jueves, 7 de octubre de 2010

de Nobela

Crepitan los teletipos (al menos es lo que estarían haciendo ahora mismo si estuviéramos en los ochenta, que ahora me temo que han pasado a la reserva como trasmisores de las urgencias); bueno, imaginemos que crepitan los teletipos evacuando que a Mario Vargas Llosa le acaban de dar el Nobel, con su menudencia añadida del milloncejo de euros libres de impuestos. Oye, pues me alegro. Es un tipo que me caía bien hasta que se fue ganando a pulso caerme mal con su cada vez mayor acercamiento al neoliberalismo hasta convertirse en la envidia de Milton Friedman en la hipótesis de que el fundador del neoliberalismo siguiera vivo (aunque seguro que hasta su fallecimiento en 2006 le corroía la citada envidia, eso fijo). No me gustó su campaña por la presidencia de Perú en 1990 (que le arrebató el gran Fujimori a los puntos), ni que se nacionalizara español tras esa derrota, ni sus voces tan airadas contra las dictaduras latinas pero que olvidan a casi todos los dictadores mientras sean de derechas, no me gustan sus vericuetos argumentarios ni sus volteretas dialécticas para demostrar irrefutablemente que salen cinco cuando sumas dos y dos, vamos, que Mario Vargas Llosa, como ser humano, no me cae nada bien. Como escritor, pues no es lo mismo, porque escribe el cabronazo como los ángeles, aunque impregnado, estigmatizado por la mano que mece la pluma, que es lo que anda detrás de cualquier escribiente.

A Mario le enamoraba Jean Paul Sartre cuando era joven (cuando era joven él, no Sartre, que siempre fue un viejales cascarrabias), de quien se declaró en multitud de ocasiones devoto y fervoroso seguidor, porque creía en el compromiso -en libertad plena y sin más ataduras que las de su conciencia– del escritor con el mundo en el que vive. Por eso, don Mario critica habitualmente el rol del intelectual en nuestros días: "En la civilización del espectáculo, el cómico es el rey. En nuestros días, el intelectual se ha esfumado de los debates públicos, por lo menos de los que importan. En la civilización del espectáculo, solo interesa si sigue el juego de la moda y se vuelve un bufón" (extraído de una conferencia suya archialabada que hablaba de la "civilización del espectáculo" tan en boga). El viejo Sartre, en 1964, les envió a los suecos un cuidadoso corte de mangas cuando renunció al Premio Nobel de Literatura para "no ir a hacer el mono a Estocolmo", según describió gráficamente su costilla Simone de Beauvoir. Y se quedó tan campante.

No creo que Vargas haga lo mismo, ni lo espero. Ni siquiera que imite lo de Bernard Show en 1926, quien tuvo que aceptarlo tras su primitiva renuncia y lo entregó luego íntegramente a una fundación, al estilo Obama. Es más, conmovido y emocionado, según sus propias palabras, le ha faltado tiempo para anunciar que acudirá a recogerlo al mismo Estocolmo donde su admirado de entonces no quiso bailar al son que le tocaban los dinamiteros. Claro que siempre le quedará el recurso de incrementar con esa pasta el fondo necesario para la puesta en marcha del Museo de la Memoria que ha aceptado dirigir recibiendo el encargo de manos del actual presidente peruano Alan García, el mismo al que en muchas oportunidades calificó de populista e irresponsable, sobre quien a menudo (entonces) deslizaba en sus discursos la hipótesis de que se habría enriquecido ilícitamente en su primer gobierno, y ahora sin embargo su amigo.

Y me voy a callar, no sea que el uno o el otro me larguen un puñetazo (al estilo Gabo), que son ambos, el presidente y el que fuera aspirante, bien machotes.

PD.- El grillo, en sus trece. Al menos no se ha convertido en un pingüino.

7 comentarios:

Más claro, agua dijo...

Yo ya he dicho por activa y por pasiva que le hayan concedido el Nobel a los descubridores del grafeno...

No sé si me explico...

(Y más aún después de oír hablar a Rajoy sobre el susodicho Vargas)

Adrian Vogel dijo...

"ni sus voces tan airadas contra las dictaduras latinas pero que olvidan a casi todos los dictadores mientras sean de derechas"

Hombre amigo Antonio precisamente "La fiesta del chivo" es precisamente una denuncia de una de las peores dictaduras. Y es probablemente mi libro favorito de la media docena que le he leído.

Antonio Piera dijo...

Es que no hay justicia, Eduardo. Ni a ellos ni al matemático Grigori Perelman, aunque éste lo rechazaría seguro.
De ahí el "casi", dilecto Adrián.

Adrian Vogel dijo...

Ya, pero esa es "la dictadura", el ejemplo a seguir por todas las que vinieron después.

Adrian Vogel dijo...

Y tengo entendido que su nuevo libro es sobre las atrocidades y horrores en el antiguo Congo belga.

Antonio Piera dijo...

Me refiero sobre todo a lo rotundamente contradictorias que resultan sus posiciones políticas neoliberales a ultranza (incluyendo cierto darwinismo social hacia los indígenas, del que le han acusado voces muy autorizadas) y sus diatribas electorales contra Alan García, con respecto a posiciones adoptadas más tarde, de la misma forma que son contradictorias sus conferencias acerca del papel de los intelectuales pesebreros en el mundo actual y su incorruptible Sartre, siempre mencionado por él como ejemplo de lo contrario, con al aceptación emocionada de este premio, paradigma de la manipulación social del conocimiento.

Que una cosa es predicar, vamos, y otra dar trigo. Mírate esta página del francotirador Bayly, una especie de Wyoming a la peruana: http://elcomercio.pe/noticia/386861/jaime-bayly-critico-mario-vargas-llosa-alan-garcia-museo-memoria

Por ahí voy yo, al margen de su literatura que reconozco de altos vuelos.

Adrian Vogel dijo...

El premio es el Nobel de LITERATURA, no de Personalidad, Buena Persona o ideas políticas semejantes a las propias... Yo también dudo de sus compatriotas, esos que votaron a Fujimori!

P.D.: Y si hablamos de Gabo, otro Nobel, tampoco entraré a juzgar su apoyo a la dictadura castrista. Me limitaré a alabar su excelente condición de escritor.