sábado, 14 de febrero de 2009

la soberbia de los tontos

Para quien sostiene, como este escribidor, que los políticos deberían ser capaces de escuchar cómo crece la hierba (según dijo alguien importante que olvidé pero cuya frase que me marcó desde que la escuché y de la que me manifiesto siempre favorable aunque resulte la voz que clama en el desierto), no hay nada más desagradable que los actos y las palabras de esos políticos pagados de sí mismos, encantados de haberse conocido, tan orgullosos de sus logros (habitualmente ignorados por el resto de la plebe) que sólo escuchan su propia voz y se repiten hasta la saciedad ante el espejo que están enfrente del paradigma de la perfección limítrofe, si acaso, con la séptima o la octava maravilla del mundo.

Frecuentemente, son esos mismos políticos los que consideran sus decisiones por encima del bien y del mal, dándolas por buenas, qué digo, por ejemplares e insuperables por el mero hecho de serles propias o habérselas apropiado de alguno de los asesores lameculos de los que gustan rodearse y a los que tanto pagan con dinero ajeno. Todos los conocemos, cualquiera habréis evocado alguno in mente al leer esta introducción, aunque hoy me quiero referir concretamente a dos de ellos, uno de cada bando de este forzoso bipartidismo d'Hont, para que no se diga. Que en todas partes cuecen habas.

El primer bobo solemne es Luis Herrero, que es uno de esos bocazas profesionales reconvertidos a políticos, en este caso por el PP y en Europa nada menos, pero que no renuncia tampoco a su pesebre natural en la COPE de la mano del inefable Losantos, la más fragante flor de banquillo del país. No me voy a referir a su expulsión de Colombia (perdón, de Venezuela) donde equivocó el concepto observador por el de mitinero (no quiero ni imaginarme sus palabras si en las próximas europeas viene un observador sueco a decir que Mayor Oreja ha sido siempre un franquista de pro), sino a su calumniosa intervención en la radio obispal para aseverar, con firmeza digna de mejor causa, que Wyoming no era médico, que nunca había acabado la carrera de Medicina. Como tengo mucha menos gracia (y menos mala leche de lo que aseguro) que el amigo Monzón, pese a no ser éste en exceso santo de mi devoción, prefiero que veáis en el vídeo de esta página (http://www.elplural.com/noticiasred/detail.php?id=30530) cómo la realidad le da lo suyo a este faccioso profesional. No me negaréis que la coda del reportaje no tiene su coña.

El otro bobazo es Juan Alberto Belloch, por ahora alcalde socialista de mi Zaragoza del alma, que actúa como si mi tierra fuera suya y con sus ocurrencias está haciendo méritos para acabar con sus lomos en el Ebro, que anda ahora tan crecido. Esta estrellita mediática, ex-ministro, ex guapo profesional en el mercado hasta que devino en señor Soriano, el hombre de la mirada torva y cierto (lejano) parecido con Sandokan, no contento con afirmaciones del tipo "mientras yo sea alcalde, en Zaragoza no se quitará un crucifijo", continúa provocando a sus propios votantes comprando para su segundo despacho una mesa de juntas que nos cuesta doscientos cincuenta mil euros, arrastrando a buena parte de la corporación municipal a la procesión de San Valero, negando ilegalmente los autobuses municipales a la campaña del Probablemente o dando el nombre de la antigua calle del golpista general Sueiro al fundador del Opus Dei, en una vergonzosa aplicación de la Ley de la Memoria Histórica. Al parecer, la memoria histórica de este petimetre no alcanza hasta el sostén del franquismo por parte de la estructura y ministros del Opus, ni a su presencia en el consejo de Ministros que visó los fusilamientos de 1975. A él le basta con argumentar que(sic) "a un señor no se le pone una calle por consenso, sino por méritos. Y la verdad es que [Escrivá] los tiene: ser santo".

¿Cuánto vais a tardar, hermanos zaragozanos, en poner a este cantamañanas en su sitio? Vale. Lo que tardemos en los madriles en licenciar a la bizca. Oído cocina.

8 comentarios:

RGAlmazán dijo...

Pues sí. D. Antonio ha elegido usted a dos bobos solemnes de categoría. Cada uno en lo suyo son primeras espadas de la estupidez. Y sin embargo... les votan.

Salud y República

Anónimo dijo...

Tengo una intuición sobre este personaje expulsado de Venezuela, creo que justamente. Pregunto: un observador internacional ¿puede lícitamente hacer observaciones y declaraciones subjetivas sobre el gobierno a cuyo proceso ha ido a observar, para dar constancia de que se cumplen los preceptos democráticos con total limpieza? Me gustaría que si alguien sabe la respuesta me la aclare, porque tengo la impresión de que, una vez más, no nos están contando todo: es más, nos están engañando.

Juan Carlos Latxaga dijo...

Herrero y compañía atacan a Chavez acusándole que querer perpetuarse en el poder. Lo dicen quienes están encantados con un Estado cuya Jefatura adjudicó a dedo un dictador, no solo es vitalicia sino que además tiene caracter hereditario. Y Chávez venga a convocar referendums y elecciones que ningún observador internacional ha encontrado nunca irregulares

Anónimo dijo...

No lo echaron de Colombia, sino de Venezuela. No era observador internacional, sino invitado por un partido contrario a Chávez, y sí, tenía razón en una cosa: Chávez es un dictador que busca perpetuarse en el poder legalmente. No comparto los métodos ni la ideología de Herrero, pero comparto su opinión sobre Chávez, qué quiere que le diga.
Y del otro no sé mucho, no vivo en Zaragoza aunque por lo visto está haciendo muchas cosas por la ciudad, como por ejemplo la Expo.

Antonio Piera dijo...

Tiene usted razón, don Antonio, en ambas cosas: fue Mao el que lo dijo y la camaroná fue..., inspiradora.

Les votan, Rafa, pero mientras el primero actúa conforme a sus compromisos, el segundo impone sus criterios sobre los de sus votantes.

Aún no tengo opinión sobre Teófila, amiga María. Los que somos de pueblo...

A ese género de paradojas apuntaba mi entrada, JC. Esos mismos que gritan contra las injerencias ajenas opinan sin pudor de los asuntos de otros, siempre que les hayan invitado para hacerlo, claro.

Discrepo contigo, amigo Grendel, aunque ya he corregido el lapsus colombiano y respeto tu opinión. Mi escrito no era tanto sobre la definición política de Chávez, sobre quien no opinaba, sino acerca del comportamiento de Herrero en dos casos de los que sólo mencionas uno. ¿Qué dirías si un emisario de Chávez viniera a España a opinar sobre Mayor Oreja o sobre cualquier candidato? Sospecho que no te gustaría. Sobre Belloch, lo que esté haciendo bien va con el sueldo, creo, que para eso le votaron los aragoneses filosocialistas. Pero entiendo que van bastante menos con los motivos de su elección las curiosas afinidades que está demostrando para con la iglesia católica y el opus dei. Otra vez el ruego de que te pongas en el lugar de sus votantes. ¿A ti te gustarían esas sospechosas alineaciones? A mí, desde luego, no.

Anónimo dijo...

Nunca intervengo aunque le leo habitualmente, pero ahora quiero decirle que sus cuatro o cinco últimos artículos me están pareciendo excepcionalmente contundentes y comprometidos, como si estuviera usted enrabietado. ¿Está cabreado? ¿Le ha pasado algo?
Felicitarle también por sus diagnósticos del PP y de Zaragoza. Como House, vaya.

Anónimo dijo...

El piano de Mari Cruz Soriano debe ablandar las neuronas

Anónimo dijo...

Procure ser usted más breve y más claro.

Sobra tanta palabrería que quitan lustre a su buen contenido.

Síntesis. El resto es literatura psiquiátrica, graforrea.