miércoles, 8 de abril de 2009

pues mejor

Así que ahora la cosa ha pasado de carteles de linces y bebés-Losantos a los lazos blancos de los pasos y los cofrades. ¿Sabéis lo que os digo? Pues mejor.

Lo más cutre de la ICAR (o SICAR, como dice algún ilustre visitante) ha sido siempre su innata tendencia a la insidia. A tirar la piedra y esconder la mano, como afirmábamos por aquí, a que la mano derecha no sepa lo que hace la mano izquierda elevando la amoralidad y el cinismo a categoría de dogma. Pero todo ello llevado siempre por los mandos eclesiales en segundo plano, con discreción, sin alharacas que llamen en exceso la atención. Hasta ahora así era, durante el largo periodo de la transición y hasta nuestros días. Se conformaban con mantener sus prebendas, su porcentaje de la declaración de la renta, su parte del león de las cuentas del Estado merced a unos acuerdos vergonzosos renovados de tapadillo y cobrados sin vergüenza, su exención del IVA, sus inmensas propiedades y riquezas amasadas tras siglos de explotación de la ignorancia y el temor de las buenas gentes, tesoros ocultos gestionados hacia el fin último que no era otro que la conservación de su especie.

Ahora, sin embargo, han tirado de los reservistas del capirote, haciéndoles salir a la palestra y arrojando así las procesiones a los pies de los caballos. Que den la cara, una vez más, otros. Exactamente los mismos que asumieron sin rasgarse las vestiduras los 500.000 abortos, reitero, de cuando mandaba Aznar. Entonces no les impelieron a agitarse. Entonces el derecho a la vida que ahora les rebosa la boca (ojo, ese derecho que exclusivamente ellos orientan y definen, del que quedan al margen los diferentes, los civiles palestinos, los homosexuales, las madres forzadas, los enfermos de SIDA...) no estaba en peligro, ni era conveniente "politizar" un ritual que les arrojaba (de paso) pingües beneficios. Entonces era mejor callar y reventar los bolsillos del turista boquiabierto.

Ahora, sin embargo, le conviene a la clerigalla tirar del hilito y manipular a lo más rijoso y descerebrado de su retaguardia, porque hay en el Vaticano un mandamás enajenado que suspira en clave de Torquemada. De modo que les lanzan a la calle para que enarbolen el lazo blanco (ellos no dan la cara, faltaría más) sin reparar en que están quemando sus propias naves al mezclar el negocio del santurreo con la evolución de la Historia y las consecuentes e imprescindibles regulaciones del poder civil aunque sin valorar, a mi modo de ver lo suficiente, que están cortándole el cuello a una de sus gallinas más ponedoras, la de los huevos de oro. Pues mejor.

Yo mismo, que hasta había paseado por Calanda y Zaragoza mis fervores patriochicos enajenando para ello mis profundas creencias agnósticas (y paradójicas, ça va de soie), le acabo de hacer cruz y raya a la semana santa y hasta la escribiré en adelante con letras tan minúsculas como las neuronas del obispo portavoz Camino a ninguna parte. Paso desde ahora de ceremonias asentadas sobre el terror al invento del infierno y sobre la exaltación ritual del cuento chino que me siguen evocando, ahora con más fuerza al haberlas despojado de su forzada pátina cultural/costumbrista, las danzas de los salvajes ciudadanos negros del Sherenguetti con sus máscaras del hombre del saco en la cocorota saltando alrededor de la hoguera, rebosantes de respetables creencias y algunas hierbas animosas, para obtener de sus dioses una buena caza.

Así veo yo ahora los cucuruchos, al cofrade mayor y a la de la mantilla española, a los costaleros y a las rijosas autoridades desfilantes, al tamborilero, las trompetas y a la pecadora descalza que arrastra las cadenas de la ignorancia, a los picaos y a los que les hacen la sangre, a la de las saetas y a la cofradía en pleno del santo sepulcro, a los cirios sin fin y al preso conmutado, todos de cera a mis ojos, a través de su hipócrita lazo blanco.

¿Eso han querido? Pues mejor.

3 comentarios:

Gustavo dijo...

Que no suponga esta una defensa de cualquier católico (ya sabes que sólo me mojo por los que valen la pena), pero también es verdad que hay cofradías que se han negado a lucir el lacito (podrían haberse puesto alguna vez el del SIDA, que sus enfermos tienen derecho a la vida, también).
Mi interés por la semana santa también es, meramente antropológico. Lo que nunca entenderé, y me revuelve las tripas, es la presencia de las autoridades civiles y militares, así como la de los ricachos (tos del Opus puto) para que se vea (justo lo contrario que predicó Jesucrihto) su piedad y misericordia.

Anónimo dijo...

Bueno, yo no voy a despotricar contra los cofrades ni la Semana Santa, porque yo me considero cristiano, aunque de los que disfrutan de su religión sin disfrazarse ni adorar muñecos de madera, y es que sólo con leer los evangelios ya intuimos lo que opinaría Jesús al respecto. Yo disfrutaré mi Semana Santa tan sólo con la compañía de amigos a los que poder invitar a cañas, con eso me es suficiente, no tengo nada que demostrar. Me da vergüenza, asco y lástima ver la deriva moral de los capitostes de mi religión. Mezclar linces con recién nacidos, empapelar autobuses en respuesta a una "ofensa"... pero es que la Iglesia ha sido siempre así, politizada, reaccionaria, involucionista, aterrada. Pero aún me resisto a considerarme ateo, porque yo sí creo que hay un Dios. Sólo que éstos no me representan.

Antonio Piera dijo...

Para ti y tus ideas, Grendel, el mayor de mis respetos. No comparto tus creencias, que conozco en demasía para mi desgracia gracias a una infancia meapilas, pero considero que admitir y respetar su existencia es obligado para quienes creemos que los seres humanos son todos iguales.

Lo que me pasa es que, como a ti, no me parece de recibo esta actitud reciente de presionar a las cofradías para que den la cara por algo que ellos como institución asumieron mirando para otro lado con Aznar en el gobierno.

Me resulta tan cínico que me hace replantearme cualquier interés cultural o antropológico que antes de este hecho me bastaba para asumir las procesiones sin compartirlas ni aprobarlas.

Ahora, ni eso.