viernes, 6 de junio de 2008

el ramalazo

La identidad sexual es cosa de cada cual. Eso está claro, y no será mi voz quien lo contradiga, entre otras cosas porque lo llevo respetando desde que tuve uso de razón hasta ahora, que abuso de ella. Vaya por delante esta expresión de respeto por las opciones sexuales de cada uno, que con sus cosas puede hacerse lo que bien pete si no media ventaja o negativa del otro. Lo que pasa es que en esta sociedad tan calcada de la de los americanos del norte, que se está volviendo tan puritana e hipócrita como ella, ocurre que por no caer en la descalificación de los que, a su manera y coveniencia, interpretan lo políticamente correcto, nos la pillamos con papel de fumar y eso sí que no. Así que hoy escribo alto y claro que no me gustan las mariconadas. El sexo entre mujeres me atrae, el sexo entre hombres lo entiendo, el sexo en grupo me encanta y hasta el sexo con animales puedo asumirlo, como opción o a falta de pan, pero mariconadas las justas.

Yo llamo mariconadas a esas actitudes impostadas, reacciones o voces o gestos o razonamientos que se expresan como una caricatura exagerada de las que supuestamente tendría una mujer vista desde la perspectiva de un/a idiota. A mi entender, las mariconadas no tienen sexo. Las protagonizan, indistintamente, hombre y mujeres. Tampoco representan, obligatoriamente, una opción sexual, aunque a veces den pistas. Cuando un renombrado cantautor al que yo representaba me preguntó, pasando por encima de sus profundos conocimientos del mercado, -¿y por qué Sabina tiene que cobrar más que yo?-, aquello me pareció una mariconada pues la respuesta era evidente salvo desde la perspectiva de la frustración y el jopé. -Porque él llena las plazas y tu no-, tuve que contestarle. No sé si me explico.

Algunas veces, las mariconadas se expresan a través de gestos y suelen recibir entonces el nombre de ramalazos. Quizá no manifiestan opción sexual, ni siquiera oculta en lo más profundo del armario, o como bien dice don Pedro de la solución ocupacional, pero casi. Lo que tiene el lenguaje gestual es que, por menos elaborado, resulta muy revelador. Ese soslayo que resbala, esa caída de ojitos, esas manos volanderas, ofrecen a menudo informaciones más creíbles que un feliz matrimonio de toda la vida, lleno de hijos. Tal vez entendáis lo que quiero decir si os fijáis bien en la foto que ilustra esta entrada.

4 comentarios:

Más claro, agua dijo...

Esto no tiene ningún mérito, amigo Antonio. Del señor (¿señor?) Alvarez del Manzano todos sabíamos desde hace muchos años que lo que más le gustaba era darnos por c... a los que vivíamos en Madrid durante su mandato (¿mandato?).

;-)

Anónimo dijo...

¡qué bien te explicas!
Yo también he usado esta expresión a veces sobre cualquier cosa de mi desagrado, hablando con un amigo homosexual (bisexual, mejor dicho), pero como ya me conoce desde hace mucho, no le ofende. Tampoco aguanto muy bien las bravuconerías, "el ser un machote". ¡Rompamos roles!
Ahora, sin ánimo de complicarte, ¿alguna pista sobre el cantante en cuestión?

Antonio Piera dijo...

Lo que no quita, dn Eduardo, que el mentado debiera reprimir en lo posible sus amanerados gestos. La foto le ha pillao con el carrito, sin duda.
Gustavo, si hubiera querido ponerle apellido al mencionado, ya lo hubiera hecho. Aunque..., un poco de imaginación al repasar mi biografía de manager te ofrecería una respuesta más clara que mi callada.

Mayordomo Valmaseda dijo...

Usted practica sexo con animales?