malos usos de las Infantas

Continuaba el cantable informando al oyente del hecho de que
a la infanta doña Isabel le apeteciera, sin embargo, hacérselo en próxima
zona de su rostro con un clavel,
acaso por las rimas o quizás no solo por ellas, sino por ser anécdota cierta,
para acabar coligiendo el autor de los ripios de referencia una burda tesis
acerca del uso que, en estos y algunos otros casos que también se mencionaban
pero que seguro he olvidado, recriminando el mal uso -decía- que de las plantas
hacían las infantas.
Tal vez fuera por la sencillez de las rimas o por su peculiar
evocación de una especie de gaseosa muy en boga en la época, no me suscita mi
infancia recuerdos que no vayan ligados a chistes varios y chascarrillos sin
cuento acerca de la cualidad refrescante de la infanta de naranja aunque, para
muchos a gran distancia en cabeza, hubiera que apreciar sin duda alguna que ésta
no le llegaba ni a la suela del zapato, contra la sed rebelde, a una buena
in-fanta de limón, chimpón.
¡Qué poco respeto a la realeza, Antonio!, me dije. Con
razón. Exactamente el mismo con que nos tratan ellos a nosotros, los de a pie. Nóos, Urdangarín, la economía del chantaje, Gürtel y su PP, la casa
palacio de los once millones, los correos sexuales y…, ahora, los carnets para
vender propiedades, como si fuéramos imbéciles. Cero. Ningún respeto. Nada.
2 comentarios:
Entre la infanta de naranja y la infanta de limón, en el norte siempre fuimos más de KAS... No sé si me explico... ;-)
Cuídate, maestro, que en septiembre te necesito para un show...
¿Habrá alguien que recuerde con exactitud el texto de la canción que aquí gloso? Es que me temo que mi memoria falla y que no era precisamente la nariz lo que se acariciaba con la dalia doña Eulalia...
¡Qué sé yo!
Publicar un comentario