jueves, 20 de junio de 2013

malos usos de las Infantas

Cantábamos de niños en los aquelarres aquellos, aunque sin hembras, que dimos en llamar fuegos de campamento quienes decidimos seguir los pasos de lord Baden Powell de Gilwell o al menos salir de excursión los fines de semana para dejar tranquilos a los papis, que la infanta doña Eulalia gustaba a menudo de acariciarse con mimo la zona más sensible de su apéndice nasal con la tersa flor de la dalia, que es la de esa planta tuberosa que suponen originaria de Cuernavaca y pasa por ser la flor nacional de México.

Continuaba el cantable informando al oyente del hecho de que a la infanta doña Isabel  le apeteciera, sin embargo, hacérselo en próxima zona de su rostro con un clavel, acaso por las rimas o quizás no solo por ellas, sino por ser anécdota cierta, para acabar coligiendo el autor de los ripios de referencia una burda tesis acerca del uso que, en estos y algunos otros casos que también se mencionaban pero que seguro he olvidado, recriminando el mal uso -decía- que de las plantas hacían las infantas.

Tal vez fuera por la sencillez de las rimas o por su peculiar evocación de una especie de gaseosa muy en boga en la época, no me suscita mi infancia recuerdos que no vayan ligados a chistes varios y chascarrillos sin cuento acerca de la cualidad refrescante de la infanta de naranja aunque, para muchos a gran distancia en cabeza, hubiera que apreciar sin duda alguna que ésta no le llegaba ni a la suela del zapato, contra la sed rebelde, a una buena in-fanta de limón, chimpón.


¡Qué poco respeto a la realeza, Antonio!, me dije. Con razón. Exactamente el mismo con que nos tratan ellos a nosotros, los de a pie. Nóos, Urdangarín, la economía del chantaje, Gürtel y su PP, la casa palacio de los once millones, los correos sexuales y…, ahora, los carnets para vender propiedades, como si fuéramos imbéciles. Cero. Ningún respeto. Nada.

2 comentarios:

Más claro, agua dijo...

Entre la infanta de naranja y la infanta de limón, en el norte siempre fuimos más de KAS... No sé si me explico... ;-)

Cuídate, maestro, que en septiembre te necesito para un show...

Antonio Piera dijo...

¿Habrá alguien que recuerde con exactitud el texto de la canción que aquí gloso? Es que me temo que mi memoria falla y que no era precisamente la nariz lo que se acariciaba con la dalia doña Eulalia...
¡Qué sé yo!