sábado, 6 de diciembre de 2008

a contracorriente


Ni en dioses, reyes ni tribunos, cantábamos entonces, está el supremo salvador. Me vienen a la mente estas palabras de La Internacional tras contemplar en el telediario las celebraciones del trigésimo aniversario de la Constitución del 78, todos ellos juntos y en unión loando una superley por la que, pese a reconocerle su valor coyuntural, no me siento ni representado ni protegido en mi integridad; tras ver a Santiago Carrillo, de crema y oro, entrar en el Congreso de los Diputados y pensar yo para mis adentros que, en realidad, este hombre pasará a la historia por sus concesiones, gestos supuestamente tácticos que a lo mejor le honran como político pero que posiblemente le descalifiquen como persona; tras anegarme en las sonoras declaraciones de unos y otros cantando y no acabando la buena salud de esta Consti, su voluntad de permanencia y su proyección de futuro, bailando alrededor de la hoguera de su inmutabilidad para aparentar que ninguno sabemos que se habla de la monarquía cuando se defiende que es intocable; tras repicar en mi cabeza como un mantra su Artículo 14, con el que comienza el Capítulo II, acerca de los derechos y libertades: Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. ¿Los españoles? ¿Todos los españoles?

Creo que yo apoyaría esta Constitución del 78, a falta de poder cambiarla radicalmente, si al menos se me reconociera una nueva redacción de este artículo que me trae a mal traer porque en su actual texto percibo una gigantesca tomadura de pelo, un contrasentido que me persigue y me insulta, un sarcasmo que me impide a menudo proseguir la lectura de tan magna misiva, llámese carta. Si se me admitiera esta propuesta de redacción, el dichoso catorce quedaría así: Los españoles, menos el Rey y su familia, son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer otra discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Eso, o suprimir directamente los diez artículos (56-65) que empiezan con aquello de : La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad.

No necesito dioses, puedo prescindir con total naturalidad de los reyes y a los tribunos les soporto con distanciamiento y sentido crítico desde la certeza de que no dispongo del nivel de información real suficiente para hacer otra cosa. El paraguas del paternalismo lo cedo gustosamente a quienes teman salpicarse de las cosas terrenales de los hombres y las mujeres, para los que necesiten la figura paterna por reconocerse inermes sin su protección, para los que piensan en el otro lado con temor sin comprender que el aquí y el más allá son las dos caras inseparables de la moneda de la vida. Para ellos su dios y su rey.

Mientras tanto yo, los días 6 de diciembre, sólo celebro desde hace diecinueve años el cumple de mi hijo el pequeño y dedico buenamente la jornada a mis cosas. Antes, ni eso.

Nota: las claves de esta ilustración un tanto..., desconcertante, podréis encontrarlas leyendo entre las líneas de este enlace automático.

7 comentarios:

beatriz dijo...

Muchas felicidades a tu hijo. Yo dedico la jornada a mis cosas.
No soy monárquica. Con Franco vivíamos peor, mucho peor, pero, ni de lejos somos libres. Todo es mejorable.
Me encanta tu vehemencia; a mí, casi todo me chupa un pie (que diría Elvira Lindo).
Un abrazo constitucional

Anónimo dijo...

Total y plenamente de acuerdo contigo. La trampa conceptual de la Constitución es que el "pueblo" (que vale cuando conviene) aprobó la monarquía al aprobar la consti. Yo sostengo que, tal y cómo estaban las cosas, o era eso o nada o peor: ¿qué se iba entonces a hacer?

Anónimo dijo...

Por cierto, que qué trampa este enlace que nos traes. Alumnos de derecho sólo: no es por generalizar, pero los de derechos suelen ser de derechas. ¡Qué curioso! No va ninguno de Ciencias Políticas, no digamos ya de mi gremio, de filosofía, o del resto de humanidades.

Antonio Piera dijo...

Gracias, Beatriz. No te digo lo que me chupa a mí por no parecer grosero, pero es nuestro contrato social, ¿no?
¿Un chiquillo con 30, María? Ya será menos.
Gustavo, léelo bien, a ver si atas cabos. Muchas opiniones no me han parecido a mí muy de derechas. Pero tu lee y ata cabos, hazme caso...

Anónimo dijo...

Pues sí, buen amigo Antonio: me precipité en mi apreciación y veo que eran observaciones inteligentes. A veces soy muy irreflexivo. Naturalmente, no dije que todos los estudiantes de derecho fueran conservadores, como no todos los de políticas o de filosofía progresistas; mi queja consiste en que los eligen de este gremio por estas razones. Pero ya veo gratamente que, en esta ocasión, el equivocado era yo. Gracias por el palo amigable.

Anónimo dijo...

Me vas a enviar a donde no te digo por petarte los comentarios, pero he observado entre estos alumnos la presencia de un tal Andrés Piera... Ato cabos, amigo Antonio, ato cabos. Me desdigo totalmente en mi observación sobre este gremio.

Antonio Piera dijo...

Vaya ejemplo el tuyo, Gustavo, acerca de cómo reconsiderar una postura. Te agradezco tanto tu franqueza como tu ductilidad. No te preocupes, aquí se peta lo que se quiere.