libertad de prensa
En el día mundial de la libertad de prensa, justo tras el día de la madre, las primeras páginas de la prensa escrita mundial publican, al máximo de columnas que les permite su diseño, la misma noticia. El asesinato de Bin Laden a mano de un comando USA de los Seals. Disparar contra un hombre desarmado carece de justificación alguna y tiene ese nombre. Asesinato. En este caso, crimen de Estado.
La unanimidad de la prensa occidental se me presenta, ante la acogida acrítica que han dedicado y dedican a este hecho criminal, como una muy evidente muestra de la asquerosa paradoja por la que transita la información en el mundo y que encabezan sus protagonistas, los periodistas como yo mismo. La trasgresión del Derecho Internacional pasa por ser una noticia publicable sin complejos. La arrogación por parte de un Estado de la ejecución sumaria de un ser humano (sea cual sea la naturaleza de éste o de sus presuntos actos) se admite y desarrolla como noticia de primera plana, lo mismo que días atrás sucedió con el bombardeo selectivo por parte de la santa alianza occidental del supuesto escondite de Gaddafi con el daño colateral de la muerte de sus nietos, lo mismo que hicieron con el Che Guevara en su día. Escaso valor parecen tener esas vidas para los mismos que dedicaron días antes millones de páginas a defender las de los presuntos civiles supuestamente masacrados por el dictador norteafricano según información del Pentágono.
En las calles, en los corros, en nuestro mismo entorno, se aplaude sin rubor la infame Ley del Talión. Se manifiesta sin vergüenza en las calles la masa vengativa y esa misma prensa inmoral glosa, fotografía y difunde el impudor de tan insana alegría haciéndose eco y cómplice de su ignominia. Los mismos que han estado distribuyendo confusión en Libia, los mismos periodistas que siguen adjetivando de soslayo como acciones civiles la rebelión armada contra un dictador petrolero al que las potencias occidentales necesitan urgentemente quitarse de enmedio para repartirse los recursos de su tierra, los mismos para los que los muertos en Trípoli son, por supuesto, mucho menos civiles que los de Ras Lanuf o Misrata, son los mismos ahora cómplices del asesinato ritual retrasmitido en directo a la Casa Blanca.
Evidentemente, los privilegiados espectadores sabían de antemano el desenlace de lo que la tele les trasmitía. No se va a capturar vivo a Bin Laden en ruidosos helicópteros si no se pretende suscitar una mínima resistencia que justifique la posterior represalia. Estaban allí, ante la pantalla, sabedores de que iban a presenciar una ejecución sumaria puesto que esas y no otras habían sido sus órdenes. Desde su confortable entorno disfrutaron la ejecución prevista como si fuera una película snuff que alimenta lo más rastrero que esconde la naturaleza del ser humano. Me resulta dolorosa la imagen del grupo, impolutos como si fueran inocentes, distribuida por su gabinete de prensa para el que resulta noticiable presenciar un asesinato. En un país, eso sí, que mantiene la pena de muerte como un espectáculo y su ejecución como el arquetipo de una venganza social tan distante del concepto de Justicia. Solo faltaban en la foto cocacolas y canapés.
No os preocupéis: cualquier día nos dará la tele esa película.
1 comentario:
"Si matar es malo ¿por qué matar a los que matan?" Amnistía Internacional.
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