el mago escoba
Sé que existen, y son centenares de miles entre nosotros, cuando no millones. Hoy les he visto, otro año más, moviéndose con la prisa a cuestas, transportando sus paquetes redentores envueltos en papeles brillantes y de vivos colores. Yo les llamo los magos-escoba, pobrecitos míos. Son los tíos. Las tías. Los divorciados y divorciadas, los de las parejas de hecho, los/las amantes clandestinos, los parientes homosexuales, esa enorme minoría silenciosa y pagana que en la mañana de Reyes circula rápido por calles y avenidas como si fueran el conejo de Alicia ("llego-tarde-llego-tarde") dejando regalos en los domicilios de sus familiares legales, formales, casados y bien casados, regulares, que son sus hermanos o sus padres, ciudadanos ejemplares con la vida blindada de vulgaridad o son sus antiguas parejas vueltas a casar con ese señor convertido ahora en el papá de sus hijos. Van a las casas de la gran mayoría, de los asentados, de los regulares, de los votantes, de las personas formales y de bien que tanto ama Rajoy, en busca de la redención momentánea que les ofrece la mirada ilusionada de un niño y la palmada en el hombro del familiar residente.
Ellas visten bien, a menudo el cuerpo ajustado en pantalones estrechos que ciñen en exceso sus carnes libres y pecadoras, suelen ir de peluquería y su mirada cargada denota que anoche, también anoche, volvieron a pecar de libertad. Ellos con ropa varios años más joven que la que les correspondiera en los anaqueles del Corte Inglés, algunos incluso disfrazados en la sección de Moda Joven, que vaya usted a saber por qué buscan tan evidentemente aquel tiempo perdido. Todos, todos, se hacen perdonar en este día el pecado de la diferencia, la excepción de la regla, el inconformismo que les da derecho a que su puesto en la mesa familiar cambie a menudo y no sea fijo, sino de relleno. Aportan el roscón más caro (¿por qué todos los madrileños conocemos el sitio donde hacen el roscón más roscón de todos?), y sus regalos, salvo con la excepción de los más recalcitrantes que van por libros o cosas educativas, constructivas, que demuestren que se preocupan por la educación de sus sobrinos queridos.
Eso cuando no les han espetado:
- Este año te toca la Wii para Juanito.
- Joder, pues yo había pensado en el último de Ken Follet.
- Pues va a ser la Wii.
Y la puñetera Wii viaja hoy bajo su brazo, pesada como la losa de una renuncia, porque aunque no quieran aceptarlo, viven con el complejo del desertor, del huido, del paria. Pobres tíos, ¡cuánto os admiro!
3 comentarios:
Deja al Follet jugando con la Wii!!
Para mediocridades ya tenemos suficientes juntaletras peninsulares!!
;-)
Besote gordo!
¡¡¡Uys lo que me ha dicho la Carmesí!!!!
A mi madre que vas.
Saludos,
Pedro de Paz
No sé si el Follet se enrrollará con la wii, pero seguro que la madre de don Pedro, no.
Publicar un comentario