martes, 5 de marzo de 2013

de Zaragoza a Aragón, Juan Carlos

El viernes 1 de marzo presenté en mi tierra de adopción el último libro de un comparsista de pro, filósofo, poeta, músico y, a veces, chirigotero. Vino bastante personal a la sede del Ateneo Libertario, que es donde se daba cita el evento, y pasamos un buen rato juntos. Mi pesentación fue breve y directa, acaso un tanto brusca hacia el autor, quien -sin embargo- la agradeció sin reparos, así que os la copio y pego por si os apetece echarle un ojo.


En los lejanos 70, los críticos madrileños, cuando querían insultar al grupo de canción satírica del que siempre formé parte, nos llamaban chirigoteros. Cierto que “Las madres del cordero” no éramos precisamente santos de la devoción de los plumíferos del tardofranquismo. Por eso nos lo decían para ofendernos, como para rebajarnos de categoría.

Hoy, que he conocido de cerca comparsas y chirigotas desde que me trasladé a estas tierras, debo decir que ya nos hubiera gustado a aquellas madres acercarnos -siquiera de lejos- al ingenio y al talento de los Carnavales gaditanos, de ese estadio superior del humor en el que militan gentes como el autor al que hoy presento por obra y gracia del amigo Yimi y por culpa de mi osadía.

Se sienta a mi lado Juan Carlos Aragón, quien nos presentará su nuevo libro, que ha titulado EL CARNAVAL SIN NOMBRE. Egocéntrico reconocido públicamente, aunque de la rama narcisista, borde por lo tanto pero no tan sieso como algunos pretenden, Juan Carlos Aragón es un autor apasionadamente amado y también apasionadamente odiado en Cádiz por su talento, unánimemente reconocido, sin embargo, en el arte del Carnaval. Su principal especialidad es, junto a muchas otras, no dejar a nadie indiferente.  
Carnavalero desde su más tierna infancia, lleva pisoteando los escenarios desde que perdió aquello con los contrabandistas en el 83, a la tierna edad de 16 añitos.

Es autor de chirigotas tan conocidas y admiradas como Los Guiris o los Yesterdays, de los que me gustaría que escuchárais, como auténtica presentación del personaje, aquel famoso pasodoble que empezaba “aunque diga Blas Infante”, si el autor me lo permite.


Posteriormente, Aragón se pasó a las filas de la comparsa, en las que sigue militando, con hitos de tan proverbial recorrido como Los ángeles caídos o Araka la kana, con los que arrasó en el Falla, aunque sospecho que él siempre se sentirá de la Banda del capitán Veneno.

Hay quien asegura que su hartazgo de tanta filfa y tanta sordidez como la que rodea los Carnavales oficiales le conduce inexorablemente a ausentarse ya del concurso, cosa que yo, al menos, no me acabo de creer y espero, por nuestro bien, que no suceda. Tal vez su charla de esta tarde nos saque de dudas.

Desde ese profundo conocimiento del Carnaval y de su entorno, este filósofo de carrera y espléndido poeta al que flanqueo y con quien os voy a dejar ya, espero que comparta conmigo el genial estribillo que cantaban aquellos Lacios malages del Selu en el año 95:
Los perros dicen guau, los gatos dicen miau, y nosotros decimos…, ¡viva el carnaval!
Con vosotros, Juan Carlos Aragón.

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