jueves, 23 de diciembre de 2010

del gordo

Este año tampoco me ha tocado el Gordo, ni la pedrea ni nada, lo que tiene cierto mérito porque esta vez sí que jugaba. Es curioso. Cada vez que me pasa esto, es decir: que no me toque nada en ninguno de los sorteos en los que participo, que si bien tampoco son tantos, haberlos, haylos, me acuerdo de lo que me dijo mi amigo Juan Villarín poco antes de excluirse de este mundo para morir con dignidad en su escondite. "Desengáñate, Antonio, me aseguró, a ti nunca te tocará nada que no te ganes pasándolas putas". Lo dijo con una seguridad que entendí como certeza, aunque nunca asimilé por qué lo intuía con esa claridad ni él me quiso responder cuando se lo pregunté. Sólo afirmó algo que nunca he sabido cómo interpretar. "Lo llevas en la cara", aventuró, y un cerrado mutismo clausuró su boca, y eso que era siempre Juan enormemente generoso en sus explicaciones, que trufaba hábilmente de anécdotas e información complementaria rica y asaz útil. Tal era su forma didáctica de enseñar al que no sabe, que en ese y muchos otros casos era yo, aunque en aquella ocasión no cumpliera con mis expectativas, excitadas por sentirme protagonista de su sabiduría.

Desde luego, nunca lo interpreté como una maldición, líbreme la Macarena, que no era mi amigo de esa calaña y siempre me apreció, creo, al menos tanto como yo a él. Lejos de serlo, siempre entendí su afirmación respecto a mi relación con la suerte como un aviso de navegantes, como una intervención terapéutica amigable para que un exceso de ilusión o de esperanza no me hiciera daño cuando me alcanzara, con el mazo de la nada, esa dura realidad a la que él me sabía predestinado. Como un discreto toque de realismo frente al exceso de confianza de mi inexperiencia. Como un consejo velado a depender de mi propio esfuerzo y no columpiarme en los sensibleros vericuetos de la esperanza imposible en el azar. Como un grito de ánimo y de aliento para que me centrara sin ambages en el desarrollo de mis potenciales y no perdiera ni un segundo de mi tiempo en veleidades de éxitos gratuitos o regalados.

Creo hoy que era su manera de demostrarme su cariño y su confianza en unas capacidades que sospechaba él que yo tenía, exhortándome a concentrarme en desarrollarlas mediante el esfuerzo continuado y el trabajo tenaz (en lo que él era el mayor experto que he conocido) y a dejarme de zarandajas. Desde la distancia, debo confesaros que sólo le hice caso a medias, porque nunca he podido (ni he querido) evitar algún pequeño resquicio para la esperanza de oropel y cartón-piedra, ni que un rinconcito de mi pensamiento disfrutara en rebeldía imaginando que el Gordo llamaba a mi puerta y me permitía realizar de golpe todo aquello que, sin duda, me quedará por hacer cuando me largue con viento fresco.

Por eso juego a veces. Para recordarle, llevándole la contraria. Lo que pasa es que siempre me gana Juan.

PD.- Gracias, Fraguas, por el dibujo que te he tomado prestado.

2 comentarios:

Chema dijo...

Se sufre menos sin dinero. Se disfruta más de una conversación, de un rato de solaz, aunque ahora ya, tan solo del recuerdo, del prístino exégeta madrileño, del trapajoso vital (yo prefiero decir "mi amigo")Juan Villarín.
A tí te tocó el primer premio, yo, solo pude jugar....
Perdí un Maestro, pero me queda su halo refulgente para viajar....
Gracias por todo, Antonio.

Antonio Piera dijo...

What Chema? Tello?