domingo, 28 de marzo de 2010

manifiesto personal (2). ¿Qué?

Se me ocurre que una alternativa republicana no puede, por coherencia, entrar en el mismo saco de lo ya existente. Ni en el nombre, ni en su estructura, ni en su organización, ni en la elección de sus representantes, ni en su régimen interno deberá aproximarse ni de lejos a lo que la gente entiende por un partido político. Ser uno más en la sopa de letras es igual a credibilidad cero. Y con mucha razón, ya que los políticos son parte de los problemas que combatimos, por lo que cualquier opción que pretenda afrontar esta situación para servir realmente al pueblo del que surge deberá diferenciarse con total claridad de lo precedente.

No se trata de lo que hicieron en Cataluña apareciendo desnudos en los carteles electorales, desde luego. Nuestro proyecto no es una pose, sino que representa y da la voz a una realidad dolorosa. La de tanta gente que, bien a su pesar, se siente harta de los políticos profesionales, de su gestión, sus componendas y su corrupción, de que defiendan con iguales argumentos una cosa que su contraria, de su ineficacia, de sus peleas intestinas, de su total desapego de la verdad, la realidad, la solidaridad y la justicia. Aunque justo sea preguntarse si es posible evitar algo que parece encontrarse en lo más profundo de la naturaleza humana, no es menos cierto que se podrán cortocircuitar tantos desatinos siempre que todos los cargos y puestos de responsabilidad interna sean asumidos colectivamente y que las responsabilidades públicas, cuando las hubiera, se supeditaran al control general mediante la asunción unas normas claras y precisas. ¿Que una organización así es imposible? Que se lo pregunten al millón y medio de brasileños que se organizan así en el MST. Ellos tienen una respuesta: es posible.

- Nombre. Me gustaría que la organización republicana a la que me refiero se llamara algo así como Movimiento de Acción por la República (MAR, qué bien suena, a por el mar, a por el mar que ya se adivina...) y que se organizara internamente mediante comisiones de trabajo y organismos de representación (no de dirección) colectivos.

- A los cargos públicos, con el carné en la boca. Declaración pública de bienes propios y familiares. Obligación de comunicar cualquier alteración de patrimonio a partir de unos mínimos. Separación inmediata del puesto si no se cumplen estas normas. Inhibición de familiares directos para el acceso a otros cargos. Temporalidad concreta e irrevocable. En fin, estas cosillas que permitan devolver la confianza de la gente en quienes en verdad les representan (auténticos servidores públicos) y no les gobiernan, que podrían complementarse con medidas muy del agrado del respetable, como uso obligatorio del vehículo propio o del transporte colectivo, control de los gastos de representación, no admitir regalos, salarios decentes (con un máximo relacionado con el salario mínimo), medidas todas ellas tendentes a dotar de respetabilidad y honorabilidad a un colectivo tan degradado como el de los "políticos para aprovecharse de la gente".

- Coordinación interna. Mediante comisiones o comités de base en pueblos, barrios y centros de trabajo, coordinados horizontalmente en zonas concretas y verticalmente mediante juntas de delegados controladas periódicamente por una asamblea general de zona.

Ya luego sigo, si eso, y me vendría bien discutir aportaciones ajenas, que este tema es muy gordo.

1 comentario:

Gustavo dijo...

Me parece muy bien. Lo de la trnasparencia en los cargos públicos es algo que se debería hacer YA; deberíamos promoverlo.
Te digo otra cosa: educación de la clase política para que deje de ser eso, clase, y mucho menos que sean representantes sólo de la clase media vulgarmente entendida. Creo que su institucionalización como clase, precisamente para evitar la identificación con el resto de las clases sociales (incluso iletrados ilustrados, tales como Ciutadans o UPD), ha constituido la base del error. Algo así como decía Grmasci sobre los artistas y su auto-marginación en clase.
¡Salud!