la partida
Ese día no llegó a la hora porque acababan de pegarle un tiro en la cabeza. A todos les extrañaba su tardanza ya que Ignacio era siempre un tipo puntual. Nunca llegaba tarde a la partida porque el tute le entusiasmaba. No lo perdonaba por nada del mundo y allí se plantaba todos los días, en la mesita del bar, al lado de la puerta de cristales, aunque cayeran chuzos de punta. Uría fue un punto fuerte del bar Uranga, en Loiola, hasta el día de su muerte. A lo largo de los años, a base de mucho asistir, algo fallar y poco cantar, acabó por congregar a su alrededor, hasta el arrastre final, cinco o seis amigos con los que compartir la tarde rotando parejas y apostándose las copas o los cafés. Entre otras cosas, esa era su manera de aportar normalidad al hecho incuestionable de vivir bajo amenaza, de aportar arriesgada lucided al delirio supuestamente ecologista de unos etarras que planeaban sobre su empresa y su persona con el señuelo de construir un mundo más justo y racional, respetuoso sobre todo con el medio ambiente, faltaría más, gora la brutal paradoja.
Lo mismo han hecho luego Miguel, Javier Uno, Manuel Uno, Javier Dos y Manuel Dos, los amigos de tantos años, tras velarle en el tanatorio, consolar a la familia, acudir al funeral y a la concentración de condena al asesinato que tan cerca les pasó. Aportar serenidad, reanudar la partida, recuperar la normalidad y buscar seguramente un sexto para cubrir el hueco que ha dejado el ausente y rendirle cálido recuerdo cada vez que cantan las cuarenta... Esa suele ser la manera callada y profunda en la que nuestra gente acostumbra a sufrir. El silencio. La evocación. El recuerdo afectuoso de su amigo Inaxio...
Claro que los populares no son el pueblo, sino otra cosa. La partida les ha bastado para profundizar ese mensaje manipulador basado en la interpretación sesgada de lo que sólo fue un homenaje sincero y sereno. Les ha faltado tiempo a Iturgaiz y compañía, sus tertulianos pagados expertos en socavar y propalar, para hacerse eco de otra distorsión artera de Pedro Jota. La sociedad vasca está enferma, claman. Inhumanos, insensibles, berrean. Ellos, que tanto entienden de gestos. Los que justifican Guantánamo y el genocidio de Irak, ese millón de muertos tan lejano del que fueron cómplices. Los mismos que están prendiendo en nuestra gente la llama de la desconfianza y el pánico al futuro. Los propagandistas del miedo. Los que desarman a la sociedad civil con tal de obtener resultados al servicio de sus intereses. Los que sin vergüenza enfrentan pueblo contra pueblo para servir a su señor y cobrarse luego a buen precio estos flacos servicios.
Su partida no es un arma arrojadiza, tontos de los cojones. Bellacos, miserables, ¡dejadles jugar en paz!
5 comentarios:
Amén.
Salud y República
En el terreno de la política (ETA es otra cosa) no ha habido gente que haya creado más temor, más crispación, más rabia, más división en Euskadi que los Iturgaiz y San Gil apoyados por su fiel caterva de australopitecos...
Reconforta leer a alguien a quien la distancia física no le hace perder la perspectiva política y moral. La manipulación que han hecho de esa partida y de esa foto provoca una sensación que va mucho más allá del asco. Suscribo el post de pe a pa, y rubrico lo que dice 'más claro agua'. Son ellos los que dan miedo y los que más y mejores argumentos les proporcionan a los otros. ¿Conseguiremos algún día ponernos a pensar en lugar de resignarnos a ingerir la basura que nos meten por los ojos?.
No estoy nada de acuerdo, amigo. Si Inaxio hubiera muerto en un accidente de tráfico, ¿también lo habrían homenajeado con una partida de cartas? Amos anda. La partida era demostración de miedo, no jodamos. Asesinan a tu amigo, y sigues jugando... Si quieren homenajearlo que arrimen el hombro en las obras del Ave.
Gracias por vuestro acuerdo, amigos, porque el tema trae deriva. Querido super, seguro que hubieran seguido jugando en ese caso, me apuesto las patillas, aunque tenga que caminar con los c... Yo, al menos, lo habría hecho exactamente así. Lo primero, manifestar mi afecto y respeto a la familia y entorno, lo segundo, manifestarlo en todos los lugares necesarios, funeral, sepelio y concentración solidaria. Y luego, repito que también es mi opción, reanudar la partida para demostrarles a los asesinos de su amigo que ni con su crimen pueden cambiar sus costumbres de siempre. Son gente mayor, jubilados, personas de vuelta. ¿Les vas a pedir otra cosa? No me parece nada generoso incriminarles por no ceder al gesto fácil para quedar bien. Al menos, yo lo veo así.
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