sábado, 27 de agosto de 2011

..., y dicen que llueve

Ha bastado una carta, con remite del Banco Central Europeo. Esa misma carta que hasta el impresentable Berlusconi ha mostrado en público y de la que Zapatero niega la existencia mientras la esgrime a escondidas para convencer ipsofacto a las dos erres que le orbitan, Rubalcaba y Rajoy. ¿O es que alguien puede creer que haya un sobre para Italia y no lo haya para España? Una carta en la que el dinero exige que se modifique nada más y nada menos que la Constitución de un país, la Carta Magna, la Ley de Leyes que representa y contiene la soberanía popular. Así, por las bravas. Así, con dos cohone que decimos por aquí. Así, que hay que cumplir al pie de la letra el Pacto del Euro si queremos que ellos, los que realmente mandan en el mundo, le salven el culo a nuestra economía, esa misma que ellos echaron a perder con su avaricia cuando los bonos basura y gracias a que el Estado acudió a endeudarse gastando el dinero de todos para salvar a los Bancos. Aunque, la verdad sea dicha, con carta o sin carta la cosa es igual, que ya nos quedó clarinete el mensaje cuando nos contaron la milonga del mencionado pacto.

Pero hoy quiero poner el énfasis en un par de cosas. Siempre nos decían que la Constitución era intocable, ¿recordáis? Aseguraban que cambiarla era poco menos que derribar los palos del sombrajo que nos cobija o pretextaban que hacía falta mucha paciencia y mucha discusión para siquiera mover una coma. Pues va a ser que no. Que nos mentían como acostumbran, como siempre, con alevosía. Que sus grandes y enfáticas palabras solo ocultaban una triste y cruda realidad. Que no les daba la gana modificarla, que sabían de sobra que no era sagrada, pero que les interesaba seguir a salvo resguardados bajo su paraguas. Grande, gigantesca su mentira de vividores y paniaguados, de trileros de la política.

En otro orden de cosas, aunque tenga mucho que ver con lo anterior, durante tres décadas nos han estado asegurando que endeudarse era bueno. El propio Estado, decían, lo hace por sistema. Es síntoma de solidez, de eficacia, de confianza en el futuro, ¿recordáis? Despreciaban, miraban por encima del hombro al que no se hipotecaba, al que no vivía por encima de sus posibilidades, se reían del que hacía la cuenta de la vieja y gastaba solo y parte de lo que realmente tenía. ¡Qué antiguo! Ahora, a todos ellos se les llena la boca de austeridad, ellos que han gastado sin cuento ni medida, ellos que son precisamente los responsables del despilfarro, de los miles de coches oficiales, de malbaratar la hacienda pública, de no perseguir ni acabar con el fraude, de permitir las enormes bolsas de economía sumergida, de aceptar y participar en los paraísos fiscales y la ingeniería financiera, de indultar a los defraudadores de postín (o de Botín), ellos, estos mismos bandarras son los que ahora han descubierto el bálsamo de Fierabrás y, convertidos en corderos, lo argumentan con palabras como austeridad, prudencia, economía contenida, insistiendo en lo bueno que resulta no gastar más de lo que se tiene cuando llevan treinta años haciendo, los unos y los otros, exactamente lo contrario. Como sinvergüenzas. Engañando una y otra vez a su pueblo.

Nos siguen meando encima, queridos, y dicen que llueve.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En realidad, ya habían planteado una posible modificación cuando el principito no hacía más que tener hijas y no hijos, y ya entonces pensamos que si la consti ya había dejado de ser intocable. ¿Te juegas una caña a que aprovechan y cambian lo de la sucesión monárquica?