martes, 22 de abril de 2008

sorpresas te da la vida

Por culpa de esas casualidades que, si las metes en una novela, te crucifican, acaba de caer en mis manos una fotografía añeja. No os cansaré contando los vericuetos que he recorrido hasta llegar a ella, sino más bien mi sensación al encontrarla, colgada en un album colgado de un portal colgado de internet, fuente del todo y la nada. La fotografía, que es la que adorna esta entrada, (como no podía ser menos ya que poner otra hubiera resultado cruel o incluso estúpido) debió tomarla algun alma inmisericorde en los primeros años de los sesenta, quizás en el 62 ó 63, y tiene su miga. Queridos, os presento a la tuna de San Antón.

Sé que de siempre os habéis preguntado en secreto, puesto que os adorna una discrección digna sin duda de mejor causa, a qué podía deberse mi estrafalario e hiriente desparpajo verbal y las tendencias exhibicionistas/narcisistas que se me adivinan entrada tras entrada en este blog vuestro por mucho que haga por evitar que se transparenten en público mis vergüenzas. En esta fotografía está la respuesta, mal que me pese. Ya apareció la boina. El Antonio fue de la tuna.

Lo primero que me ha saltado a la vista es que tengo una memoria perra y flaca. He repasado con cuidado las caras de esa gente con la que supongo que pasé tantos ratos, en ensayos, en actuaciones e incluso en la grabación de algún olvidado vinilo y por más que me esfuerzo apenas recuerdo los nombres de tres o cuatro de ellos. El resto me parecen como cualquiera de la calle. Joder, qué cruz. No hago carrera de mis células grises, a pesar de que dicen que, a veces, basta con un nombre para desencadenar una marea de recuerdos. Pues nada. Conmigo, a cuentagotas y gracias.

¿Reconocéis al primero de la izquierda, en la primera fila? Pues se llamaba (y creo que aún se llama) Pedro Macía, tocaba la pandereta y saltaba como un poseso a compás, que es parecido a lo que luego le sirvió para ser un busto conocido como presentador de telediarios e informativos en la tele. Siempre me pregunté a qué podía deberse que siguiera en una tuna infantil con los tacos que tenía. El primero de la segunda fila por la derecha era rubio, con el pelo ensortijado, llevaba gafas, tocaba también la pandereta y cantaba como los ángeles enrollándose en el viento / van las cintas de mi capa... / Mocita dame el clavel / clavelitos de mi corazón. Se llamaba Hilario, pero todos le decíamos Camacho porque no le gustaba su nombre.

La jodía monja no sé que pintaba allí, ni recuerdo quién puso a su lado al maestro Aragón ni quién le sacó tanto y con tan mala espina el pañuelo del bolsillo de la chaqueta ni por qué asumió esa especie de postura manoletina de eh, toro, alguien con mala uva debió hacerlo ya que era el hombre más ciego que un gato de escayola. Bajo su dirección aprendí yo a tocar la guitarra y gracias a su paciencia extrema conseguimos ejecutar con cierta dignidad Los sitios de Zaragoza, que era nuestro más reconocido best-seller.

Al lado de Pedro Macía, el primero de la segunda fila pero por la izquierda, guitarra en ristre y con cara de no haber roto en su vida un plato, el muy hipócrita, mi gran amigo Vicente Prieto, con quien compartiría, en su casa de Alberto Aguilera, interminables timbas de póquer y docenas de guateques en los que experimentábamos con poco éxito los inciertos efectos en las chicas del clorhidrato de yumbina mezclado con el cap de frutas que había preparado su madre antes de huir a misa por no ver lo que hacíamos mientras Adamo se desgañitaba mis manos en tu cintura y quien más quien menos arrimaba cebolleta repleto de testosterona y ardor guerrero. A su lado, a punto de perder los cuernos contra el clavijero de su guitarra, el único de quien sé que debería recordar el nombre y no me sale, ¡qué putada!

¿Y tu?, me pregunta mi chica, ¿dónde estás tu? Premio para el/la que lo adivine.

10 comentarios:

RGAlmazán dijo...

Oiga qué difícil lo pone. El único testimonio físico de usted es esas fotos de la izquierda de su bitácora, y en ambos casos tiene bigotes. Qué quiere que le diga, no sé quiés es pero estoy por asegurar que no es quien se ha vestido de monja.

SAlud y República

Browner...Seguro? dijo...

Segunda fila, segundo por la izquierda....

Más claro, agua dijo...

Ni idea, amigo Antonio, de cuál es su ubicación en la foto. ¿No faltaría ese día a clase?...

Por lo que se ve, "tunear" ya no es lo que era...

Y una duda: ¿por qué Pedro Macías parace siete veces más grande que el resto de los mortales de la foto?

Anónimo dijo...

Jo, macho. Con el debido respeto y admiración hacia ti y hacia Hilario: es que a mí los tunos me parecen todos iguales....

Anónimo dijo...

Joder, D. Antonio. Se me acaban de caer los palos del sombrajo. Resulta que perteneció usted al uno de los colectivos que más odio en esta vida (el otro son los mimos). ¡¡Un tuno!!. Mire que lo retiro el saludo, ¿eh?. Hay que joerse. Hay pecados del pasado que en el pasado deben quedarse, hombre de Dios. :D :D

Si me hubiese dicho usted que fue de la Falange, a lo mejor hasta me hubiese molestado menos ( Bueno, no. Mentira, ¡que coño!. Me habría molestado más. :D :D )

Abrazos (con cierto repelús),
Pedro de Paz

Anónimo dijo...

Yo lo que no distingo claramente son las filas de las que hablan. ¡Si están todos apelotonados, hombre!
Por dificultad, me acojono y no me arriesgo a indicar ubicación incorrecta. Ahora sí, planteo una pista para algún lector más aventurado: según conocemos por una de las fotos del occidente de este blog, don Antonio toca la guitarra. ¿Tocaría también este instrumento que, dicho sea de paso, yo también acostumbro a practicar, en la tuna? Si así es, pueden eliminar a muchos sujetos: todos aquellos que tengan por instrumento bandurrias, balalaikas u otras deformaciones de la madre guitarra.

Un abrazo

Antonio Piera dijo...

Esa misma pregunta me hice yo siempre, Eduardo. ¿Qué pintaba aquel mayor con más pelos en las piernas que ninguno, mezclándose con la chavalería? Para mí que era repetidor recalcitrante, o así. Excusas, don Rafael. La hermanita no entraba en el concurso.
Me está resultando usted un clásico del rojerío de guardarropía, don Pedro, con esas tan rigurosas fobias por el fútbol y la tuna. Piense que era una tuna diminuta, sin las connotaciones que la han definido como la hez de cada casa. Y relaje el gesto, que el hábito nunca hizo al monje.
Gracias Gustavo, nos pasaba lo mismo que a los chinos. Todos iguales.
¿Quiere usted montar conmigo una agencia de detectives, browner?

Anónimo dijo...

No es que sea un recalcitrante reaccionario de izquierda, D. Antonio -qué raro suena eso-. Es que hay ciertas cosas que me sublevan las neuronas y los tunos -y los mimos, insisto- es una de las que más. Cada vez que los veo aparecer por una boda, se me pone una nube en la visual y pierdo el sentido de la proporción. El día menos pensado tenemos una desgracia, aviso.

Abrazos,
Pedro de Paz

Browner...Seguro? dijo...

Y mi premio?.... jajajaja... no era tan dificil por "tutatis"...con leer entre lineas estaba claro, pero es que ademas te sigues pareciendo con la foto del blog con unos pocos años mas... pero sigues pareciendo..

¡¡¡ QUIERO MI PREMIO ¡¡¡

Antonio Piera dijo...

Browner. Por adivino y buen deductor, se merece un premio. Le acabo de nombrar caballero de la orden del Orgullo Ibérico, que he descubierto recientemente. En el blog de mañana le mostraré la bandera de su orden, que es muy sugestiva.