una reflexión
Me pasé el sábado enterito reflexionando acerca de la enorme importancia de los acontecimientos que por suerte nos está tocando vivir en directo a través de todos y cada uno de los acampados en España y en el mundo, en sana emulación de los de la Puerta del Sol. Intentaba encontrarle algún sentido al voto clásico que se nos pide hoy, visto a la luz de los acontecimientos mencionados y de su permanente evolución, mientras twitteaba sin descanso y mi facebook echaba humo, mientras me iban llegando impresiones en directo de amigos desplazados al centro de la vorágine y algunas incluso de estas impresiones tomaban cuerpo en fotografías como las de Nieves (me ha enviado otra tanda con el barrendero), y preciosos dibujos como el que aquí os asomo de Jorge Arranz. Intentaba reflexionar, digo, pero lo del kilómetro Cero se engrandecía cada vez más como sólo les pasa a las cosas importantes, presentando a cada momento y en cada novedad la riqueza de matices de una obra de arte. Así no había manera, y de hecho no la hubo, de modo que aquí me tenéis esta mañana bastante reflexionado y confuso sin embargo acerca del sentido que realmente puede tener para mí, en estos momentos de embeleso, hacerle una visita de cortesía democrática a las urnas de mi pueblo mientras el grito "le llaman democracia y no lo es" resuena en mi cabeza como un aldabonazo.
Es curioso. En esta modesta bitácora hemos dicho lo mismo que ellos muchas veces y de muchas maneras, criticando los errores manifiestos y el contenido de esta democracia bipartidista de cartón piedra, pero en su boca suena diferente. Más radical, más certero, qué sé yo, más virginal, más desde el asombro o el descubrimiento del recién llegado. Sin duda, más hermoso. Y es también curioso que no perciba ni la sensación de que me copian ni el desasosiego soberbio del "ya lo decía yo", sino que se esté imponiendo en mis tripas una satisfacción sorda y profunda, como de bienestar, que se manifiesta en que ando todo el día con una sonrisa idiota en la cara y una desconcertante propensión a la humedad en los lacrimales. Y no soy el único. Acabo de chatear con mi amigo Antonio Gómez, alias la madrastra, viejo compañero de lucha de las épocas imperiales aunque en distintos bandos antifranquistas, él más ortodoxo, por supuesto, y me decía literalmente: cada vez que me he pasando por Sol he andado al borde de las lágrimas. Tanto chaval joven no puede dejar de conmoverme. Incluso pienso: joder, pues igual no ha sido tan inutil que nos equivocáramos tantas veces, espero que comprenda este asalto a la intimidad y no me tire de las orejas por ello, todo sea por apoyarme en alguna experiencia similar para darle más fuerza al argumento.
Porque miramos la rebelión presente con los ojos de quien lleva toda la vida peleando por cambiar las cosas y se ha encontrado con que el triste resultado de su lucha y la de tantos miles, a menudo ciega, sorda y sin sentido -pero al fin y al cabo lucha-, ha sido este remedo de democracia que disfrutamos en el que nada es lo que jura ser y que se ha mistificado brutalmente en sus esencias hasta el punto de convertirse en una mera muleta con la que los poderosos y sus muñidores políticos arriman el ascua a su sardina mientras miran al tendido y se ríen en su cara. Por eso miramos los "viejos luchadores" la rebelión de las acampadas con la sorda esperanza de que ellos consigan devolvernos, al menos en parte, los sueños robados, las ilusiones perdidas (acaso simplemente extraviadas), las esperanzas rotas. Ya lo están haciendo, minuto a minuto, día a día con su lucha, con su enorme capacidad de organización, con su dignidad, con su habilidad y prudencia, con su autogestión, con sus cabecitas que tantos y tan malos acusaron de perroflautas y botelloneros, con su disciplina y capacidad de sacrificio, con su eficacia y su extraordinaria lucidez.
Porque su lucha es mi lucha me voy a quedar en casa a seguir disfrutándola y apoyándola vía cyber, que ya lo he reflexionado lo suficiente.
5 comentarios:
Primero mi felicitación por este blog que cada día resulta más atrayente.
La emoción nos embarga a todos, porque llevábamos mucho tiempo necesitando una salida a la plaza y dar vuelta al ruedo
Después del momento reflexivo y una vez asimilada esa conmoción yo me voy a votar a mi partido pequeño* por lo menos para animarles a que sigan y se vayan preparando para las de 2012
Y como prioridad, me voy a lo concreto: creo que lo que más nos fastidia ahora mismo es que los políticos y los banqueros tengan tantos privilegios, así que mi propuesta es:
No a los privilegios de los políticos y los banqueros: #quelesden
Besos y buen día, Antoine!
*El Estado pagará 276,86 euros a los partidos por cada concejal electo y 55 céntimos por voto obtenido
Buenos dias, me da mucha pena,me puedes explicar que coño celebran los partidos, en todas las fotos que veo cervecitas, tapitas, y en
Madrid creo que regalaban churros con chocolate. Despues de la cantidad de publicidad, musha en papel, muy ecologicos ellos tambien.
Pues eso, que ya no me dan ni vergüenza, me dan PENA!!!!!!!!!
s.i.
Gracias, Nieves, por tus palabras. No es poco el trabajo de buscar los mejores datos para ofrecerlos aquí. Lleva tiempo.
No te enfurruñes conmigo, vecina María. No es falta de voluntad, sino exceso de curro. A veces, por ello, me cuesta centrarme y tratar como se merece a los visitantes, que además se esfuerzan en los comentarios. No me lo tengas en cuenta, que procuraré enmendarlo.
Lo que celbran, Sergio, es lo que voy a contar en la siguiente entrada. Más que pena me dan asco. Muy perspicaz tu.
"Lo hemos conseguido porque no sabíamos que era imposible". Creo que esta frase (o muy aproximada), leída estos días en una pequeña pancarta en la Puerta del Sol, resume muchas cosas del regreso a Utopía en el que, según veo, más de uno/a estamos medio sumergidos últimamente ¿O el regreso era a Itaca? ...¡Qué más da, si el caso es andar!.
Saludos fraternos y gusto en volver por aquí, don Antonio.
El caso sería regresar, a Itaca o a Almendralejo, a las fuentes, a los orígenes, a la lucha, a la esperanza...
Gusto en volver a verte por aquí, don Luis, seas bienvenido.
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