martes, 13 de marzo de 2012

de la huelga ciudadana

Hay pendiente un llamamiento sindical a la huelga general para el 29 de marzo. No me gustan quienes la convocan, unos sindicatos amancebados con el poder de la Banca, que viven de las subvenciones y cuyos dirigentes y clase media han vendido a sus representados, y por extensión a todos los trabajadores españoles, a los intereses del gran capital. Ni me gusta cómo la convocan, obligados por el rumor de la calle y como un arma de presión que todavía manifiestan abierta al diálogo con el gobierno que está machacando y acojonando a la clase obrera. No me gustan las huelgas prefabricadas, de duración prefijada. Me parecen alharacas, brindis al sol, maniobras orquestales, espantajos con el objetivo de mantener las prebendas y de sobrevivir como colectivo sindical a la hecatombe de los derechos sindicales. Me asquea y me repugna todo este montaje. Pero hay que ir a la huelga.

Con el fantasma del paro, los trabajadores lo tienen crudo para llevar a casa el jornal y dar de vivir a los suyos. Con la realidad del despido libre, el estigma de ser echado de la empresa por una huelga como causa justificada sobrevuela las cabezas de quienes han asistido resignados a la pérdida de los derechos que tanta sangre y lucha costó conquistar, y eso con la firma al pie de los mismos sindicatos que ahora parecen rasgarse las vestiduras. Si la HG no es total y plena, arrasadora, peligran aún más puestos de trabajo. Tiene que ser de todos. De todos a una.

En estas circunstancias, ha llegado la hora de la ciudadanía. Donde el obrero lo tiene crudo, serán sus padres, sus hijos y parejas los que tengan que dar el callo. Es la hora de la ciudadanía, tanto para la próxima como para lo que venga después. La hora del gran reto. Se acabó el tiempo de la típica esposa esperando al marido que fue de piquete: ¿qué tal la huelga, marido mío? Eso es pasado. Hoy es ya el tiempo de dejar desiertos los mercados, los colegios e institutos (hagan lo que hagan profesores y maestros), los centros deportivos, los centros comerciales, las tiendas, los supermercados, las gasolineras y hasta los hospitales. Madre, mañana no vendré a verte, que tengo huelga. Y una pancarta con la palabra HUELGA en cada balcón, en cada ventana de cada casa.

Es la hora de que las asociaciones de cualquier y todo tipo, todas ellas afectadas por los recortes y las privatizaciones, den también un paso al frente. La hora de que, ese día, reúnan a sus afiliados en algún lugar emblemático para sus específicas reivindicaciones. De que, en silencio, con carteles si acaso, muestren bien a las claras sus insatisfacciones y demandas.

La nueva clase, la de los jóvenes altamente preparados, sin empleos o con trabajos esporádicos, los parados y los malpagados, debe tomar también la alternativa buscando nuevas formas de huelga, incluso desde casa. Por internet o por teléfono. Bombardeando a los parlamentarios, saturando twitter, reventando facebook, buscando maneras de irrumpir en cualquier normalidad empresarial, bancaria, política o del sistema en toda su extensión, además de dejar desiertos todos aquellos lugares y centros a los que acudan habitualmente. Dejar desiertos los centros de salud, ni una sola gestión en los ayuntamientos, los bancos o los seguros, los trenes y autobuses. Hasta los bares que no cierren deben estar vacíos. Se acabó aprovechar la huelga para hacer chapuzas, ir a la ciudad o tomarse unas cañas. Hay que pasar a la acción. Reunirse. Juntarse. Hablar. Intercambiar experiencias y métodos. Comentar la jugada. En cada pueblo, barrio o ciudad, una convocatoria general de clausura para hablar, largo y tendido, del asunto.

Pero antes, un poco más de lo mismo. Un grupo, a las puertas del Banco Tal. Otro frente al Ayuntamiento o la Delegación del Gobierno. Algunos ante las comisarías. Sin hacer otra cosa que estar. Y hablar. Las yayas y los yayos, en los parques, pero sin petanca. Pacíficamente, pero no sumisos. La razón es la reEvolución. Tenemos que discurrir, investigar, proponer, debatir, argumentar una nueva manera de hacer la huelga, de vivir la huelga. Buscar las formas más originales, las más efectivas, las más eficaces de demostrar en lo tangible y en lo intangible que la ciudadanía está muy harta de que la tomen por el pito del sereno los políticos profesionales. ¿Piquetes en los comercios? ¿Para qué, si conseguimos que no entre un solo cliente? Que no se venda nada en los mercados, que sea un día sin dinero.

Las ciudadanas, los ciudadanos, los padres y los hijos de los trabajadores, han de demostrar en la calle su apoyo a la huelga obrera. Solo de esta manera se podrá conseguir que el músculo social se vaya templando ante lo que queda por venir. Que, con ser enormemente malo, lo de hoy no es nada comparado con lo que nos quieren traer mañana. Es la hora de despertar.

1 comentario:

Euplinio dijo...

Ojalá sea como escribes en tu artículo. Lo comnparto y lo difundo.

Saludos.