viernes, 30 de mayo de 2008

armarios

Un japonés de Fokoka acaba de descubrir que tenía una señora viviendo en un armario de su casa desde hacía un año o así. No es que la viera, o se la cruzara por el pasillo, ¡qué va!, eso hubiera sido demasiado simple para un hijo del Imperio del sol naciente. La descubrió tras instalar un sistema de cámaras ocultas en su propia casa, mosqueado porque a menudo descubría bajas injustificadas en las provisiones y el sushi que guardaba en el frigorífico y comprobar fehacientemente que no padecía de sonambulismo. La doña en cuestión, que es pobre de pedir, había instalado su miniapartamento en el altillo de un cojoarmario, donde disponía de una camita y su agua y sus tentempiés para pasar la noche hasta que, en cuanto su huésped se iba al currele, tomaba posesión del apartamento a todo meter, del que al parecer entraba y salía con exquisita donosura cuidando, eso sí, de volver antes que su huésped no fuera a convertirse en calabaza o algo peor. A veces lo haría con tiempo para ducharse, digo yo, que si no la hubieran descubierto por el olor. Paradójicamente la señora se había convertido en algo así como una huéspeda de aposento que se decía, monárquicamente hablando, cuando se llevaba lo de la corte según reconoce la RAE.

Todos tenemos alguna relación con un armario, me temo. Por ejemplo, María San Gil habitaba en el armario de Rajoy hasta que se descubrió por un mal ruido, y Rajoy en el de Aznar hasta que salió de él, aunque no del todo. En el del rey Juan Carlos habita el hombre invisible, que le pone zancadillas a él y a Fidel, con distintos grados de éxito, y en el de Calderón hay escondido un Cristiano que pian/pianito espera en las sombras antes de propinarle a Ferguson la puñalada trapera y saltar al Bernabeu con este impulso.

En mi armario os llevo a todos vosotros, ilustres visitantes de esta página, para no perderos con tanto traslado. Son realmente útiles estos muebles, no solo para guardar la ropa ni amantes diversos, sino que son ideales a la hora de fugarse de la cárcel, conservar a una madre que viajó al más allá con lo caras que andan las exequias y lo golosa que resulta la pensión o incluso como aliado imperturbable de la censura, según podéis ver en este vídeo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Joder! Menudo talegazo que se ha metido la donna.

La lujuria ya no es lo que era, D. Antonio. Antiguamente, lo reseñable de ese video hubiese sido ver a tamaña señorita de tan buen ver en paños menores y practicando tan incitante danza. Ahora estamos tan tupidos de esos temas que se cuelgan esos videos para choteo del personal obviando cualquier otro atractivo, mayormente carnal.

Pa' lo que hemos quedao

Abrazos,
Pedro de Paz

DeRedes dijo...

Joder! Esperé angustiado a ver si salía la señorita del armario.
Caro precio, pagar la estupidez con semejante armariazo.
El artículo, como "casi" siempre, fabuloso.

Gracias.

Antonio Piera dijo...

Yo he aprovechado para fijarme primero en el buen ver de la señorita, aunque su danza más me pareciera patética que incitante, don Pedro, pero desde luego que la cosa del sexo ya no es lo que era, felizmente, añadiría.

Yo también esperé, el plano fijo me pareció espectacularmente dramático, pero al final se ve arriba a la derecha un poco el pelo de la víctima. Como siempre, me alegro de que le guste lo que le gusta de lo que hay por aquí.

Más claro, agua dijo...

Hemos pasado de la moda de 'salir del armario' a alojarnos en ellos. Realmente, la crisis de la vivienda se está notando, sí ;-)

De poder elegir, no quiero armario ropero ni vestidor: déjenme en un humilde minibar bien aprovisionado :-)

Anónimo dijo...

Que no se llama armario, coño, que se llama solucion ocupacional :-DDDDDDD

Abrazos,
Pedro de Paz