viernes, 5 de septiembre de 2008

sombra buena, mala sombra

A mí, los escoltas nunca me han caído bien, aunque les reconozca cierto mérito. Provienen habitualmente de las incontables policías que ofrece el mercado de la inseguridad en excedencia y de los gimnasios, cuando no de las puertas de las discotecas. No me negaréis que, de partida, estos orígenes no parecen recomendables en exceso.

Aunque generalizar sea fácil y a menudo injusto, los escoltas suelen ser grandotes y un punto borricos, con el cuerpo tan en forma que machacado le dicen. Mentalmente, desarrollan a menudo cual fruto indeseado de su profesión paranoias diversas y cierto complejo de superioridad. Ser la sombra permanente de otro y sentirse su imprescindible seguro de vida es lo que tiene, que enseguida se establecen extrañas relaciones de prioridad similares a la del manager que, en cuanto se descuida, ya piensa que el artista que representa es el hijo de tal que se lleva por el morro el ochenta por ciento de lo que él gana. Sé de lo que hablo, podéis creerlo.

En Bilbao, ser escolta debe ser la hostia, porque el peligro en esas tierras pasa de ser latente a presente y evidente, de abstracto a exageradamente concreto allí donde la conciencia de la amenaza y el riesgo es tan real que ni pueden vivir con normalidad cuando no están de servicio, siempre desde la sospecha de que cualquier cobardica podría ser un informador de los que tiran la sangre y se lavan las manos. Por eso, este comentario debe partir, para ser justo, de aceptar como buenas algunas de estas premisas de excepcionalidad que entiendan, aunque no excusen, lo difícil que debe resultarles a estas personas reaccionar con normalidad ante cualquier circunstancia.

En estos días, un escolta se ha liado a tiros con un segurata en plena estación de tren abarrotada, tras haber desenfundado ambos previamente como si rodaran una peli del oeste para primero amenazarse, engallarse después, aparentar controlarse luego y liarse a tiros por fin dejando en el suelo heridos ajenos y propios. De lo que he visto y leído se desprende, creo, que la obcecación matarife de ambos venía de antes y desembocó en la reyerta descrita, que en cámara da como una sosa opereta ritual, como la crónica que dio título al libro genial de Gabo. Fatum griego, a este hijoputa le voy a meter dos tiros. Algo así. Dit i fet.

Ayer, otro escolta se tiró a la ría para salvar la vida de un anciano. Nadó hacia él y le rescató, aunque creedme si os digo que en el gesto del viejecillo no descubrí ni un atisbo de agradecimiento, sino que más bien me pareció que el hombre traía cara de enorme desconcierto como el de quien acaba de comprobar cómo, incomprensiblemente, se frustra un anhelo concienzudamente planificado. Saltara o cayera el anciano, que para el caso poco importa, la reacción de la sombra de López fue, en este caso, fruto de otra mecánica mental de la que no he hablado hasta ahora que consiste en la asunción por parte del escolta de la idea base de que su trabajo es la protección del otro sin escatimar el riesgo propio.

La verdad, no me imagino a los del tiroteo lanzándose al agua, de lo que deduzco que en el mundo de las sombras, como en los demás, debe haber de tó.

4 comentarios:

Más claro, agua dijo...

Frente al "escolta" amenazador, me quedo con el catalán "escolti" dialogador ;-)

Anónimo dijo...

Me he quedado pensando...A priori, la profesión de escolta no me seduce en absoluto; quizá son prejuicios pero no responde a un perfil que considere atractivo.

El salvar al viejito es un acto "heroico" que cualquier buen alma haría si supiera y estuviera convencido de no perecer en el intento. Eso le salva a él, no a la profesión; porque la idea de proteger es buena pero cuando llevas un arma puedes usarla sin que toque hacerlo. Somos así de bestias, en general.
Bueno, yo soy un avatar.
Salut.

Anónimo dijo...

Eso demuestra una vez más, estimado D. Antonio, que aunque el oficio marca aptitudes y actitudes, la bondad o la hijoputez no forma parte inherente de ninguna profesión. Forma parte del ser humano.

Abrazos,
Pedro de Paz

yeti dijo...

genial pedrodepaz...solo un apunte..distinto son escoltas que guardaespaldas...aunque parezca lo mismo.....y desde luego que el hijoputismo va en la sangre......