sin luz
Un poco al hilo del anterior post en el que divagaba acerca de los frutos de las dependencias, caigo en la cuenta de la mayor de todas, la de la electricidad, a través de las peripecias que están viviendo en algunos pueblos de Gerona los habitantes privados de ella por culpa tanto de la nieve como de la eficaz inoperancia de la compañía abastecedora. Sospecho que nuestro pomposo primer mundo evoluciona a través de la dependencia, que evolución y dependencia son magnitudes extrapolables cuyo grado de inanidad hemos conseguido con tesón que sea idéntico, condenándonos consecuentemente a engordar para morir.
Como a todo cerdo le alcanza su San Martín, así nuestra civilización morirá de dependencia, acuchillada en la garganta por su propia necedad y sangrada hasta el vacío por la ambición cegata y prepotente, aunque dudo, por abundar en este cochino ejemplo, que los frutos de esta matanza sirvan para alimentar a nadie. No da la tierra quemada para mucha gula.
Los habitantes de estos pueblos gerundenses, por atisbar una luz de esperanza (vela, que no bombilla), aportan con su comportamiento solidario ante la adversidad una respuesta ilusionante. El retorno al sentido colectivo de la vida, la aportación del cada uno para beneficio de todos, la unión, la decisión colectiva y la compañía mutua están resultando ser el único antídoto eficaz contra la bíblica plaga aneléctrica que asola sus vidas como la pertinaz nevada hizo con sus campos.
Tal vez si nuestra sociedad supiera tomar ejemplo de su respuesta, la cosa no estaría perdida del todo.
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