viernes, 28 de enero de 2011

clandestinas

Desde que inicié esta, hasta hoy, postrera andadura que me condujo al dorado y voluntario exilio roteño, hemos desarrollado en casa todo un ritual de compras por internet. Puedo afirmar sin rozar la exageración que todas las delegaciones de las mil y una paqueterías exprés de la zona tienen ya constancia y conocimiento empírico de los caminos que conducen a casa. Al respecto, la Casa del Libro debe contarme entre sus puntos filipinos, sin duda, sobre todo porque en nuestros pedidos se compendian las ansias culturales de un buen paquete de amigos para los que actúo de distribuidor intermediario en algunas ocasiones, unificando los de varios de ellos, además de mis incursiones clandestinas, al margen de tal colectivo, por sus anaqueles cibernéticos. El método, que funciona bien en general, es cierto que siempre me había parecido más frío que la pischa de un pez, que decía el poeta de mi barrio, pero la alternativa era, en esta genial ciudad que habito y me acoge, excesivamente parca, entre librerías exclusivamente atentas a los best-sellers al uso.

Ahora, ya no. El otro día, tras llevar el coche a una de esas revisiones obligatorias en las que te desvalijan a cambio de mantener viva una hipotética garantía (más de 100 cacharros por renovar los tres limpiaparabrisas...), me perdí, haciendo tiempo, por las tripas de Cádiz, esperando caer sobre una librería recién inaugurada de la que me habían hablado pero sin buscar expresamente su dirección, como en un sí es no es repleto de incertidumbre. Dejándome querer por la casualidad. Y esta vez tuve la suerte de cara. Caí sobre la citada de sopetón, inadvertidamente, y porque miré de sobaquillo sus interiores, tan discretos, reparando en que no se trataba de una pastelería como sugería el expositor repleto de dulces o el mostrador adyacente. Así que entré y, nada más hacerlo, percibí ya las sensaciones de serenidad y bienestar, de buen age que se diría por aquí, que no me abandonarían hasta que, lamentablemente, mis obligaciones de recogida del vehículo me impusieron marcharme de allí.

En el mientras tanto, la especial compañía de María, con quien resulta tan sencillo hablar de todo y tan especial a la hora de ayudarte a encontrar lo que ni sabes que buscas, una música grata, conversaciones quedas ante un café espléndido, casi capuccino de tan densa espuma (estamos en la semana de esta palabra, no podía faltar), un zumo de naranja natural o un pastelito marroquí o un pedazo de tarta artesana, las preguntas de Lola, oportunas y directas... No tardamos en descubrir amigos comunes (ellas son de Rota, acabáramos), presentaciones interesantes, pistas sobre libros recién aparecidos o músicas olvidadas...

Más cargado en apariencia, pero ligero de equipaje, desanduve el camino que me trajo a La Clandestina, librería-café, enarbolando una media sonrisa que me temo estúpida (no es habitual el bienestar, sino sospechoso) al pensar que, a partir de aquel momento, mis pedidos literarios iban a abandonar la frialdad del teclado a cambio de una llamada telefónica, su pertinente devolución confirmando la llegada del pedido y una travesía en catamarán a través de la bahía, si el mar está bueno y me deja, para traerme a casa en persona los libros deseados. No hay color.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena entrada Antonio, me alegra muchisimo que te gustara, se me ha
saltado una lagrimilla,gracias por el libro que me pillaste en la clandestina "La piel" y al cual haces referencia en una entrada anterior, como digo yo, la vida es preciosa, y preciosas tus entradas de estos dias, y si entre todos comprasemos mas en tiendas de toa la vida, esos momentos de vivir,
conversar y ser felices se mantendrian, y al que le guste que se vaya de centro comersia o internet.
Gracias, S.I.

Antonio Piera dijo...

Gracias, Sergio. Fue muy gratificante. Volveremossssss.

Más claro, agua dijo...

Comprar libros en Cai, en un café-librería y regresar en barco a casa con el botín a buen recaudo...

¿Te importaría volver a tus entradas sobre política y dejar de darme envidia cochina?...

Joé!!!

;-)))

Clandestinas dijo...

¡Muchísimas gracias Antonio!

Nos has emocionado con tus palabras. La gran recompensa de este proyecto
(pues aunque hayamos abierto esperamos que siempre nos quede mucho por
hacer) es conocer a personas como tú, que comparten nuestras inquietudes y
tienen tanto que aportarnos.

Una suerte que Sergio te hablara de nosotras, que tuvieras que traer el
coche a Cádiz y que finalmente encontraras esta esquina en la que vive La
Clandestina y nosotras en ella.

Un fuerte abrazo,

María y Lola

Antonio Piera dijo...

Gracias a vosotras, sin duda, por vuestra amabilidad y por haber puesto en pie un lugar tan encantador y cómodo, pensado para seres humanos.

Últimamente, Eduardo, me importan más las entradas sobre mi vida que sobre la política, que no hay por dónde cogerla, así que tendrás que acostumbrarte al color verde de la puñetera envidia, o venir a darte una vuelta.

Te lo recomiendo expresamente, María.

Anónimo dijo...

Ya lei "La piel" un duro libro,
pero muy interesante, termino el quijote que le queda poco y empezare "Los Topos", a lo que voy,
que como bien dice Antonio, da gusto encontrar libros.....
diferentes podria decir?
yo estoy empezandoa a leer y como que me canse ya de Best selers, y
prefiero otro rollito, uff me lio,
Que enhorabuena, a currar con ganas y que la suerte os acompañe!!!
S.I.