miércoles, 7 de enero de 2009

la mano del niño

Acabo de reparar en que la anterior entrada ha conservado la fecha en que empecé a escribirla en vez de la del 6 de enero en que la publiqué realmente. Lo que son las cosas de los cyberautomatismos. En cuanto te despistas, te están contradiciendo porque alguien decidió que la fecha se fijaba automáticamente al comenzar una entrada y no al enviarla. Habrá que fijarse bien para descubrir otros que seguro habrá escondidos en esta máquina infernal.

A lo que iba: hoy pasaba yo bajo los operarios que desmontaban los últimos vestigios de la oleada navideña. Descolgaban las bombillas de colores con aire de hastío por tanto curro, como si se preguntaran a santo de qué o repitieran entre dientes lo de "hacer y deshacer, todo es quehacer" como un mantra para combatir la desilusión. Ya es recuerdo, sí, pero esta vez me han quedado algunas cosas por decir porque he descubierto la existencia de una nueva fauna. La forman aquellos que, pese a manifestarse ajenos al hecho religioso supuestamente commemorado, sostienen que celebran estos fastos porque constituyen una buena razón para la reunión de los seres queridos y de la familia, una excusa para ser más buenos por unos días, un motivo para celebrar la inocencia de los ninios y compartir la desmesura alcohólica de los cuñados..., en fin, una fauna que se manifiesta descubridora de las navidades filantrópicas. Si para ello conviene que sus hijos estudien y cumplan a rajatabla las tradiciones, aprendan villancicos, monten el belén y le cambien a Gaspar una copa de ponche por una mirra envuelta en papel de brillo, pues les parece bien.

Me encantaría de esta fauna su existencia, pervivencia y subsistencia, porque ni me va ni me viene el asunto, si no fuera porque su adalid (al menos el teórico con el que me he topado), que es un escritor descreído y puñetero al que admiro y recomiendo a menudo, se ha permitido militar en contra de los que sostenemos lo contrario, repartiendo sin mesura epítetos que a su parecer definen y caicaturizan a los que aberramos de estos festejos pero, ¡ay!, concluyendo con un adjetivo, a modo de coda, que me encocora. Caganers, nos ha llamado, y por ahí sí que no paso. Hasta debajo de un pino podíamos llegar. Jamás seré yo el que tire de los pantalones en un belén, porque en Belén solo cagan a gusto los sionistas, que yo sepa, y no admito que me comparen con ellos y menos con la que está cayendo en el vecindario. Que opinen, me parece bien. Que discrepen de mi posición, lo comprendo, lo asumo y me la refanfinfla, que decían en mi barrio. Pero que nadie me llame caganer, que me pongo como un basilisco y no respondo. Cualquier día, uno que ninguno tengamos nada mejor que hacer, lo discutimos. Aunque a lo mejor no, porque con los mismos argumentos podrían defenderme una Primera Comunión, las bodas por la iglesia o las canonizaciones multitudinarias, vaya usted a saber, y entonces para qué los ruidos.

Prefiero quedarme con el más bonito espíritu que he encontrado en estas fechas, el de un emigrante, agraciado por la lotería de El Niño, que al preguntarle por el destino de su reciente fortuna ha manifestado, trabándose su voz por la emoción y en su castellano dificultoso, que "como mi hijo perdió unos dedos en un accidente en el trabajo, con este dinero le daré a mi hijo una mano nueva". Me quedo con ese padre y con esa mano. La mano del niño.

8 comentarios:

Antón Abad dijo...

También oí a aquel hombre en su emoción aquel día, y sentí una alegría enorme por él; entonces, aunque no había jugado, la mano del niño también me acarició a mí. Veré de qué escritor se trata, pero me temo que nuestra relación no empezará dela mejor manera posible. Un abrazo Sr. Piera, y que sus tripas hayan recuperado la flora bacteriana.

Anónimo dijo...

Espero que te hayas recuperado de la gripe y que estés en tu salsa. Me da mucha risa verte enfadado. Rafael es un romántico aunque a veces se disfraza de durillo, pero no nos ha llamado caganers, simplemente le gusta el muñequito ahí con los pantalones bajados haciendo sus cosillas. Representa la tierra abonada y la prosperidad, o sea, la pasta. Yo no había visto un caganer en un bebén hasta que no vine a vivir a Barcelona y, en principio, me pareció una ordinariez, pero ahora, a fuerza de verle, ni siquiera me cae mal. Pero en fín, a mí ya sabes que estas fiestas me repatean aunque este año, al pasarla sin familia externa, me han parecido mucho mejor.
Un beso y cuídate

Antonio Piera dijo...

Gracias, señor Abad, tanto por sus buenos deseos como por su defensa de mi honor en otras tierras, si le he entendido bien. Y gracias a oyana por lo mismo, aunque me temo que no anda muy fina mi buena amiga. Ni ha profundizado lo suficiente en la lectura de Reig como para darse cuenta de que sí que nos llamaba caganers a los opositonavideños (a este respecto resulta esclarecedora y brutalmente acertada el comentario en su blog del que dice ser y llamarse caganer), ni ha comprendido que yo no estaba ni estoy cabreado, sino mosquaedo pero divertido. Esto último, tal vez sea culpa mía, por no haber exagerado todavía más mi aparente rasgadura de vestimentas, aunque en cualquier caso le agradezco con cariño su intervención.
En efecto, María, se pueden hacer bien las cosas y ya va siendo hora si queremos ir borrando poco a poco de nuestra sociedad los efectos de tantos siglos de sectarismo.

Anónimo dijo...

Hola, como estas, quería felicitarte por tu pagina, es excelente, si queres, pasa por mi pagina y dejame un comentario, tengo mucho trafico en mi sitio, si te interesa podemos hacer un intercambio de links, banners, cualquier cosa avisame, te dejo mi email tvinternet08@gmail.com, te mando un abrazo.

Anónimo dijo...

Mea culpa, don Antonio. Tengo un defecto (¡sólo uno!) y es que leo muy deprisa. Pero he vuelto al blog de Rafael y, efectivemente, hace una clara comparación entre el caganer y los que no somos adeptos a estas fechas. Quizá lo que me ocurrió es que, como el caganer es un tío simpático (aunque ordinario, desde luego) pues no pillé el tono ofensivo. El sr. Reig es así (aunque a los dos nos cae muy bien), se carga todo lo que no le gusta, pero, en este caso no llega la sangre al río.

Disculpa mi mala lectura. Rectifico. Si, señor, llamó caganers a todos los que no les gustan las reuniones familiares navideñas, ni los regalos ni todas esas entrañables fiestas....Bueno ¿y qué? Me sabía yo un poemita que empezaba diciendo: "cagar, oh placer divino".... (No sigo) y que ensalza el placer de una buena deposición (perdón, perdón)

Un abrazo y, puestos a definirse, estoy del lado de los que no les gusta la Navidad, ¡ea! aunque seamos caganers.

Anónimo dijo...

Mea culpa, don Antonio. Tengo un defecto (¡sólo uno!) y es que leo muy deprisa. Pero he vuelto al blog de Rafael y, efectivemente, hace una clara comparación entre el caganer y los que no somos adeptos a estas fechas. Quizá lo que me ocurrió es que, como el caganer es un tío simpático (aunque ordinario, desde luego) pues no pillé el tono ofensivo. El sr. Reig es así (aunque a los dos nos cae muy bien), se carga todo lo que no le gusta, pero, en este caso no llega la sangre al río.

Disculpa mi mala lectura. Rectifico. Si, señor, llamó caganers a todos los que no les gustan las reuniones familiares navideñas, ni los regalos ni todas esas entrañables fiestas....Bueno ¿y qué? Me sabía yo un poemita que empezaba diciendo: "cagar, oh placer divino".... (No sigo) y que ensalza el placer de una buena deposición (perdón, perdón)

Un abrazo y, puestos a definirse, estoy del lado de los que no les gusta la Navidad, ¡ea! aunque seamos caganers.

Anónimo dijo...

Mejor caganer que cagat, ¿no? Fuera bromas (que no va contra nadie, sólo es un juego de palabras), en una columna de Público defendía la fiesta de Halloween (a la que no me opongo, siempre y cuando se diga que antes de que llegara la fiestecita a España en mi pueblo ya se hacía lo de las calabazas el día de difuntos, y no soy de Galway, sino de Trujillo), y era por una razón: así que voy a romper una lanza por él. Rafael lo ve con ojos de padre: su hija disfruta mucho y a él le encanta. Hay mucha gente que odia estas fechas, pero siendo padres de niños más o menos pequeños, a ver quién le niega los regalos a los niños (hay casos en los que hasta los musulmanes regalan a sus hijos para que no se sientan discriminados). Supongo que a Rafael le gusta tan poco que le den la vara con el "odio la navidad" como a nosotros el "hombre, que es navidad". Digo yo.
Por cierto, feliz año Antonio, y a todos los presentes feliz año... Y ¡Salud!

Antonio Piera dijo...

Publiqué el comentario de "base de datos" antes de comprobar que se trata de una página mercantil. Que lo sepa quien desee entrar en ella, aunque debí cotejarlo antes de admitirla.

Gracias, oyana. Eres la reina. Temía haberme pasado un poco en mi respuesta, y a lo mejor lo hice, pero leyéndote luego comprendo que contigo se puede ir por derecho porque no te importa rectificar. Ya somos dos. Algún día me tendrás que escribir el poemita completo.

Gustavo, a mí no me parece mal tu argumento, pero me creo que así no se hacen las cosas. Hay montones de maneras para que la infancia de un niño esté repleta de ilusiones sin necesidad de contaminarle con los contenidos de una secta. No todo lo que recibimos ha de ser bueno por ser tradicional, que yo sepa, dicho sea sin acritud ninguna.