domingo, 3 de agosto de 2008

mercadotecnia negra

No puede ser real. Por más que lo releo, no puedo apartar de mi cabeza la idea de que la desaparición del comensal fantasma, ese que dejó (vuelvo enseguida) la mesa de El Bulli para ir por tarjetas de visita y que no volvió nunca jamás, no es más que un hito de marketing provocador en el lanzamiento comercial de una película, de un best-seller o de una colonia de berros al aroma de la papaya morada de las Seychelles. Si no es ficción, el asunto posee todos los componentes del arranque de una novela negra. Hasta la página de su críptica bitácora que muestra El País y que ilustra estas líneas parece extraída de Chadler o de las más oscuras ensoñaciones literarias de Ross McDonald.

Cuanto más se sabe del supuesto "coleccionista de sabores", más me afirmo en la misma idea. Pascal Henry, un gourmet maratoniano haciéndose la ruta de las triples estrellas Michelín como otros se hacen las de los ochomiles o machacan Memphis (Tennessee) en busca del Elvis perdido. Un hombre que por el mero hecho de cenar donde Bocusse obtiene del gran maestro recomendaciones vía fax que le abren las puertas necesarias para la programación de una demencial gira de verano en la que los bolos son degustaciones en los más sagrados templos del paladeo, un imaginario mensajero que ha ahorrado durante años, duro a duro, los más de 17.000 euros por los que al parecer le estaba saliendo el capricho a una media de doscientos por unidad, vino incluido siempre que no pidiera un Chateau Lafite Rothschild del 70 o la cabeza del sommelier en la bandeja de plata de San Juan Bautista.

Quiero imaginar que su desaparición se pueda deber tan sólo a un repentino asalto de su conciencia profesional ante la solicitud de entrega inmediata de cualquier paquete urgente en los alrededores o por la Cochinchina, lo que justificaría mejor su sorprendente mutis. Como al parecer se presentaba en los restaurantes a lomos de una scooter potente y muy adecuada a su trabajo, no es raro suponer que también mantuviera comunicación directa con su central de envíos por lo que bien le pudo alcanzar, en plena tortilla deconstruída, un súbito e irresistible requerimiento de su conciencia paquetera. El deber es el deber, ya se sabe, así que fuese y no hubo nada.

O puede que el caso vaya de marketing, como supongo, similar al correo que recibí de Planeta una semana antes de conocerse el lanzamiento de la novela de Pedro de Paz y que contenía unos supuestos recortes de prensa acerca de los misteriosos papeles de un tal Saldaña, actualmente en paradero desconocido, y que ya entonces despertaron mi curiosidad y me escamaron no poco. Quien tenga curiosidad, puede leerlos aquí, pero no puedo dejar de admirarme ante lo que me parece una especie de curiosa coincidencia. ¿Será un nuevo hito en las estrategias de lanzamiento de un producto, implicando esta vez a toda la prensa bienpensante? Me descubro cien veces ante esta mera hipótesis.

Seguiremos deformando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde luego pinta raro el asunto este del tal Henry. El misterio del gastrónomo desaparecido. Alberga ciertas reminiscencias de los títulos de Conan Doyle. A ver en qué acaba todo esto. Siento curiosidad.

¡Ah!, y tiene usted un EMAIL. Con mis disculpas. :-)

Abrazos,
Pedro de Paz

Anónimo dijo...

Quizás se marchó corriendo al ver "la cuenta"...