jueves, 29 de noviembre de 2007

la coraza

De buena mañana, con el sueño aún pegado a la nuca, se lanza el caballero debajo de la ducha con cuyos chorros se purifica, lavando en ellos al paso las culpas de sus cuitas nocturnas, aunque sólo fueren sueños de esos que no enorgullecen a un ser noble y cuitado. Las abluciones mediante, envuelto cual cabe en felpillas y organdíes, regresa a su principal aposento do, a los pies del lecho adoselado, asienta sus reales para enfilarse, uno a uno, hasta dos, los finos calcetines de ejecutivo que trepan hasta lo más alto de sus pantorrillas sin estrangularlas, como comprometía lo que de ellos afirmara la real moza que le atendiera do antaño los mercara, o bien mercase.

Tras ello, despojándose de lo superfluo hasta quedar in puris naturálibus frente al espejo, enhebra la camisa, fina prenda que seleccionó cuidadosamente (antes de ponerse a remojo) de entre la amplia panoplia de ellas alineada con esmero en adecuada alacena y cuya contemplación, asaz grata, tanto le satisfizo por ser de ejemplar orden y nada desdeñable fondo, que aluego conociérase cual fondo de armario. Era ésta azul con estrechas franjas de otro azul damasquinado y fino bordado al pecho con las iniciales de sus armas en graciosa mas discreta presencia.

Los colgajos al aire no resultan óbice para que nueso señor abroche al cuello una prenda insólita por cuanto inútil, que respondiera si voz tuviera al proceloso apodo de corbata (de seda natural, por supuesto), anudándola con gesto asaz reiterado empero gracioso y firme hasta ofrecer un a modo de nudo de raro aspecto, más raro si cabe tras aprietarlo bajo la nuez cual si quisiera rebanarse con ella el pescuezo. Arrima luego oscuros borceguíes, que bruñe con mano firme y tieso puño, bruño que bruño, hasta recuperar el brillo del que adolescieran, unos Sebago de outlet en este caso.

Finos calzones de tela, acaso en exceso exiguos, cubren ahora sus vergüenzas marcando un paquete constreñido y podríase añadir rijoso, por demás nada abundante para sus más altos menesteres, excusando acaso su menor cuantía el hecho insoslayable de que no ha lugar en hora tal a alharaca alguna. Tras ellos, pierna a pierna, enfila un otro a modo de calzón de larga pernera, pantalones creo denominan, azules que abrochan con botonadura al ras de los bajos. Es después cuando el caballero viste, un brazo primero, el otro aluego, la coraza que será fiel compañera en la larga jornada que le aguarda, a la par que va enfilando, con parsimonioso ceremonial no exento de enjundia, aperos menores, ducados y plumas en docenas de rincones do se ocultan y desaparecen.

Luego, baja a la calle, piafa el corcel de metal al apretar el pinganillo de la llave y se va a currar como todos los días creyéndose a salvo de estocadas y flechazos envenenados que se van a interponer en su camino hacia el éxito, o hacia el sueldo, vaya usted a saber.

Vale que un traje tiene algo de coraza...

¿Pero el caballero no es más bien un pobre quijote?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado. Lo he leído como si leyese un libro de las caballerías, antigüo. Me ha devuelto a la tierna infancia escolar, a aquellos años en que te mandaban leer el Quijote o similar para, al final, sacar la moraleja y reir o llorar, que nunca se sabe.
Me ha encantado. ¿Lo he dicho antes? Pues lo reitero.
¡Que bien escribe ud. D. Antonio Piera!

Luna Carmesi dijo...

De extrañas sustancias ungieron tus viandas, me aventuró a decir, en aquel oscuro aquelarre del cual mejor no recordarse.
:-P


(Si. Quijote si. Pero cada uno tiene sus molinos.)

Browner...Seguro? dijo...

Joder... menudo texto, buenísimo, si es que pasarse por aquí es tomar aire fresco y leer textos geniales, lo dicho... imposible describir mejor y con mas clase el arte de vestirse.

albokari dijo...

¡Boto a tal si éste no es el noble y digno caballero de la alegre cerveza, d. Antonio Piera de los Madriles, famoso otrora entre los caballeros de La Santa Madre del Cordero. Y, al contrario del insigne don Quixote del grande poeta daquestos reinos, León Felipe el Grande, no va vencido sobre su rocín, sino que alegre y ufano se dispone a (¡Sancho! ¿Qué caraxo es un medio de transporte público?). ¡Que Nuestro Señor acoja y proteja sus andanzas en buena hora, y sea recordado por las generaciones venideras!
¡Salud!

Anónimo dijo...

Ha vuesa merced razones ciertas. La empresa de conseguir la manduca diaria arrastra (y arrostra) cuitas propias de caballeros andantes, sin tronío ni escudero, pero con la valentía a flor de piel, en justa lid por ganarse unos estipendios escasos en comparación con el esfuerzo realizado (en forma y fondo).

Malhaya de todo aquel que desprecia y vitupera con solaz regocijo el digno (y necesario) esfuerzo llevado a cabo para ganarse las lentejas.

Que Dios (o quién corresponda) guarde a usted muchos años, etc, etc.
Pedro de Paz

Carlota Garcinúñez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

POR FAVOR,CONTINUA HABLANDONOS DE VILLARIN.ALGUNOS SEGUIMOS RECORDANDOLE.SALUD.