muerte de un motero
Los datos son escalofriantes, pero al parecer no bastan para remover conciencias. Este fin de semana pasado, mientras yo me tumbaba en la playa, 11 moteros se dejaban la vida entre los hierros de sus máquinas, incrementando salvajemente los 103 que han perdido la vida en lo poco que va de año. Aunque siempre he pensado mal de las estadísticas, (de hecho me suelen parecer, por su proclividad a interpretaciones ambiguas, lo más parecido a una trampa saducea), las que se refieren a moteros muertos en carretera, a las que cabe añadir las que enumeran las amputaciones de miembros tan frecuentes en su desigual pelea contra los fatídicos quitamiedos, me duelen en lo más profundo del alma.
No llevo moto, aunque sí lo hice un tiempo, en París, pero de siempre he pensado que la moto es el vehículo de los espíritus libres, de los que se niegan a aceptar el desgaste del paso del tiempo, de las mujeres que reniegan de su papel tradicional, de los que aún conservan un gramo de locura que les acerca más a la sabiduría que al conocimiento, a la vida que a ir tirando. Vehículos indómitos para majaras vocacionales, máquinas hechas a la medida de individualistas gregarios y solidarios, que son los mejores. Mitos aparte, que también los conozco fachas y gilipollas, los moteros son en general gente que no se doblega fácilmente y, cuando las barras del guardarraíl les cortan un brazo, resultan unos mancos estupendos.
Lo que pasa es que, en mi particular cruzada contra la DGT y su sublime director general -caballo de batalla de este blog-, sigo sin entender cómo es posible que todos nuestros vecinos, Portugal, Francia, Italia, Alemania..., hayan cambiado los modelos de quitamiedos por otros menos criminales para el motociclista, y en este país se continúen instalando como si nada, desde aquél fatal 1972 en que se estrenaron. Elevo mi voz contra los irresponsables que lo consienten y manifiesto públicamente que mientras no se cambien todos los cuchillos que acechan a los moteros (a más de 29 kmts. por hora, te cortan un brazo) en todos y cada uno de los kilómetros que componen nuestra red viaria, esos señores de Tráfico tienen poco derecho a sacar pecho. A pesar de sus puntos y sus estadísticas, lo están haciendo fatal con un sector que ya suma, y no es poco, el 20% de los muertos en carretera, con un parque de apenas la décima parte del de los cuatro ruedas.
5 comentarios:
Igual es que hace falta que un familiar del baranda de turno se haga con la concesión de los nuevos quitamiedos...
Pues oiga.... Mire... que yo le queria desí a usté, que mi cuñada por parte de hermano, solo usa la moto pa ir a trabajá, porque dise que por las mañanas hay unos chochos importantes...
(todo con humor)
Me encantó el comentario de Mas claro Agua. Y tu post, por supuesto, por eso comento.
Abrazos.
Llego tarde por aqui...
Mi familia ha estado muy vinculada al mundo motero desde siempre... y cuando las hipotecas lo permitan estoy seguro que volvera a hablarse de sueños sobre dos ruedas.
No voy a defender a todo sujeto que vaya en moto... porque en la ciudad ya estamos hartos de ver que un gilipollas es un gilipollas independientemente del numero de ruedas sobre el que va montado... pero lo de los quitamiedos, la suciedad y la gravilla, el mal mantenimiento y bacheado en zonas de trazado de la carretera ya huele...
En algunos paises incluso ponen los radares en sus puntos negros...
Como prevención... Prevención. Que gran palabra.
Un beso.
Muy buen "artículo" sobre este gran problema que sufrimos los moter@s.
Estamos hartos de manifestarnos y reivindicar lo obvio: que esas cuchillas no salvan vidas sino que las destrozan o las amputan.
Si queréis ver un vídeo de lo que realmente se siente al ser motero y ver que tu vida la ha sesgado un matarrail, echad un vistazo a esta página de Youtube: http://es.youtube.com/watch?v=O_HHuG4VZvY
Un saludo en forma de V
Miraré ese vídeo, Mad13, bienvenido. Ahora, si os habéis fijado, el inefable Pere Navarro nos tira a la cara otra campaña, bajo el mismo lema de las demás. "Tu eres el culpable, gilipollas".
Arreglar las cosas, lo que se dice arreglarlas, pues no.
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