la quincena del abuelito
Sin una palabra de rechazo, al menos nunca expresada, sin un mal gesto, con la templanza que nace de viejas sabidurías, la abuela y el abuelo se hicieron cargo de sus nietos en cuanto los papás tuvieron que incorporarse a la faena, el que la tiene, claro, ahora que todavía colean los restos de este verano agridulce remiso a pasar a mejor vida. La playa, que aborrezco, está repleta de homenajes a ese sentido del deber tan acendrado en una generación de mayores que no discuten desde que entraron los nacionales, que no alzan la voz ni se rebelan ante las disposiciones impuestas por unos hijos criados a su costa en aquello de "primero yo, después yo y lo que quede para mi".
De poco sirvieron las ciáticas repentinas, ni las próstatas rebeldes, ni los súbitos ataques de caspa y varices que asomaron a los postres, como por casualidad, los últimos días del ferragosto en familia. Nada escapa a la voracidad de unos hijos aprendices de dictadores que disponen de los demás mientras pretenden organizarles. No se les puede dar con queso porque, además de sospechar la evidente farsa, es más que notorio lo poco que les importarían tantos achaques aunque fueran ciertos. Así que no se hable más y os quedáis con el nene y la nena unos días más, así disfrutáis del mar y la yaya se pone tan morena que será la envidia del geriátrico.
Repaso sus andares dubitativos, los callos de sus pies, lo mal que corren cuando a la niña se le antoja salir de naja, su evidente nostalgia de la serenidad perdida, sus sonrisas forzadas porque hay que cumplir y, además, qué culpa tienen los críos. Creo que me dan pena y que les entiendo. Pero sonrío.
Sonrío al pensar que a los hijos se les está acabando el chollo porque estos sufridos abuelitos de septiembre son los últimos de Filipinas. Ellos, los marimandones, no saben que las inmediatas generaciones de abuelos les van a mandar a freír espárragos posiblemente el año que viene. Además, sin excusas ni vergüenzas.
Vosotros haced con los niños lo que queráis, hijos, que la abuela y yo nos largamos a París, que está precioso en otoño.
5 comentarios:
Eso es lo que tenían que decir los abuelos: nos vamos a Perís y que os den morcilla.
Me he sentido plenamente identificada con cada una de tus palabras. Me encienden estas parejas -no tan jóvenes, por cierto- que abusan de sus padres, con el cuento de que, con la hipoteca no tienen para pagar un canguro. Y eso padres, algunos muy mayores y otros no tanto, se dejan ¡se dejan! someter y mangonear, con la idea de que lo primero es la felicidad de sus hijos que para eso son jóvenes y están hasta arriba de trabajo, con el cuento de que ahora está todo muy difícil (siempre ha estado todo muy difícil).
Creo que malgastar la vida a los 60 -por muy encantador que sea el nietecito-, no aprovechar los días pensando en satisfacer el deseo propio y no disfrutar de la vida, de una vida que exige poco, cuando se ha aprendido a vivirla, es un inmenso error que no deberíamos cometer.
Un beso y no tardes tanto en escribir ¿vale?
D. Antonio, me ha tocado usted la fibra. Mire, me parece una verdadera vergüenza lo que se hace con los abuelos, aunque es verdad que estos también se dejan. Pero se les utiliza de guardería, de babysitter, en vacaciones. Es lamentable. ¡Cómo tienen tiempo! Hay que tener morro.
El tiempo que tienen es suyo por fin, se lo han ganado sudando en el trabajo muchos años, para que al final de sus vidas se vean de esclavos y con cargas que les quitan su libertad.
Mire, yo tengo cinco hijos y cuatro nietos, y Lola, mi santa y yo, les hemos hablado bien claro. Por necesidad lo que sea, pero abusos ninguno que no lo consentimos. Estoy harto de ver gente mayor que yo y con escasa salud tener un compromiso que les impide vivir su vida cuando están ya al final.
Oiga, perdone el rollo, pero es que este post me ha puesto. Y ya era hora de que escribiera algo, que está usted muy vago. Un abrazo.
Salud y República
¡Bienvenido, don Antonio! Pero yo no veo tan claro eso de que la próxima generación de yayos vaya a hacer eso que tú dices... Lo digo porque lo veo en la mi familia.
A ver cuando acabamos de una puta vez con esa pseudofilosofía del egocentrismo exacerbado.
Ya, pero hay abuelas y abuelas. Mi profesor de Historia en el instituto nos insistía en que conversando con nuestros mayores mejor nos iría, para a continuación rectificar con algo como "bueno, olvidaba que ahora las abuelas van teñidas y cocinan con microhondas".
En cualquier caso, esto es una "caraduracracia".
Un abrazo,
P.D. Estoy con Rafael: tu "refundación" no me parece nada bien.
Gracias a los cuatro por vuestra comprensión. El mundo del escribidor es complejo, como bien sabéis, y requiere que las musas estén a lo suyo y el ánimo en su lugar.
Pero, sobre todo y en el aspecto concreto, de ese bien tan preciado que ya no es sólo la libertad, sino el tiempo necesario para ejercerla.
En ello estoy, o al menos en su busca.
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