viernes, 1 de octubre de 2010

la yegua herida

A Bulería le salió rana su sueño de jefa de la manada. Acostumbrada a hacer en el grupo su santa voluntad, a comer y beber la primera a base de pescozones de matriarca sulfurada a la que se debe pleitesía por edad y experiencia, se le rebelaron las súbditas y, presa del pánico que agrava la incomprensión galopó hasta darse con la pechera en una valla metálica y se la hundió hasta el esternón (caso de que lo tengan estas bestias, que nunca se sabe o yo, al menos, lo ignoro), pero bien profundo, eso seguro. Una herida muy fea, la piel hecha girones y una gruesa puñalada hasta las cachas.

La vi cuando la estaban haciendo la segunda de las muchas curas que la esperan antes de recuperar su trote alegre y tan chulo como su nombre. Va para un par de meses, si se da bien la encarnadura, me comentó el veterinario mientras revisaba los drenajes y cuantificaba el alcance de la infección y el traumatismo. Apenas sujeta por el bocado, la yegua se dejaba meter mano con guante en la herida abierta y permitía los trasteos del galeno por sus interiores dañados con una humildad no exenta de orgullo, levemente alterada aunque serena. Había en su mirada de ojos interminables aceptación hacia la implacable lógica de las cosas, del género "el que la hace, la paga y no hay más que hablar". Sin queja alguna, aguantaba estoicamente el inevitable trapicheo en sus pechos, la profanación de sus interiores a través de la ventana abierta en su pellejo, descarnada y tumefacta en los bordes, felizmente rosada en sus carnes ofrecidas e impúdicas como un filete grueso poco hecho.

No sé por qué me recordó esa yegua herida a mi España, a mi gente. Quizás porque ante una huelga general de obligado cumplimiento por orgullo, aunque ineficaz de partida, que luego ya veremos, también se ha sentido anteayer así como ella, abierta, descarnada, trasteada por unos y por otros, traicionada en su integridad, desconcertada, acosada por una realidad fea y sangrante, herida y, además (que no es decir poco), burlada. Me han parecido similares la frustración y el coraje de ellos y de ella, los ellos que pastaban en un mundo feliz mientras otros especulaban su ocaso, ella también al solecito mañanero hasta que, de pronto, ¡zas!, todo se tuerce y el paro galopante te abre en canal y las sombras se apoderan de tu futuro y la vida te expone las tripas en público y sin vergüenza.

Envidia de Bulería, ella que tiene veterinario.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Confio se recupere pronto, tanto una como la otra. Pero la segunda tiene peor cara, paciencia y amor lo reflejas genial.Un beso a la bella amazona que monta a buleria.
S.I.

Más claro, agua dijo...

¡A galopar, a galopar!...

;-)

Anónimo dijo...

Pobre animal! El ganado lo tiene crudo en este país maltratador de animales.
En cuanto a esta España nuestra, ya sabes que le gusta dormitar y que, desgraciadamente no es consciente de la importancia de muchos asuntos vitales para su desarrollo como país.
Nieves