miércoles, 28 de mayo de 2008

jipijapa

Una de las cosas más agradables que me están pasando recientemente, al margen de disfrutar a cada rato de la sonrisa de mi chica, es que he recuperado el uso del sombrero. Hacía tiempo ya que lo deseaba, pero nada encuentro menos adecuado al ritual de la cabeza cubierta que un Madrid oscuro e inhóspito en el que cumples unos horarios laborales extensos y unos desplazamientos, hacia y desde el trabajo, interminables, a todas luces incompatibles con el despacio que debe acompañar inseparablemente, a mi modo de ver, al uso y disfrute de este tocado. Desde siempre me ha gustado el sombrero. Las gentes que me conocen, en algunas ocasiones en que se imponía hacerme un regalo colectivo, a menudo se decantaron por hacerme feliz con la entrega de un bonito sombrero, prenda en desuso pero elegante y útil donde las haya, despertando así mi reconocimiento y hasta una pizca de agradecimiento, no por inútil menos válido. De manera que aquí me tenéis, cubierta la azotea, paseando a mis mandaos (que por estas tierras pueden hacerse caminando) y recuperando con agrado viejas costumbres que aspiro se conviertan en consustanciales con mi persona y el tramo de vida en que me encuentro, por lo que me he zambullido en esta red sabihonda para refrescar mis conocimientos acerca de la normativa de urbanidad que reste aún vigente para el correcto uso de esta prenda, encontrando no pocas referencias al respective, de las que os acerco ésta y ésta otra, con las que, aunque no esté de acuerdo en casi nada, dirimir algunas dudas que me asaltaban sobre cuándo y dónde debe uno descubrirse. Ello teniendo en cuenta que ni soy griego ni voy al estadio olímpico, donde esta prenda está prohibida, ni mi sombrero es verde ni el viejo Gadir es la China, donde un fieltro de este color significa que su portador es adúltero, así que me he limitado a lo clásico descubriendo que mis discrepancias de uso limitan al norte con el concepto que quienes dictaron las normas y yo tengamos acerca de quién es merecedor de la expresión pública de mi respeto.

Mi sombrero para estos momentos es de jipijapa, un auténtico Panamá ecuatoriano modelo Fedora, 100% Toquilla Straw Handmade de los que vienen enrollados en su estrecho estuche de madera y hecho, como su apellido indica, de la larguísima fibra de la carludovica palmata. No es, desde luego un Montecristi extrafino cuya copa, afirman, se puede llenar de agua sin que se derrame, pero a mí me protege de cine de esta solanera que nada tiene que ver con la granizada de Logroño. Todo lo que siempre quisisteis saber sobre los Panamá, o sobre las boinas, podréis encontrarlo en ésta página tan bien trabajada y documentada que merecería ser mía, si no fuera porque es de un tal Carlos Barón, a quien no tengo el gusto, pero en cuyo honor acaricio levemente con los dos primeros dedos de mi diestra el ala de mi sombrero.

¡Chapeau!

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Menos mal que le ha dado por el sombrero y no por esas pestosas gorras de beisbol con la visera vuelta para atrás, tan de moda en estos tiempos y que la gente no se quita -junto con las gafas de sol- así le maten, esté bajo techo, bajo palio, en presencia de señoras o ante el mismo Dios -o Eric Clapton en su defecto-.

Llámeme retrógrado si lo estima oportuno pero hay cosas por las que no estoy dispuesto a pasar si puedo evitarlo. Ver una gorra de rapero y no despotricar a placer es una de ellas.

Abrazos,
Pedro de Paz

Anónimo dijo...

No lo puedo evitar. El Panamá me parece, de por sí, un sinónimo de elegancia, distinción y clase y en tí... no es por nada y pido perdón a quien le pueda ofender pero...estás de p.m.
Sensual, sexy, elegante a la par que discreto... en fín, lo dicho, de p.m. ¡que requetebién te queda! ¡Todo un hombre! Si pudiese....

Más claro, agua dijo...

Ya puede decir, amigo Antonio, que ha culminado con éxito el proceso para tener una cabeza perfectamente amueblada ;-)

Luna Carmesi dijo...

Veo en la foto a todo un personaje de novela...
Hmmm Que interesante...
¿Con qué aventuras nos deleitara el protagonista?
:-D

Anónimo dijo...

Supongo que la intención de esta entrada, nada tendrá que ver con el reciente regreso de "Indiana Jones"...
Te sienta realmente bien ese Panamá, querido Antonio.

Antonio Piera dijo...

Don Pedro, ¡cuánto de bueno! Se le echaba de menos por aquí, aunque le imagino repasando su firma para la feria del Libro o algo así. ¿Para cuándo su alumbramiento?

Pues intente poder, anónimo, siempre que sea usted anónima. Ya verá que me dejo.

Usted siempre con el dedo en la llaga, don Eduardo. La precisión del cirujano con el humor del genio. Hablando de muebles, lea, lea la siguiente entrada.

De novela de piratas, lunita, me temo, pero gracias igual.

No tiene que ver, David, pero sí pensé en aludirle por alusiones, aunque lo descarté. Al fin y al cabo, lleva cubierto mucho más que yo, aunque de su sombrero al mío..., en fin, que comparar es de mala educación...

Anónimo dijo...

He andado algo más ocupadillo y disperso que de costumbre, pero descuide: para los amigos siempre se acaba encontrando un rato aunque sea más de tarde en tarde.

El alumbramiento ya tiene fecha definitiva. Tras un parto fallido -las contracciones, que engañan lo suyo-, vuelvo a salir de cuentas en septiembre. Y esta vez va de veras. Ya le mantendré puntualmente informado.

Abrazos,
Pedro de Paz

PS. Me alegra verlo tan bien. Tal y como comenta Luna Carmesí, su aspecto es el de todo un personaje. Luce usted un porte curioso, a medias distinguido, a medias canalla. ¿Da usted su permiso para que me imagine con su garbosa estampa a uno de los gachós que estoy incorporando a mi nueva novela?

Antonio Piera dijo...

Miedo me da, don Pedro, en lo que pueda quedar mi aspecto en versión de su acerada pluma, mas no por ello ceje, amigo, que aunque no precise permiso alguno, el mío lo tiene de antemano. Si luego no me reconozco, allá usted.