colapso
Siempre parece que les va a tocar a los demás. Nunca a nosotros. Cada vez que los telediarios informan (demasiado a menudo ¿no os parece?), de catástrofes naturales, que no es otra que la moneda que nos devuelve el planeta por cada agresión que recibe, nos invade cierta sensación de consuelo al presenciarlo desde la aparente lejanía, inmersos en la nube ficticia de sosiego que imprime el sofá o el cálido saloncito desde el que lo contemplamos por la tele, a menudo impávidos. Parece siempre cosa de otros. Ayer mismo, casi 140 litros por minuto causaron en Algeciras, aquí al lado, inundaciones y destrozos sin cuento. En casa, viendo el mar desde el ventanal de la terraza, era como si la tragedia natural estuviera a años luz de nosotros, cuando casi la teníamos encima.
Hoy, que llueve aquí como si no lo hubiera hecho en años, se me ha ocurrido que podría ser como lo de Algeciras y, por aproximación, he entendido de golpe que cualquier catástrofe natural nos es mucho más cercana de lo que nos parece. No sólo en la teoría, lo que debería provocar una reacción virulenta de defensa a ultranza de nuestro ecosistema, sino también en la práctica cotidiana. Vamos, que a la vista de los daños que se están causando a nuestra madre Tierra con nuestra complicidad silenciosa, más nos valía estar preparados también para que cualquiera de sus airadas reacciones no nos encontrara como víctimas protagonistas de lo que sólo creemos que existe cuando sale por la tele.
A mi amigo Jorge Arranz, enorme dibujante a menudo presente en esta bitácora, le pilló hace dos días el famoso colapso por súbita nevada en la carretera de la Coruña, cuando regresaba con su mujer a casa desde la capital. Salieron a las diez de la noche y, para recorrer 33 kilómetros tardaron cuatro horas y media y al final culminaron a pie los últimos metros de su trayecto. En tan extenso interim tuvo la ocasión de presenciar en lo ajeno y sentir en carne propia miedo, desconcierto, sorpresa, desesperación, reacciones insospechadas, desánimo, gente caminando al lado de su coche, indefensión, frío y desinformación en lo que él mismo califica como una situación surrealista. Así define el caos que vivió: "había máquinas quitanieves bloqueadas y otras que circulaban como kamikazes en dirección contraria, sin señalización. En un punto determinado abrieron la mediana y algunos coches daban media vuelta, imborrable la imagen de ver coches maniobrando para girar 180 grados mientras otros bajaban en dirección Madrid con cadenas, me imagino la cara de espanto de éstos viendo que se les venían encima las máquinas quitanieves y coches saltándose la mediana mientras la radio hablaba de Mouriño...".
Aunque nada mejor para hacerse una idea que disfrutar del dibujo a mano aterida que tuvo tiempo de sobra para realizar en su Moleskine de viaje. A mí me parece precioso.
1 comentario:
Este artículo me parece muy completo ya que esta lleno de información importante.
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