jueves, 3 de enero de 2008

la Iglesia sí que cuesta

Cuesta y le cuesta, ahora me explicaré, pero cada vez me cuesta más soportar a la iglesia, lo que os digo al hilo de que, ahora, esa otra cuesta, la de enero, comienza sus rampas del ocho por ciento y subiendo que tan bien conocen (y temen) los ciclistas que no ruedan con la sangre de su tío del pueblo. Cuesta ella misma, en pasta gansa, a lo que hay que sumar lo que cuesta (cada vez más) soportar su condenada diatriba derechosa embotellada como agua bendita, sus mentiras descaradas (creo que había un mandamiento contra lo de los dos millones todos juntos, aleluya, que si pasaban de 200.000 era ya un milagro, más aleluya, ¿era el octavo?), su juego político con la (mano) derecha pero sin quitar la otra por donde se les alimenta para que salgan con estas y otras parecidas, su hipocresía, su maldad social intrínseca como cáncer acomodado y oportunista de una sociedad que les da la espalda despacio pero firmemente, tanto como a ella, a la Iglesia, le cuesta entender que ya pasó la etapa de sus privilegios, de su condena eterna a las minorías y su exclusión del inventado paraíso, la de sus herencias millonarias de viejecitos/as descerebrados que ahora se la dejan a sus mascotas, la época del palio al dictador, de la gente bien que eran sólo los ricos, la edad de oro de la todopoderosa Iglesia maniobrando los pasillos del poder, colocando ministros, arrimando prebendas, escaldando conciencias, engañando a las masas, bendiciendo sentencias. Les cuesta entender que sólo a ellos se debe el vacío de sus seminarios, la senectud de sus acérrimos, la escasa presencia social de sus manidos mensajes y su devenir hacia las dimensiones propias de todas las sociedades que deben ser y se proclaman autosuficientes. Les cuesta, y entonces van y gritan, articulan amenazas, prohiben, proclaman, exigen, vociferan, toman prestada la calle y no se dan cuenta de que lo que les rodea empieza a ser no ya hostilidad, sino profunda indiferencia. Mezclada con cierto asco que a mí, en particular, me dan los alzacuellos sudados, que todavía se ven algunos.

Tanto paso de ella, y de ellos, y de su verborrea, que me estoy planteando seriamente, a medida que se acerca para mí naturalmente el final de este paseo entre vosotros, apostatar en sus narices. Cualquier día me pongo a ello y os lo voy contando, por si alguno se anima si le peta.

7 comentarios:

nieve dijo...

Me ha encantado este post, puede decirse más alto pero más claro imposible. Me suscribo a todo lo que dices.

Un saludo

Anónimo dijo...

Te garantizo que dentro de unos años yo no tendré ninguna relación con esta "sudorosa" Iglesia caducada.

Browner...Seguro? dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo, cada dia que pasa me dan mas asco, esta pandilla de sinverguenzas, pederastas y mafiosos

Anónimo dijo...

¿Pero que han hecho ésta vez? ¿Esto viene a cuento de lo del sacerdote de Tenerife, o es por la Iglesia en general?
Yo por mi parte pienso bastante parecido a usted, pero la religión ha estado siempre presente en cualquier sociedad, de una forma u otra, es algo que no se va a poder cambiar así como así.

Anónimo dijo...

Hola!

Si alguien se anima a apostatar que me lo diga que conozco a varias personas que lo han hecho fácilmente, no es tan tan difícil como se hace creer, sobre todo si vives en Madrid.
Yo no estoy bautizada, gracias a dios!.

besos, isa

Anónimo dijo...

¡Vade Retro, Satanás! ¡Apostatar! ¿Pero cómo se le ocurre tamaña blasfemia?

Mejo como aquel chiste de acérrimo socio del Betis que, en su lecho de muerte, quiso profesar la fe del Sevilla, cambiando su carnet de un club por el del otro. Sus hijos, muy sorprendidos, le preguntaron el motivo. "Para que así, cuando me muera, se muera uno de ellos" replicó el resabiado vejete.

Pues eso, que cuando a uno le toque, mejor que se muera uno de ellos.

Que os traigan muchas cosas los Reyes.

Abrazos,
Pedro de Paz

Antonio Piera dijo...

grendel, es por los contenidos y el uso político de la manifestación por "la familia" del otro día, aunque podría ser por la basílica que están construyendo en Valencia, por sus declaraciones extemporáneas, por su santa desvergüenza..., para qué seguir.
Tal vez tengas razón, Pedro, pero sospecho que será llegado el momento en breve de poner las cartas sobre la mesa, porque están acelerando cada vez más y hay que hacerles ver que harían mejor en estar calladitos.