a Cai de excursión
Como un perroflauta más, acompañando a mi perraflauta, embarcamos ayer en el autobús que nos condujo, primoroso, a la mani gaditana del 19J. Éramos cuarenta, pero éramos los cuarenta de Rota, con nuestras camisetas (de Rota la Villa/camisetas amarillas), con nuestros ojos enormes que miran a los políticos locales y nacionales a través de la lupa, con las dos pancartas que se hicieron en aquel entonces que ya parece tan lejano, algunos tambores que suenan como latidos y docenas de pegatinas contra toda violencia. No íbamos uniformados, sino expresamente identificados, porque así lo decidimos en su día asumiendo que nos gusta expresar nuestra indignación a cada rato, venga o no venga a cuento, en el mercado, el trabajo, el médico, los mandaos o recorriendo la playa de mañanita como Prudente por aquello de la salud. Íbamos felices como lombrices, algunos desde la evocación de cuando salir a la calle comportaba riesgos para la propia integridad y hormigas en la tripa, otros disfrutando la novedad contagiosa pero todos felices de saber que lo certero era estar allí, dirigirse hacia allí, hacia el agua en la que los peces nos sentimos vivos al lado de otros peces, hacia la gente entre la cual te sabes a la vez tu mismo y gente además, sólo faltaría , colectividad e individualidad de la mano de una idea o un compromiso.
Mi perraflauta lamentaba que no fuéramos más, tan atenta a las expresiones numéricas. A mí me daba igual (luego diréis/que somos cinco o seis) porque entiendo que hay momentos en que la calidad no se expresa exclusiva a través de la cantidad, porque hay instantes en que lo importante es dar el paso, ponerse al frente, seas tres o treinta y tres, con tal de subrayar hacia dónde señala la flecha del devenir. En ello estábamos y, al personarnos en Cai, fuimos hacia el sonido de la batukada pero..., estábamos solos. Claro que nuestra precisión cirujana en materia de horarios nos había hecho plantarnos allí media hora antes del comienzo de la mani, aunque no fue menos cierto que tal cosa incrementó el interés que suscitaba allí nuestra brillante (por las camisetas) presencia. Así las cosas, pasamos al monumento a la Pepa, nos apoderamos mayoritarios de él, escuchamos la bienvenida de los organizadores cuando tuvieron a bien personarse y salimos disparados hacia la cabeza de la marcha, que es donde nos destinaron acomodo los que debían hacerlo. Fue hermoso caminar, saltar y hasta bailar con la pata chula entre tanto airado, indignado y harto, casi tanto como presenciar cómo muchos paseantes se iban uniendo a nuestro descontento al comprobarlo suyo.
Felices reencontramos luego el bus, tras unas reparadoras ingestas en que las líquidas fueron mayoritarias (salvo casos extremos, que no mencionaré por pudor), y enseguida los quincemayistas nos pusimos de regreso al fresquete del aire en condiciones del semoviente y con un eterno tanguillo improvisado que surgía, ¡cómo no! de las siempre díscolas plazas del fondo bajo la genial dirección del incansable amigo Lenon y sus corifeos femeninos al compás inasequible al desaliento de unas palmas que duraron hasta la puerta de la Base. Lo que corroboro aquí, para solaz de quienes estuvísteis y envidia de cuantos os lo perdísteis. ¿O era curroboro? ¿O era corroburo?
Y hoy, con el permiso tácito de su autor (gracias, Javier) publico este buen vídeo que permite apreciar la manifa de Cai.
3 comentarios:
¡Sí señores!, sí la emoción y y sí a la esperanza, es lo que nos queda.
No es poco.
¡Viva el perro-flautismo y La Madre del Cordero!
vaya que gtan numero de personas...
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