, digno y justo. Creo que también reside el problema en esa especie de complejo de inferioridad que el español medio suele tener: da la impresión que nunca se gana nada, y cuando se hace ¡BUM! El complejo de infeioridad se convierte en una especie de racismo de la más rancia escuela. Con lo de Raúl que tú dices, yo flipo siempre: no es que sea seguidor del fútbol, pero mi padre sí, y me es muy curioso que cuando el tío no da ni golpe dicen de él que es imprescindible; y cuando el tío está que se sale, dicen que sobra. Y luego el que no entiende de fútbol soy yo...
La qué está liando Z desde que es Ministro de Deportes...como con la economía.
¡Qué alegría volver a leerle don Antontio! Celebro su retorno desde el mundo real de las playas gaditanas a éste irreal que llaman ciberespacio por llamarle de alguna forma, supongo.
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