domingo, 4 de noviembre de 2012

acerca de la confianza

Escribo, por fin, tras meses de silencio. No he estado parado, no, ni he dejado de escribir, sino que no he sabido, podido, ni encontrado un rincón de calma desde el que ordenar las ideas ni un instante de pausa que me permitiera exponerlas aquí. Sumergido en la vorágine del cada día, el frente cívico, el bloque ciudadano y su rosario de consecuencias inmediatas han hecho de mí un ágrafo bloguero, lo que lamento infinito porque este desahogo rítmico me ha supuesto desde hace ya años una terapia bienhechora y una razón para ordenar esas ideas en tropel que, cuando no las articulas, acaban por amontonarse y perder su definición y hasta su eficacia.

Quiero escribir hoy sobre el escándalo de la confianza. Confianza, hermosa palabra, la pobre, cuyo legítimo significado ha sucumbido en el trasiego del reiterado uso fraudulento que de ella se hace. Como ya le ocurrió antes a la emotiva libertad tras caer en las garras del facherío que utiliza su "libertad digital" para combatir la esencia misma de su prístino contenido, o a la genérica popular que es hoy bandera y gaviota del partido que defiende los intereses de los enemigos del pueblo. De un pueblo tan a menudo desconcertado por  los peleles del verdadero poder que afirman que suprimir profesores garantiza la calidad de la enseñanza o que la verdadera regla de tres del progreso es que a menos médicos más salud o que con más prohibiciones se incrementan nuestros derechos. De un pueblo con el que siguen jugando los bienpagados expertos en marketing engañabobos, esos mismos que llevan desde el tránsito del franquismo a este remedo de democracia pasando de contrabando bajo mano -en esa tele que sirve para vaciar las tripas y los sesos de la ciudadanía- los mensajes de la insolidaridad, del consumo desmedido, de la ostentación, de la envidia, del lujo como baremo del éxito de los ganadores, del sálvate tú y a los demás que les den...

En una nueva y dolorosa vuelta de tuerca al garrote de esa misma mercadotecnia, asistimos ahora a la eclosión de los mensajes publicitarios 'buenistas' de los Bancos. Sin vergüenza, esos mismos Bancos que desde julio de 2008 han puesto en la puta calle a más de 200.000 familias de clientes suyos proclaman ahora que una rosa es una rosa porque huele y que un banco es poco menos que tu abuelita porque te mima cantidad. De los desahucios no dicen ni mu, ni de las preferentes que dejaron en la ruina a cientos de miles de ancianos, ni mencionan tampoco que muchos de esos Bancos han sobrevivido gracias al dinero público; salvación, en parte, obtenida mediante los impuestos de esas mismas personas a las que mandan a vivir debajo de un puente. Ni de su despiadada presión sobre la economía de la misma nación que les injerta millonadas, ni de su apropiación indebida de los grandes movimientos de capital del Estado.

No, ahora tenemos que escuchar y ver en la tele que los Bancos son adorables instituciones cercanas y cálidas, amables hasta el empalago, a través de mensajes propagandísticos que presentan, como voceros, los primeros espadas del deporte patrio. Pau Gassol, Rafael Nadal, Pep Guardiola o Fernando Alonso cobran millonadas por prestar su cara y su imagen para engañar a su pueblo cantando las excelencias de los mismos Popular, Banesto, Sabadell o Santander que le oprimen y le machacan. Triste papel el suyo, torpe abuso de su fama, miserable negocio vender su popularidad por un plato de lentejas, aunque sean de oro... Ahí se les indigesten.

¿Creeremos en los datos o en su publicidad basada en inmolar el concepto de confianza? ¿Son acaso dignos de confianza los que prestan su cara y sus palabras por dinero? ¿Son ellos los que trasmiten la realidad o son más creíbles los datos de los que disponemos sobre la naturaleza despiadada de los Bancos? Una cosa sí está clara: la Banca está invirtiendo millones en su imagen. Esa es la novedad. La buena noticia es que ladran, luego cabalgamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si, qué razón tienes. Yo tb me he quedado anonadada. Es más, hasta he llegado a sentirme cabreada. Que unos deportistas que, por ende, me caen muy bien, aprovechen su "buena onda" con la gente y su imagen para engañarnos contándonos qué genial es la gestión de los bancos.
Hay una frase, que dice Gassol. "No podría contar por qué merecen esa confianza. No es una sola razón, son muchas". Y lo deja ahí. Y yo me pregunto: ¿no será que de verdad no encuentra una sola razón para vendernos la confianza en la gestión de los bancos?
Absolutamente de acuerdo con lo que escribes.