jueves, 5 de febrero de 2009

temporal

Por aquí llevamos ya varios días sin apenas salir de casa. Los grandes ventanales, a través de los cuales casi siempre entra el sol con tal vigor que me lloriquean los ojos y bizqueo incapaz de procesar su luminosidad, nos traen ahora día tras día la imagen de las fuerzas oscuras de la naturaleza presumiendo de poderío. Cielo permanentemente encapotado, negrísimos nubarrones con brillantes boquetes, a veces, que permiten les atraviesen unos rayos impotentes, desesperados por acariciar la tierra tanto tiempo olvidada, rachas brutales de vientos huracanados, palmeras humillando la cabeza cada vez más calva ante ese implacable ímpetu, el mar desconocido, embravecido, alto y gallardo como nunca, atrás su apacible imagen de charquito retozón que juega con los niños y sus hinchables como si fuera incapaz de otra cosa que mecerlos y acunarles...

Nada hay tan fuerte y poderoso que la naturaleza bravía. Ante su pujanza nos encojemos los humanos hasta alcanzar nuestra verdadera dimensión de enanos inermes. Ante su enorme capacidad de destrucción, que se percibe, sospecha y teme desde lo profundo, se desvanecen los orgullos y emprenden su vuelo al país de nunca jamás esos absurdos criterios que sitúan al hombre en el centro del universo conocido. Ja. Aún el hombre no ha construido un muro capaz de resistir el empuje real del mar, ni un castillo que sobreviva un sunami, ni tan siquiera un polideportivo impasible frente a una ciclogénesis explosiva cualquiera.

Es ella, la naturaleza, la reina solitaria de nuestro mundo a pesar de que parezca asistir en desdeñoso silencio a las ceremonias destructoras del calentamiento global y apenas comience su lánguida protesta frente al desequilibrio al que pretendemos forzarla como si pudieran pelear en el tatami mil pulgones verdes contra una elefanta. No vamos a tirarla a la lona, pero estamos consiguiendo con nuestra estupidez irritarla, a pesar de que el hombrecillo insufrible lo niegue con el dinero de la Exon en el bolsillo. Y eso no es bueno. Nada bueno. Porque ella estornuda un instante y paraliza Barajas o Heathrow, eructa por una mala digestión y deja Barcelona a oscuras o se le escapa un pedete y un tifón destroza media flota pesquera gallega. Parece como si no supiéramos con quién nos la estamos jugando. Como si la ciega soberbia de quienes no ven más allá de sus narices se impusiera a la certeza de quién manda aquí. Como si los que tienen a su dios domesticado creyeran que igual pueden con ella. Error. Inmenso error. Dramático error de cálculo.

Todos estos días de temporal me han dejado impotente, sin ganas de escribir de nada porque todo carece de importancia ante la contemplación absorta desde los temblones ventanales del supremo poderío de la naturaleza, de su fuerza ilimitada, una sola idea flotando en mi cabeza, yendo y viniendo, rebotando de neurona en dentrita o algo así. ¡Joder!, que no se vaya la luz.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que no, Antonio, que no!!! Que como dice la Botella (concejala de medioambiente), "el Planeta está al servicio del ser humano" y su bienamado (o no) marido (o ex en funciones) lo defiende bien liderando una cumbre negacionista del cambio climático. Al fin y al cabo, como (su) Dios creó el Mundo en 7 días (además literalmente, 6 días exactos y al séptimo descansó, según aseguran los Creacionistas) pues en cuanto nos carguemos el Planeta que nos haga otro en unos días, que no es mucho currar, después de todo.

Ironías aparte, en tu texto has descrito implícitamente la teoría del científico Lovelock (la hipótesis de Gaia), que habla de la Tierra como un organismo vivo formado por órganos, tejidos, células, etc.. que son los mares, la tierra, las montañas, los seres vivos, etc... Este organismo está enfermo y por eso tose, eructa, estornuda y se tira pedos en un intento de autorregularse y sanarse. Este organismo tiene un cáncer que se va extendiendo : cáncer de civilización-industrial, uno de los más letales, porque se presenta en connivencia con el capitalismo salvaje y proconsumista sin escrúpulos.

Por cierto, yo también fui devoto del Calcio20 (de tu entrada anterior), qué rico estaba!!!!

Anónimo dijo...

Magnífico comentario de las tormentas que azotan las costas marinas. Me ha recordado el tiempo en que viví en Mallorca. Y no me extraña tu actitud pasiva e impotente tras la misma, que ha desembocado en esta descripción de la naturaleza. Tu esfuerzo literario me parece más digno de encomio que cualquiera de los esfuerzos inútiles por domesticarla.

Sigue ahí con los ojos y el corazón abierto. En estas circunstacias, tu escritura es más útil que cualquiera de los gurés de la política o la informática.

Tu amigo y admirador

Santiago Miró

Más claro, agua dijo...

Nos queda tanto por aprender...

Antonio Piera dijo...

Gracias, Yuki, por el marco teórico insospechado en el que al parecer se arrebuja mi pensamiento. Siempre he creído que, por muy íntima que resulte la manifestación de cualquier idea, por muy personal y sin referencias que a ti te parezca lo que expresas, antes habrá habido y luego más vendrán a cientos que dirán o habrán dicho algo similar. De alguna manera, solo la incultura nos impide las referencias.

Tampoco eso está mal, aunque resulte un elogio a la ignorancia disfrazado de alabanza de la espontaneidad. (Algo así es de lo inmenso que nos queda por aprender, amigo Eduardo)

Gracias, María, por tu ilustración. Por aquí no hubo huevos.

Santiago, lo que es siempre un honor es que personas de tu humanidad y talento se pasen por aquí de cuando en cuando. Paso por alto tus alabanzas al provenir de un amigo.