the Blog Action Day y los 385 gramos
Todos los días me peso por las mañanas, en una báscula supercalifragilística que tenemos aparcada debajo del lavabo del baño principal, justo antes de desayunar. Es como un rito, pero sin más gestos mágicos que los precisos. Me descalzo, la extraigo de su plaza y me encaramo sobre ella (confieso que a veces me ronda por la cabeza cuando voy a hacerlo un "que se joda", inexplicable porque hasta donde alcanzo ella no me ha hecho nada) hasta que arroja un resultado en dígitos de esos formados por la diferente aunque precisa disposición de esos modernos y estirados paralelogramos a los que algún ignorado impulso consigue resaltar, que eso sí que es para mí magia pura. No os diré cuánto, pero si hablamos de arrojar, ella arroja lo suyo. Luego, todos los días apunto el resultado en una libreta que escondo de inmediato, no vaya a ser que tenga que verla sin estar preparado. Bueno, el caso es que tras la ceremonia de esta mañana me he vuelto a sentar al ordenador, dispuesto a celebrar como se debe que hoy, 15 de octubre, es el día del blog, escribiendo algo a tal efecto y, con el fin de dejarme guiar por los que saben, me he conectado con la página oficial del evento para buscar alternativas pero me he encontrado, ay de mí, con que estaba escrita en inglés. Soy tan antiguo que mi segunda lengua era el francés, qué le vamos a hacer. Tal vez sea por eso por lo que me ha cabreado tanto encontrarme de manos a boca con que unos pintamonas que lanzan a la red una idea supuestamente universal ni siquiera se toman la molestia de hacerlo en otras lenguas en las que, por cierto, se escriben al día algunos centenares de miles de blogs, qué coño, de bitácoras. Estaba en ello cuando un providencial retortijón me ha venido a recordar que el segundo café con leche de la mañana estaba haciendo su oficio, por lo que he salido a buen paso a encerrarme con el señor Roca, como hago también cada mañana. En mi cabeza se entremezclaban mi cabreo con los del día del blog de los cojones con el recogimiento propio de mi genuflexa postura y también con algo parecido a la satisfacción, ¿por qué negarlo? al comprobar que la mayoría de los anuncios de la televisión me resbalan ya que mi tránsito resulta excelente (algún día escribiré algo sobre este país en el que los estreñidos han tomado el poder y perdido la vergüenza). Al terminar y tras proceder a las maniobras que la higiene establece, me ha venido a la memoria un loco maravilloso con el que estuve en Carabanchel que llevaba siempre en el bolsillo una botellita con alcohol y un pequeño saco repleto de algodón, ya que sostenía un combate frontal contra el papel higiénico porque lo consideraba todo lo contrario. Se llamaba, creo, Gonzalo noséqué y estaba en la trena por haber escrito un libro titulado "Los encartelados" con el que tanto bromeábamos uno al que decíamos el taxista-leninista y yo mismo, aunque de verdad creo que la risa era en venganza porque siempre nos ganaba al ajedrez. Tal vez la causa de esta mojada evocación haya que atribuirla al uso por mi parte, a modo de guinda final, de esas toallitas húmedas que tanta satisfacción aportan al común de los mortales desde que aparecieron en el mercado. Pero el caso es que en mi cabeza bailaban para entonces una numerosa familia de grillos y, acaso por eso, tuve la peregrina idea de volver a sacar de su plaza la supercalifragilística balanza y subirme a su chepa sintiéndome muy gamberro. Ahora sé que mi alma pesa 21 gramos y les dedico a los del día del blog los 385 gramos que arrojó de menos la báscula por no escribir ni su convocatoria ni su página en esta bella lengua de Cervantes.
A la mierda.
6 comentarios:
ja,ja,ja,ja,ja....yo también me peso cada mañana en ayunas. Juanjo Millás escribió una vez un artículo en el que decía que, mientras dormimos, adelgazamos, porque, si te pesas nada más levantarte, pesa menos que cuando te acostaste (él confesaba que también se pesaba casa mañana).
De lo que no tengo ni pajolera idea es de lo que pesa mi alma, en caso de tener alma, ni de lo que pesa una cagada matutina porque a mi tránsito le gusta más transitar por las noches. Soy así: después de cenar.
Ale!
Bonito regalo para los del día del blog. Lástima que por los altavoces de sus ordenadores no se filtre el olor... ;-)
No sea usted tan escatológico y rece más a menudo. Le hará bien. Incluso para hacer de vientre.
Jamás se me había ocurrido asociar los rezos con las evacuaciones...¡mira por dónde!
Se les debió pasar a las monjitas enseñármelo.
Es más fácil dar consejos que sufrir con fortaleza la adversidad, que dijo Eurípides de Salamina. Yo, sin embargo, lamento su incontinencia, amigo.
Oyana, seguro que se les olvidó, porque hay cosas que valen lo mismo para un roto que para un descosido. Algo tenemos en común, a lo que veo, don Millás y este servidor, solo que a él le premian a menudo...
Eduardo. Hubiera jurado que su comentario sería : ¡Vaya cagada! Pero le agradezco su deposición.
Yo, como muy a menudo, estoy de acuerdo con oyana: ja, ja, ja... no he parado de reir durante toda la lectura. También he deducido, por lo que escribes, que te gustaría perder un poco de peso. Pues bien, si vas a perder, que sean únicamente kilos, que no afecte a tu carácter para nada pues a mí, personalmente, me chifla tu carácter. Muy a manudo, cuando preguntan a una chica sobre las cualidades que debe tene su hombre ideal, responde "sentido del humor. Que sepa hacerme reir". Tu tienes ese rasgo, incluso en superlativo. Amén de otras muchas cualidades que hagan que, tb a menudo, te pregunte ¿te he dicho alguna vez lo que... me gustas?
Un besazo
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