miércoles, 21 de mayo de 2008

escudos

No me preguntéis por qué, pues no sabría responderos, pero entre trastos varios de origen ignoto ha aparecido por estas costas un pergamino en el que figura en oro, plata y gules el escudo de mi apellido.

No recordaba tenerlo, aunque si me esfuerzo mucho y me estrujo las meninges acabo sospechando que debió ser regalo de un personaje peculiar con el que mantuve cierta relación aparentemente laboral hace algún tiempo. Sólo a su original locura podría deberse la llegada a mis manos de este documento.

El caso es que encontrarlo hace un par de días puso en marcha algún resorte desconocido de mi subconsciente y me sumergí en la Red en busca de alguna constatación o información suplementaria que reforzara o (mejor) contradijera la leyenda que figura al pie del escudo en la que se afirma que mi apellido es andaluz, radicado en Huelva. Probó su nobleza (continúa el escrito) en las Órdenes de Calatrava, Santiago, Alcántara, Montesa, Carlos III y San Juan de Jerusalén. ¡Vaya con la papela!, ahora comprendo en su esencia mi natural nobleza, mi beligerancia frente a la injusticia, mi ignorancia supina y mi pobreza de buena cuna.

Y yo que de siempre había creído que mi apellido provenía de cuando el reino de Aragón alcanzaba las islas italianas, o quizá del más cercano condado de Barcelona donde existe hasta un pueblo con el nombre de mi apellido donde se juega muy bien al hockey sobre patines, pero andaba errado, al parecer. Como, por otra parte, acabo de descubrir tras mi reciente espantada, resulta que mis raíces son más andaluzas que las tortitas de camarones con su harina de garbanzos.

Lo sorprendente de esta historia es que no me esperaba encontrar en Internet esos cientos y hasta miles de páginas, muchas de ellas de las de pago, dedicadas a la investigación y localización de raigambres, orígenes, blasones, árboles genealógicos y demás. Nunca hubiera imaginado que el paradigma de la modernidad se hubiera convertido en una herramienta elemental para bucear en el pasado en busca del tatarabuelo perdido y la nobleza de nacencia.

El caso es que, losanjado de gules y plata, yo tengo escudo y vosotros no.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Porque usted lo diga, oiga. Que yo, que soy de los Paz de toda la vida, tengo mi escudo, mi hidalguía, mi raigambre y todo lo demás.

Mire mire

¡Pero bueno! ¡A ver que va a ser esto, hombre!

Abrazos,
Pedro DE PAZ

Anónimo dijo...

Antonio, todo está muy claro. En algunas zonas de andalucía en vez de decir "piedra" se dice "piera". Ni aragonés, ni italiano; ¡andaluz de pura cepa y usted sin saberlo!

Breuil dijo...

Bueno, pero vamos a lo que importa, Sr. Piera, ¿qué prebendas le reporta? ¿le da la patente de corso para, por ejemplo, salir de los restaurantes de categoría sin pagar? Porque si es así, me hago uno con el photoshop.
Por otra parte, curioso que en España, país de "hijosdalgo", tenga tanto éxito esto de la Heráldica.
Enhorabuena por su página.

Anónimo dijo...

Por Internet cuentan que el mío, que es Manjón, proviene de Asturias, y que algunos de aquellos viejos asturianos también partieron para Andalucía.
Aunque entonces, por lo que yo conozco, mi árbol genealógico debe ser una de esas Secuoyas gigantes que brotan en el Amazonas, porque de estas semillas asturianas no sé nada.

Enhorabuena. Uno no descubre todos los días un escudo.

Tesa dijo...

Felicidades por el hallazgo, caballero, ya podéis ponerlo en lugar privilegiado de la casa, allá donde mejor se vea. :)

A mí, lo que me ha intrigado es la frase "mantuve cierta relación "aparentemente" laboral".
¡Tela! se puede hacer hasta una película de cine negro desde esa frase.

Besos

Antonio Piera dijo...

Le cambio dos losanjas de plata por cuatro roeles que le sobran, amigo Paz.

Ahora sí que sí va a tener usted razón, Júcaro. Antes, no creo. Las sevillanas se me dan tan mal como la jota.

Reciente breuil, no da ni para la propina, que yo sepa, pero parece que alimenta egos mejor que un buen figón.


De los manjón de toda la vida, David, hombre, y nada de secuoyas sino un buen plantígrado rampante.

Acaso porque mediaba un dineral, pero sin contrato que lo legalizara. Usted siempre viendo tras lo oculto, amiga Tesa.