viernes, 17 de junio de 2011

lidia y klara

Las dos son jóvenes y con ganas y razones para cambiar el mundo. Nacieron hace menos de veinte años, cuando corrían por Barcelona los olímpicos del 92 y, desde aquel entonces, nuestro mundo las ha tratado a patadas por mucho que algunos se esforzaran tanto en convencernos de que aquel era el mejor de los mundos posibles. Corría entonces el dinero a espuertas, la VisaOro hacia estragos entre los políticos y a nadie parecía importarle demasiado, mientras la burbuja inmobiliaria enfangaba de dineros fáciles puticlubs y negocios ilusorios y las migajas de esa pasta gansa tapaban agujeros entre la gente de a pie. A ese mundo vinieron a parar Lidia y Klara, y ese mundo, muy a su pesar, las fue haciendo como son ahora. Ese mundo corrupto y febril templó como el acero los adentros de aquellas niñas, cuya trayectoria exacta desconozco pero de cuya hermosa realidad he sido testigo hace pocos días.

Ambas son bellas hasta decir basta, ambas jóvenes e ilusionadas, las dos viviendo a fondo esta bendita rebelión que ha poblado las plazas y las calles de un hálito de ilusión contagiosa que arrasa cinismos y augura felices tempestades. Las conocí en Madrid. A Lidia en una casa ocupada desde la que se gestaban revoluciones pacificas y desde la que algunos jóvenes sabios diseñaban las armas cibernéticas de un nuevo futuro. Me atrajo su frescura, las dulces maneras desde las que conducía con mano de hierro una asamblea feliz y diferente en la que todos nos comportábamos como si nos hubiera crecido el respeto de golpe y la eficacia por añadidura. Estaba preparada, sabia lo que quería, pero, por encima de todo ello, destacaban su fe en lo que estaba haciendo y la dulzura de quien no necesita elevar la voz para ser oída. Me enamoró de inmediato, viejo luchador reconvertido en aprendiz, la suavidad de su fortaleza.

Klara tiene los ojos violeta y tan trasparentes que puede verse, a través de ellos, el brillo de su alma adorable cuando el Sol de la acampada le da de plano en la cara. Diecinueve años y toda la frescura a su favor, invisible cuando, escondida (junto con toda su desconocida generación) bajo las piedras, no era apenas mas que una mera sospecha negada por tantos. Cuando muchos, yo entre ellos, con tanta pena creíamos que no había una juventud luchadora al otro lado de las agresiones del sistema, ni cabria respuesta desde gente tan preparada que temíamos cobarde e insolidaria. Craso error. Cuando la horizontalidad lo sugería, no le temblaban a Klara los anillos si tenía que dirigir una asamblea de dos mil personas, y la dirigía entre sonrisas y certezas, grácil y sabia, lista y sobrada de recursos, honesta y fiel para con las normas autoinfringidas. Pero, cuando no le tocaba tarea pública, Klara se sentaba en una esquina y tomaba notas escuchando a los demás con los ojos grandes. Me enamoré de ella así, con el brillo amagado, estudiosa y atenta, gozosa de aprender y entregada con tanta fe a la lucha de todos.

Cada una de las dos está encuadrada en dos organizaciones diferentes. Ignoro si se conocen, si sus caminos paralelos todavía no se han cruzado o si son amigas de toda la vida, pero en ocasiones me parece entrever que existen fuerzas empeñadas en que los caminos revolucionarios de Lidia y Klara, o de Klara y Lidia, parezcan divergentes. Empecinados en que el exquisito movimiento del 15M también lo parezca. Y no es así, para nada, le pese a quien le pese. El 15M no es ni puede ni podrá, oído al parche, ser otra cosa que unidad plena de los desheredados, de los oprimidos, de los rebeldes y los indignados, o no será nada. Dan igual las disparidades tácticas y carecen de importancia los modos diferentes de pelear la misma cosa, cuando los mismos enemigos e idénticas prioridades certifican la necesidad imperiosa de una unidad de acción soberana e imprescindible. E irrompible. El próximo 19J ha de ser la prueba del nueve de esta certeza.

Para este viejo enamorado las dos son la misma mujer, la misma hija, el mismo futuro, iguales en lo tanto bueno, equidistantes, arrolladoras cuando vayan de la mano, sugerentes banderas de lucha, unidad, honestidad y progreso del de verdad de la buena si caminan en la misma dirección. Detrás de las dos marcharé confiado y sin reparos hacia el futuro, orgulloso del mundo que me van a enseñar a ganar, ellas dos, las dos, juntas.

2 comentarios:

Pepe Arrastia dijo...

Gracias Antonio. Es lo primero que he leído esta mañana y viene muy bien para empezar el día con optimismo e ilusión.
No sé a dónde o hasta dónde llegará el 15-M, no es lo más importante. Lo que ya ha ocurrido es maravilloso, ha roto, nos ha roto, el desaliento -justificado- que la voracidad capitalista y la impotencia para frenarla, había creado. Y sobre todo ha hecho añicos el tópico de una juventud sumisa y más que sin futuro, intrascendente. ¡Qué oportuna y primaveral irrupción de vitalizante savia humana!
El 1º de mayo de 1968 asistí a la tradicional manifestación sindical "de Bastille à République", no me quedé hasta el final, las consignas y ambiente me repelían. Nadie podía imaginar que pocos días después aires revolucionarios soplasen por toda Francia. Nadie, salvo los jóvenes de entonces, los estudiantes y los jóvenes obreros que rápidamente conectaron con el mensaje y fueron los primeros que arrancaron las huelgas y las ocupaciones. Aquella increíble irrupción se salió de todos los esquemas y manuales revolucionarios, el 15-M y las acampadas también.
Todavía las teorizaciones sobre el Mai68 siguen sin comprender el ¿cómo pudo ocurrir?. Lo más cierto fue que malgré tout c'était possible!. Éste es el grandioso mensaje que transmiten esas incontables Lidias y Klaras: ¡Es posible!

Gracias de nuevo.
Un fuerte abrazo
Pepe

Pepe Arrastia dijo...

Gracias Antonio. Es lo primero que he leído esta mañana y viene muy bien para empezar el día con optimismo e ilusión.
No sé a dónde o hasta dónde llegará el 15-M, no es lo más importante. Lo que ya ha ocurrido es maravilloso, ha roto, nos ha roto, el desaliento -justificado- que la voracidad capitalista y la impotencia para frenarla, había creado. Y sobre todo ha hecho añicos el tópico de una juventud sumisa y más que sin futuro, intrascendente. ¡Qué oportuna y primaveral irrupción de vitalizante savia humana!
El 1º de mayo de 1968 asistí a la tradicional manifestación sindical "de Bastille à République", no me quedé hasta el final, las consignas y ambiente me repelían. Nadie podía imaginar que pocos días después aires revolucionarios soplasen por toda Francia. Nadie, salvo los jóvenes de entonces, los estudiantes y los jóvenes obreros que rápidamente conectaron con el mensaje y fueron los primeros que arrancaron las huelgas y las ocupaciones. Aquella increíble irrupción se salió de todos los esquemas y manuales revolucionarios, el 15-M y las acampadas también.
Todavía las teorizaciones sobre el Mai68 siguen sin comprender el ¿cómo pudo ocurrir?. Lo más cierto fue que malgré tout c'était possible!. Éste es el grandioso mensaje que transmiten esas incontables Lidias y Klaras: ¡Es posible!

Gracias de nuevo.
Un fuerte abrazo
Pepe